El heredero esponja

x Ignacio Barsaglini

En la innumerable cantidad de empresas inútiles que realizamos a lo largo de nuestra existencia, yo me fijé una que era comprar todos los títulos que un autor de literatura publicara. Empecé con Cesar Aira. Al tiempo de trascurrido unas 10 o 15 novelas dejé el proyecto trunco, obstruido, corrupto. Aira me había aburrido o simplemente se repetía incansablemente. Empecé de nuevo esta fútil tarea con Pablo Katchadjian. Pienso que Katchadjian tiene un plan detrás de lo que denominamos obra. Aprendí un poco eso, de ver entrevistas de Aira en las cuales señalaba que sus novelas hacían un gran cúmulo, una obra total. Como decía, pienso que Katchadjian tiene un plan sobre eso que se discute acerca de la obra. O si no lo tiene, lo disimula muy bien y hace que yo (lector) compré sus libros, tal cual aparezca uno nuevo o uno viejo si es que no lo tengo comprado. En esta nueva inútil tarea, con Katchadjian se facilitan un poco las cosas a diferencia de Aira, P.K tiene solo publicado unos 8 o 10 libros. Creo tenerlos todos menos El Aleph engordado y El Martín Fierro ordenado alfabéticamente. En un nuevo libro titulado La libertad total (Editorial Bajo la luna, 2013), P.K establece nuevamente un contrato tácito con el lector. El juego de estirar los márgenes por los cuales el lenguaje se discurre parece ser un terreno fértil en el que Katchadjian juega novela a novela, con mayor inteligencia o precisión o audacia o picardía o intelecto o abstracción. Sus novelas parecen ser un enclave que nos invita a preguntarnos: ¿qué tan esclavos somos del lenguaje?, ¿no seremos acaso un puro lenguaje, una lengua viva de infinitas mezcolanzas, códigos, brebajes o abstracciones?

Como bien sabemos por el famoso lingüista Ferdinand de Saussure el lenguaje es un tesoro depositado en la mente de cada uno de los hablantes y si esta afirmación es verdadera entonces… … … entonces el trastocamiento que hace P.K del lenguaje en cada una de sus novelas podría ser valedero para emplazar cuestiones existencialistas sin hablar directamente del existencialismo. Una crítica certera podría afirmar que lo que hace Katchadjian ya lo hicieron otros, grandes encumbrados popes de la literatura; jugar con las formas del lenguaje, destrozarlas, yuxtaponerlas, acuñarlas, mezclarlas, etcéteras, pero es también bien cierto que yo no soy un crítico literario, ni un académico, ni nada de eso. Soy tan solo un simple lector que disfruta de la lectura como habito ocioso, hedonista, que al igual que Katchadjian, se pregunta a sí mismo, ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?, y en esta tarea inútil que es la lectura uno se acerca, quién más, quién menos, a la «resolución» de los enigmas existenciales, ¿quiénes somos y por qué estamos acá?

Además a mí los libros viejos me dan picazón en las manos y el olor me asquea.