Riña

por Fran Stella

dibujo por Lino Divas

Un primer nivel de la Casa como idea/imagen arquetípica refiere al refugio, al hogar, a lo que protege. En un plano estructural, la Casa separa el exterior del interior, excluye aquello que está afuera porque representa una amenaza. En un nivel que podríamos llamar inmaterial, la Casa es también una metáfora del “yo” como estructura psíquica, en tanto lo que nombramos “yo” separa aquello que está afuera nuestro, que no somos, de aquello que está dentro nuestro, que sí somos. Eso no quiere decir que toda casa sea efectivamente un refugio: para muchas personas, el verdadero peligro está dentro del hogar. Del mismo modo, podemos preguntarnos en qué sentidos puede la identidad ser insegura.

En la muestra Riña, de Yoto y Alan en Galería Gascón, la idea/imagen de la Casa no se nos presenta como algo entero; no podemos sentir continuidad al recorrerla, no podemos rodearla en su totalidad por fuera ni girar en su interior para observar cómo se articulan sus distintos ambientes. Al entrar a la sala, en cambio, observamos una dispersión fragmentaria que, de forma centrífuga, se esparce por las paredes: el baño, la habitación, la biblioteca, el frente, el inodoro, la cocina, la cama, la televisión, el espejo, el teléfono. Si esta casa es metáfora del “yo”, lo es de uno fragmentado. Los cuerpos deformados, amasados, desproporcionados y desmembrados en las cerámicas de Yoto parecieran dar cuenta de un desgarro interno. El cuerpo humano en los objetos de Alan aparece tieso, posando, desvaneciéndose o aplastado por el peso plomizo de algo que no llegamos a ver.

No hay en toda la muestra cuerpos en compañía de otros cuerpos: la única compañía animada parecieran ser la sangre y los reflujos estomacales que retornan sobre la familiaridad de lo doméstico, encantándola, poniendo sobre la mesa un vacío y una angustia existenciales difíciles de llenar solamente con fluidos. En esta aventura fantástica, la Princesa —nos dice una de las obras de Alan— contempla en cuatro la televisión, fascinada quizás con las imágenes que emanan de ella como la melodía que amalgama la muestra: un sonido infernal, hecho de residuos de ciudad heterogéneos, contradictorios y fragmentados también. Si nos dejamos llevar por lo que otra obra de Yoto nos informa, de la televisión no emerge otra cosa que violencia. Pero no nos engañemos: detrás de la televisión que observa la Princesa, está escrita la palabra “Dios”.

Sin embargo, dicho así solamente, excluimos de la muestra algo igual de importante: a la sensación plomiza y desahuciante la acompaña todo el tiempo una especie de vibra celebratoria risueña, quizás incluso emancipatoria, posible si en vez de forcejear con lo que pareciera imponerse le diéramos consentimiento. Al parecer, la primera riña es con el mundo como lo conocemos y si en vez de quejarnos le cantamos retruco la opresión puede ser vehículo de otra cosa. “Sonría, lo estamos juzgando”, reza una de las obras. Pero ¿Quién juzga a quién? ¿Qué es aquello que se impone?

El 9 de abril, pocos días después de la inauguración de Riña, el Fondo Monetario Internacional aprobó el último préstamo a la Argentina negociado por el gobierno de Javier Milei. Más allá de incluir el contexto social, político y económico que estamos atravesando tanto local como mundialmente como un factor que atraviesa y afecta los modos de subjetivación, me interesa subrayar que una Nación, al igual que la Casa y el Yo, también es una estructura que traza un borde que excluye para “proteger lo que está adentro”. La sincronía temporal de la muestra con estos hechos políticos y económicos refuerza, a mi entender, la hipótesis de que el interior muchas veces es peligroso. 

Maese Eckhart, teólogo y filósofo alemán del siglo XIII, planteaba que “cuando el alma quiere experimentar algo, lanza una imagen frente a sí y la atraviesa”. En un juego especulativo que requiere suspender los resquemores que la palabra alma puede suscitar y que requiere que imaginemos una voluntad colectiva que a través de Yoto y Alan lanza una imagen frente a nosotrxs ¿Por qué querríamos atravesar la experiencia de la que dan cuenta lxs artistas en esta muestra?

En el texto de sala que la acompaña, Lola Lamar se pregunta cuántos metros cuadrados hacen falta para salirse de unx mismx y se responde, en lo que parece ser un rumiar mental que intenta digerir lo indigerible, que la riña es una forma de agotar lo que tortura desde adentro, un paliativo para la soledad que corroe, también desde adentro, y que pone afuera, en el vecino desconocido, la amenaza de lo diferente.

Quizás sean esos los sentidos en que una identidad puede ser insegura: un modo de reafirmarnos en lo que nos gusta y colocar afuera, en lx otrx, aquello que nos resulta insoportable. Entonces, la segunda riña es enfrentamiento uno a uno y a la vez, un magnetismo por lo diferente que quizás pueda trascender la pelea territorial por imponerse y convertirse en un modo de ir a buscar aquello que proyectamos afuera. El desgarro es inevitable: debo dejar de ser quien creo ser para que me quepa lo extranjero.

Me atrevo a decir que la experiencia que vale la pena atravesar es la de sostener, justo al lado de la posición de víctimas de un sistema que nos desgarra, un modo de constituirnos a la Frankenstein, de hacer trinchera política en el injerto vincular. La casa no puede ser recorrida en su totalidad de manera continua porque al colapso del capitalismo le corresponde, adentro de cada quien, el colapso de una estructura que no acumula riquezas pero acumula sensación de identidad: el “yo”. Esa es la imagen que nos devuelve el espejo negro de Yoto: no podemos acumular indefinidamente la sensación de ser cada vez más quien creemos ser.

La fantasía de ser uno con nosotrxs mismxs mientras nuestras vidas se quiebran a fuerza de deudas eternas que no pagaremos jamás no es más que eso: una fantasía. Si al anhelo de síntesis sin conflicto y de coherencia identitaria le acercamos la posibilidad de una identidad en riña consigo misma, quizás algo nuevo sea posible. Riña como deseo de recuperar lo diferente y de alojar lo extranjero; riña sinónimo de heterogéneo y fragmentado y, por eso mismo, disponible para ser rearticulado una y mil veces, como los juguetes con los que juegan lxs niñxs. Todo esto en los intersticios que quedan entre cada anuncio del vocero presidencial.