Festejo de una red afectiva: GAYA, Galería de arte y arquitectura

por Florencia Cugat

El 15 de marzo inauguró GAYA, galería de arte y arquitectura, en el microespacio del Museo Pettoruti de la ciudad de La Plata. Una muestra colectiva, con la curaduría especial de Mariela Scafati junto a Javier Samaniego García. En los textos que acompañan la muestra puede percibirse un manto de misterio y secreto, un pacto sellado a fuego, de algo que por primera vez ve la luz. Ciertas pistas revelan que existieron encuentros, prácticas artísticas colectivas, individuales, colaborativas, entre amigos y artistas invitados. “Encontramos consuelo entre nosotrxs a través del arte. Atravesamos las fronteras que nos dejaron sin nada, en búsqueda de toda belleza para nosotros. Volvimos victorioxos, manchadxs de hermosura y con los brazos en alto”.

Acá lo que no es un misterio se deduce, todo da a entender que GAYA en microespacio es el festejo de una red afectiva.
Voces bien altas en banderas amarillas, con letras recortadas en negro, que rítmicas dicen “me despierto soñando el sueño de otra persona”, “la gente me ve feo cuando soy extraña”, “Perdón, perdón”. Podrían ser la letra de una canción. Pienso en Federico Manuel Peralta Ramos, hay algo de él ahí. Después, veo cajitas escultóricas que ilustran diferentes edificios arquitectónicos, desde el ministerio de obras públicas, con su Evita grande y luminosa, el parador Atalaya, el centro cultural Konex, hasta las pirámides de Egipto, la casa Batlló y Notre Dame. Sospecho que hay algo de favoritismo, un juego con la historia universal de la arquitectura, un recorrido inventado, una colección. Reconozco otras piezas, montadas en un estante, placas de cerámica intentan simular el estructuralismo le corbusiano de La Casa Curutchet, junto a sus planos intervenidos, fagocitados.

Recortes de revistas de físicoculturismo pegadas sobre la obra de Félix González Torres, cuerpos coronados por premios y trofeos. Un homenaje, una evocación, una cita. Un block infinito de hojas de calcar con cuerpos de hombres. La composición de cada hoja me recuerda al libro de dibujos de superhéroes de Daniel Johnston. Las pinturas de los estadios de futbol de sentimientos opuestos y dicotómicos, River y Boca, Gimnasia y Estudiantes. La escultura de un colectivo Talp en papel mache, que va y vuelve de la lógica racionalista de la ciudad de La Plata hacia el caos, la periferia. Tres carpetas escolares con monografías y dibujos en lápiz, conforman la palabra SHE, S de Selfie, H de Hawaii y E de Egipto. El registro de la quema de una obra inmensa, un dinosaurio sobre una parrilla, sus restos fósiles sobre un televisor que proyecta la transformación y la experiencia.

Salgo de la muestra con muchísimas preguntas: ¿quiénes son estos artistas? ¿Dónde queda la galería? ¿Por qué no la conozco? ¿Qué manifiesto secreto establecieron? Inmediatamente vuelvo a casa y googleo GAYA, encuentro que en la página del museo anunciaron la inauguración con este texto: “Con un trabajo acumulado de 12 años como punto de partida, esta experiencia sale a la calle y camina hasta el museo para compartir las estrategias que vienen del arte para sostener modos de vida por fuera de las lógicas de lo establecido, por fuera de lo institucional y por fuera de lo que se espera. El arte es inesperado.”

Sospecho varias cosas, por un lado, que es una experiencia atravesada por el conocimiento, a partir del modo de producir y las operaciones discursivas de algunos artistas, a los que citan, evocan e invitan. En la producción y en el montaje hay un factor decididamente contemporáneo. Pienso que la galería es un refugio desconocido por todos y un gesto de sublevación frente a algo que también desconozco, pero la palabra “experiencia” y la frase “estrategias que vienen del arte” me hacen pensar que la galería es también un taller, en el cual se trabaja y se realizan obras a partir del deseo, el pensamiento, los intereses, las subjetividades.

GAYA es: galería secreto, galería acuerdo, galería parásito. Empezó en el año 2007 en el marco de una institución pública de atención para personas con discapacidad a cargo de Javier Samaniego García, quien tuvo la gentileza de tomarse un café conmigo y develar de a poco, las capas y el trasfondo de la exposición. En primer lugar, agradezco el gesto amable que tuvo al darme el tiempo para conocer la experiencia. Gaya es una obra gigante, un misterio, un pacto entre agentes/artistas y amigos del arte, que encontró sentido en replicar el funcionamiento del campo artístico, asignando roles, generando mapas afectivos, recorridos, conocimientos, poéticas. Demarcando espacios, instancias, modos de producción, de exposición y de auto legitimación.

Dar voz, pero sobre todo nombrar. Quizás lo más poderoso de las palabras se resuelva en ese gesto, en la acción de nombrar. Gaya es una experiencia en torno al arte, al saber, al autoconocimiento. En ese marco, se reivindica como galería/residencia y sus participantes como artistas/agentes, a partir de ahí todo. Me pregunto si no es ese uno de los poderes más valiosos del arte, meterse en las grietas, pensar tácticas y estrategias contra lo establecido, lo institucionalizado. Abrazar lo periférico, lo excluido, revisar realidades, hacer lecturas, ser una herramienta de transformación social. Experiencias como los talleres del Borda o la Galería Belleza y Felicidad de Villa Fiorito pueden establecer con GAYA, un lazo de amor y referencia.

¿Qué se espera de un taller de arte enmarcado en un centro de día? Quizás, el entretenimiento, la libre expresión, la manualidad. El producto perfectamente terminado dentro de los márgenes de lo prolijo, lo útil, lo bello, lo vendible. El loop de días en una fábrica del paso a paso.
En esa situacionalidad, llena de adversidades y con un rol docente que se fue configurando de a poco como gestor y curador, Javier me cuenta cómo fue la transformación.

¿Como empezaron a producir bajo este enfoque crítico, lejos de lo esperado, de lo establecido? ¿Qué herramientas tomaron y de qué artistas?
Nosotros trabajamos con la idea de la condición inherente que todos tenemos. Empezamos a pensar la obra de Joseph Beuys en este sentido y con ese mismo paso conceptual, que a mí también me ayudo ser artista. Lo que hicimos fue preguntarle a cada agente ¿qué le gustaba?, ¿qué quería hacer?, ¿qué le daba miedo?, ¿qué le resultaba fácil?, ¿con qué se maneja cómodo? Toda una serie de cuestiones que eran inéditas.

 ¿Como se configuró el taller en galería? ¿Cómo fueron invitando a amigos y artistas a formar parte de GAYA?
Lo que nos pasó es que empezamos a acumular obra. Entonces, tomamos la casa donde funciona el taller. La sala de espera la denominamos fotogalería, y así todos los espacios fueron habitados. Como llenamos la casa de obra, comenzamos a hacer inauguraciones, en un principio para nosotros y después de algunos años invitamos a las familias a merendar y a ver las distintas muestras. Fue muy lento el proceso de apertura, luego de muchos años se nos ocurrió expandir nuestra experiencia a los artistas amigos, en algo que se llamó visita autoguiada. Hicimos un flyer individual, una convocatoria con distintos horarios para cada invitado. La actividad consistió en convocar a 20 personas, había algo muy delicado en todo, arrancamos de la manera más delicada posible. La experiencia duraba una hora. Nosotros los esperábamos en el zaguán, les dábamos un mapa y los auriculares. Lo que estábamos haciendo era invitar a personas que apenas conocíamos a una institución pública, a que estén solas, que se tomen su tiempo para mirar las obras y que después se vayan sin ni siquiera cruzarnos. El audio guía contaba las obras con la voz y las palabras de los propios artistas. Lo que nos interesaba era que vean las obras sin presencia de nadie, en soledad y con tiempo. Esa experiencia fue increíble, fue muy interesante y dentro de las 20 personas. Con Valeria González, quién también forma parte de las decisiones que se toman en Gaya, hicimos una selección de las personas que queríamos que vengan a participar y trabajar a nuestro taller. Entonces lo invitamos a Dani Lorenzo, a Juan Bruto, a Ro Barragán, entre otros.  Medio en plan ¿quieren ver esto que estamos haciendo? Y les enviamos el flyer a cada uno por Facebook. Todo en un pacto de silencio y secreto. Fue una hermosa experiencia que luego resulto en visitas a los talleres y en esta muestra colectiva/cooperativa”.

 ¿Cómo fue nombrarse artista? ¿y el acercamiento de Gaya al circuito de artistas y de galerías de la ciudad?
Cuando nos preguntamos ¿Qué es ser artista?  Al principio surgió de un pacto secreto: “somos artistas porque lo acordamos nosotrxs, pero no lo sabe nadie”. Nos hicimos un diploma que decía “GAYA dice que sos artista”. Con el tiempo empezamos a tener algunas aproximaciones. Bueno, pensábamos, lo que producimos nos hace artistas. Y después vinieron otras preguntas ¿quiénes son artistas?, ¿cómo producen?, ¿en qué condiciones?, ¿cómo es su obra?­. Decidimos salir a conocer a otrxs artistas y ahí empezamos a invitarlos a que nos muestren su obra y taller. Fuimos al taller de Silvina Cavallaro, al taller de Julia Dron, al de Ro Barragan. Y a partir de ahí también empezamos a relevar muestras y lugares de exhibición, fuimos a Botánica y a la galería NN. Y un día caímos en el Museo Pettoruti y justo había una muestra de Julien y Sofía Finkel que se llamaba X100PRE y nos encantó. A Pablo, uno de nuestros agentes, le empezó a interesar y a relevar todas las muestras de Microespacio. Durante todo un año escribía y dibujaba sobre lo que sucedía en ese espacio. Relevo las muestras de Santiago Gasquet, German Paley y Nicolás Martella, entre otros. Guille Mongan, Mariana Moreno e Inés Eliçabe (Nechu) los acompañaban. A partir de esos encuentros, nos ofrecen inaugurar la temporada de microespacio. Una cosa es estar en secreto y otra cosa es ir a un Museo. No podemos esperar que el museo resuelva las injusticias que el mismo museo genera. Por eso lo entendemos como una fisura y la posibilidad para mostrar lo nuestro, después nos vamos y listo. Hay un juego con relación a cómo llegar y unas de las cuestiones que me pareció interesante era la figura del curador. Me preguntaba a quién llamar y ahí inmediatamente pensé en Mariela Scafati. Me gusta ella y su obra, siento empatía por su trabajo. Tiene capas de profundidad como Gaya. Guille me contactó y le dije ¿te puedo mandar un audio de Whatsapp eterno? Se re-copo y vino con Daiana Rose durante todo el verano, pusieron confianza, amor, tiempo.

GAYA en microespacio son:
Emilce Aranda Acosta, Raúl Alarcón, Gustavo Bochatón, Claudia Cuello, Carlos Alberto Maderna, Bernardo Pérez, Agustín Protto Blanc, Carlos Recchiuti, Carlos Garnica y Pablo Verdecanna.

Artistas invitados: Ro Barragán, Juan Bruto, Silvina Cavallaro, Valeria González, Dani Lorenzo, Andrea Nuzzembaum y Mariela Nuzzembaum. Colaboración: Daiana Rose.

Curadores: Mariela Scafati y Javier Samaniego García

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