Boletería de la gratuidad

Boletería de la gratuidad[1]

x Pablo Rosales

“Al final los caretas ganaron”

Sergio de Loof [2]

 

¿Era esto realmente necesario? El mandamiento dice “santificarás las fiestas”, como creyente en el Arte Argentino aquí me encuentro en la hora de honrar las fiestas mayas del arte Porteño contemporáneo. Son las campanas de ArteBA las que suenan. La Feria de Arte de Buenos Aires que es mucho más (y en cierto sentido, mucho menos) que una cita mercantil anual para las artes visuales locales.

Mi incomodidad al abordar esta colección incompleta de recuerdos y anécdotas comienza justamente con ser fiel a este calendario ferial. ¿Una vez más empujando la rueda que quizás traiga algo de agua para nuestro molino artístico? Participé varias veces en ArteBA. Siempre “me fué bien” (es decir, vendí). Participé también en una ocasión del reconocido Premio Petrobrás-ArteBA (hoy extinto). Gracias ArteBA. No Regrets!

Sin embargo de tanto en tanto se escucha el lamento: ¡Ay!, ¡si hubiera una Bienal en nuestra ciudad! ¡Cómo las cosas serían de otro modo entonces! Por lo pronto tenemos el “es lo que hay” y “más vale pájaro en mano…”
Nostalgias

Algo así como mi primera obra, o intento de obra, fue una publicación de pequeño formato llamada “Inocencia”. Era una colección de dibujos abstractos y poesía visual. En aquel momento funcionó un poco como carta de presentación: llevaba impresa mi dirección de E-mail (jorgeglusberg@hotmail.com) . En plena era de la información y las telecomunicaciones, eran los tiempos del precario dial-up. La edición terminaba con la frase “yo soy Pablo Rosales y te deseo felicidad”. La primer parte de esta frase era veraz, el remate me parecía una hipocresía necesaria en mi urgencia de establecer nuevos vínculos laborales y afectivos.

Inocencia era una compañera de estudios de la Escuela de Bellas Artes. Yo estaba interesado en ella. Teníamos diálogos sobre “lo moderno” (y lo “ultramoderno”), sobre “lo último”, (digamos “lo más contemporáneo”). Yo por supuesto, me manifestaba en contra, ella, a favor. (Inocencia había vivido un año en Berlín). Peleábamos, ella ganó. Con Inocencia algunas veces nos encontrábamos en ArteBA, la libreta de estudiante nos permitía ingresar gratis, aceptábamos la invitación del “sistema” en carácter de espectadores “interesados” con cierta expectativa de convertirnos en futuros “actores del campo artístico”. Voy a hablar sólo por mí diciendo que este interés en el mirar modificó mi gusto. Entonces, y sólo entonces, mi hacer (adaptándose a este nuevo gustar), lograría ser, y gustar a su vez, atrayendo la mirada de lo igual-otro. ¿Suena complicado? Tanteando en el vacío, exorcizando el miedo y lo feo, “considerando” lo Otro, construí una gramática, que al fin sería personal. Que sería llamada “de mí”. ¡Qué confesión!

En aquellos tiempos buscábamos en la Feria las pinturas de Kuitca. Las galerías de Brasil traían los cuadros de Guillermo, incluso aquellos de los años 80, ¡los más preciados!.[3] Estas galerías paulistas traían también otras cosas: recuerdo a Inocencia fascinada por dos bolas de peluche marrón, juntas casi tocándose en el suelo, “me enamoré” me dijo, estando los dos en cuclillas en el piso, refiriéndose a la obra del artista brasileño. Anoté el nombre de este artista en algún cuaderno. No sé si me gustaba o no (la obra), creo que lo que me gustaba era la situación. El situacionismo, lo relacional, la experiencia del tiempo presente que privilegia la mirada estética contemporánea que comenzaba a asumirse en aquellos años.

Inocencia era una compañera de estudios de la Escuela de Bellas Artes. Yo estaba interesado en ella. Teníamos diálogos sobre “lo moderno” (y lo “ultramoderno”), sobre “lo último”, (digamos “lo más contemporáneo”). Yo por supuesto, me manifestaba en contra, ella, a favor. (Inocencia había vivido un año en Berlín). Peleábamos, ella ganó.

 

Utopía

Con el ya unánimemente considerado mítico, espacio Belleza y Felicidad, participé varias veces en ArteBA, pasamos por unos cuántos barrios jóvenes, y una vez por el barrio viejo. Recuerdo los desmontajes esperando un flete atascado en una larga fila de otros fletes y todo terminaba a las dos o tres de la mañana intentando conseguir una pizzería abierta, no pocas veces el flete no llegaba y uno buscaba compartirlo con algún compañero del barrio. Hay quién llegó a cambiar de galería en la urgencia por encontrar un flete digno. El tema era llegar pronto a casa, estábamos cansados. Esto me preparó para mi “momento” Premio Petrobras, sin dudas el flete más grande y largo de mi vida.

Pareciera que llegada de Belleza al Barrio Viejo fue forzada y no respetó sus tiempos. Belleza y Felicidad, debe estar siendo objeto de historización por estos días así que no voy arriesgar aquí hasta qué punto los momentos evolutivos que la Feria le proponía al espacio no coincidieron con la naturaleza del proyecto que necesitaba la autonomía de su espacio y tiempo propios para ser. Vincular el fin de Belleza y Felicidad como galería y espacio de arte[4] a la experiencia de la feria, es terrible ¿no es acaso darle demasiada relevancia al problema de la venta que en definitiva es una porción menor de la economía libidinal del medio artístico argentino? También es cierto es que no sólo las ventas efectivas de obra hacen a un mercado de arte y que existen también operaciones simbólicas o un mercado de prestigio con su propio peso. Ya dijo el profeta que  “no sólo del hombre vive el pan”.

¡Las fiestas que se hacían antiguamente en el propio predio de La Rural la noche anterior a la jornada de cierre de la exposición, era tan buenas que se prohibieron! Recuerdo un 25 de mayo, comiendo un locro con champán, fue la primera vez que observé la placa de bronce que dice “Pabellón José Alfredo Martínez de Hoz”. Afuera en un rincón un compañero hacía una fogata y quemaba, en un ritual personal, algunos dibujos con los que ya no comulgaba y que lo había hecho conocido unos años antes.

Fin y vuelta a empezar

Hoy ya no vemos cuadros de Kuitca en ArteBA. ¡¿A dónde habrán ido?! Dicen que me fui de mi barrio joven, que ya no se me ve allá por la calle Guardia Vieja, pero, ¡si siempre estoy llegando! En plena era de “profesionalización” de los artistas, de consolidación del paradigma del Arte Contemporáneo, y de proliferación dudosa de cursos y posgrados en artes visuales se han abierto tantas nuevas galerías como nunca antes. Nunca, tampoco antes, habían cerrado tantos espacios como en los últimos tiempos. De hecho muchas de las galerías que representaron al arte contemporáneo, (emergente, joven, actual, posmoderno), hoy ya no están. Me ahorro la lista de nombres, mencionaré como ejemplo a Jardín Oculto, porque a ella pertenecí honorablemente.

Mientras ArteBA no para de crecer aumentando ventas, visitas ilustres de curadores y galerías del extranjero, dando lugar a propuesta cada vez más experimentales y diversas, acompañando así a la “tendencia bienalizante” de otras ferias de arte en el cosmos, las galerías que fueron tapas de suplementos dominicales y revistas de decoración como sinónimo de lo nuevo en artes visuales durante los últimos años, hoy se desvanecen en el aire.  Se dice que el arte contemporáneo y su estética de la desmaterialización es coherente con la apoteosis de la economía de mercado y la dinámica volátil del capital financiero. No voy a profundizar en este sentido porque no tengo herramientas teóricas, pero es posible que la desaparición de las galerías, el que las mismas resulten tan pasajeras y frágiles como los propios artistas que encumbran, sea un síntoma afín a la esencia de “lo contemporáneo” en arte.

Se suele mencionar a la feria como una ocasión de alta visibilidad y esto sólo pareciera justificar la participación de todo el colectivo artístico. Pero existieron casos de obras invisibles que sumadas a la mirada deformante de los medios masivos de comunicación produjeron fugas de sentido totales. Me gustaría mencionar la obra de Seth Wulsin quién expusiera en la edición 2010 de la feria en la galería Miau Miau. Seth es un artista estadounidense que vivió entre 2005 y 2010 en Buenos Aires y realizó diversos proyectos como la gran intervención en el edificio de la Cárcel de Caseros en 2006 (aparecidos y , o su obra Time drops en decay realizada durante su estadía en la residencia El Basilisco[5], de avellaneda, una de cuyas piezas fue expuesta en la edición 2010 de la Feria. La obra de Seth es enorme y de esquiva visualización suelen ser monumental y modular generalmente nos enfrentamos a sólo una parte de un conjunto o un proyecto mucho mayor. Esta breve mención y homenaje va para todos los proyectos y obras que no caben en la feria o que fugan al infinito como la obra de Seth.[6]

 

[1] título imitado de un cuento de Macedonio Fernández.

[2] Fuente: Facebook, año 2014.

[3] Recordemos que la retrospectiva de Kuitca se retrasó durante la década de Glusberg hasta después de fundado el MALBA en el 2003

[4] El local de la esquina de Guardia vieja y Acuña de Figueroa sería sólo un capítulo de una aventura que iba a continuar en Villa Fiorito ya lejos de la Feria de Arte que hoy nos convoca.

[5] http://www.elbasilisco.com/residencias.htm

[6] Para conocer la obra de Seth Wulsin dirigirse a Wikipedia o a sethwulsin.com

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