El sueño lúcido en supremacía
Por Tatiana Julio
Dibujo por Leo Estol
En 1999, vimos a Neo transitar por primera vez entre la Matrix y el mundo real. En 1960, Jean-Luc Godard capturó el anhelo de trascendencia en una frase inolvidable: “Convertirme en inmortal y luego morir” (Devenir immortel, et puis, mourir)¹. En 1985, el Dr. Brown y Marty McFly nos llevaron en un viaje a través del tiempo a bordo de un DeLorean; bastaba con alcanzar las 88 millas por hora para transportarnos al momento que deseáramos vivir. Ese mismo año, en su película Brazil, Terry Gilliam exploró los sueños, frustraciones y alucinaciones de un oficinista atrapado en un mundo gris y asquerosamente burocrático. Un poco más atrás, en 1927, surgió una de las obras icónicas del cine futurista y una clara muestra de lo que es la explotación laboral, la gran Metrópolis, de Fritz Lang.
Recién inaugurado el año 2025 y estamos a la deriva. La vida cotidiana se ha transformado rápidamente en una imagen con pinta de meme: casi caos, casi estabilidad, casi humanidad, casi inhumanidad, ¡Hang in there, baby! Somos el reflejo de todos los imaginarios que nos anteceden, preocupaciones bastante similares, incomodidad, ajetreo, competencia e incompetencia. La diferencia radica en que las soluciones que antaño fueron ficción son ahora realidad.
Entonces, ¿para qué hablar de todo esto, si es lo que vivimos a diario? Al final, más vale pájaro en mano que cien volando.
El pasado y el presente del mundo virtual
Hace casi dos meses se inauguró en Malba la muestra El futuro no es sueño de la artista Cao Fei, un espacio que nos lleva a cuestionar algunas de las características fundamentales de lo que entendemos como realidad, algo que, quizá, ya no estamos en condiciones de poder diferenciar.
Cuando hablamos de lo virtual y del metaverso, la idea sigue asociándose a términos como fantasía, utopía, magia o ilusión. Existe una falsa perfección, quirúrgicamente elaborada, que hemos vinculado a la web y a lo virtual, y que nos ha mantenido ciegos, estúpidamente enamorados durante las últimas dos décadas.
Y no, no es algo romántico ni mucho menos positivo.
En este sentido, las obras de Fei son el momento culmine que encarna el dilema entre tomar la píldora roja o la píldora azul que nos conducirá a dar el siguiente paso como humanidad. Este despertar surge cuando palabras como guerra, pobreza, agotamiento y explotación irrumpen en nuestra conciencia, exhibiéndose como el reverso inseparable de cada mínimo gesto que transita la web. Lo queramos o no, estas obras nos muestran que no podemos seguir confiando en la ilusión de refugiarnos en ese espacio de confort que, en silencio, nos arrastra cada vez más profundo hacia la miseria que habita ambos polos de la realidad.
Ciudad RMB (2007), i.Espejo (2007) y Entrevista con China Tracy en Tonight Live (2009) son un colchón de estabilidad mental que, sin alardeos ni rodeos, traducen nuestras ansias por habitar un espacio más amable con nuestras nuevas necesidades de escapismo. Salimos con 2% de batería y, claramente, sin ninguna certeza, pero lo importante era salir. Así llegó Second Life a nuestras vidas.
Manufactura + Globalización = Urbanización y Distopía
Aunque algunas de las imágenes utilizadas por la artista son ahora casi vintage, todavía podemos reconocer algo de nuestra existencia en esa fase inicial que logró congregarnos y someternos a otros códigos de comunicación, códigos que dieron paso al dominio de un sueño lúcido en supremacía.
La caída fue en cámara lenta.
Los comerciales, la publicidad, internet y, ahora, los influencers nos presentan a diario un mundo sacado de ficciones. Aquí –aclaro brevemente– no juzgo el medio de representación, sino la representación en su calidad de ilusión masiva: un lavado de cerebro que aún resulta difícil dimensionar.
¿Utopía de quién? es la pregunta que se hace Fei en el año 2006. El paso hacia la segunda sala de la exposición, nos extrae lentamente el alma y el corazón. Pero, como dicen, para apreciar ciertas obras de arte es necesario dejar esos pensamientos a un lado.
Rumba II: Nómade (2015), Asia One (2018), 11.11 (2018), Hip Hop: Cantón (2003), Hip Hop: Guangzhou (2003), Hip Hop: Fukuoka (2005) y Hip Hop: Nueva York (2006) nos ofrecen varias –suficientes– pistas sobre el momento en que nuestra empatía comenzó a extraviarse.
El virus silencioso del libre mercado, ese hábito predeterminado que está lejos de ser un reflejo de nuestra verdadera libertad. Estas obras ejemplifican cómo el modelo neoliberal condiciona nuestra existencia, al mismo tiempo que trata de ocultar el encierro y sacrificio esclavizante de innumerables trabajadores. Están ahí, presentes cada día, sueños atrapados y consumidos en interminables jornadas laborales que no dejan lugar para nada más que el agotamiento. Mientras tanto, nosotros desde casa, seguimos scrolleando para descubrir qué hay de nuevo en TikTok.
Memorias del Socialismo y Sci-fi
No podemos escapar.
Todo lo que fue parte del pasado regresa para reafirmarse a sí mismo. Esto ocurre tanto en los aspectos más banales de la condición humana como en aquellos que son cruciales para definir nuestra forma de estar en el mundo. No se trata de entrar en debates filosóficos; basta con decir que esta condición –históricamente– se ha manifestado a través de dos estructuras fundamentales: la recursividad y la contingencia.
Quince años después del nacimiento de China Tracy y la Ciudad RMB, somos testigos de cómo todo regresa a sí mismo, transformado precisamente por nuestra contingencia. OZ (2002), DUOTOPÍA Vol. 2 (2024) y DUOTOPÍA – 1.ª edición (2022) son las obras que dan forma a un nuevo avatar y una nueva ciudad, ambas nos acercan al título de esta exhibición, “el futuro no es un sueño”, sino más bien un respiro y una oportunidad. Un viaje hacia todo lo maravilloso que somos capaces de crear.
Mientras tanto, con un delicado equilibrio entre ficción y realidad, Meta-mentario (2022), Hongxia (2019), Cine Hongxia (2019) y Nova (2019) fueron las piezas escogidas por la artista para cerrar el recorrido y, de esa forma, traernos nuevamente a aquello que denominamos realidad.
Tras una vuelta por el universo(s), Fei nos demuestra que todo es posible.
Al igual que Neo, podemos transitar entre el metaverso y el espacio físico. Hemos alcanzado una forma de trascendencia significativa, quizá no como imaginó Godard, pero hoy nuestra imagen permanece imperecedera en la virtualidad. Podemos explorar el pasado, habitar el presente y proyectar futuros que tal vez nunca creímos posibles, tal como lo hizo el Dr. Brown. Sin embargo, también cargamos con su reverso y vivimos, claramente, en algún lugar entre las distopías imaginadas por Gilliam y Lang.
En conclusión, los modos de existencia actuales son aparentemente irrevocables; por lo mismo, es importante que no nos sigamos deshumanizando, perdiéndonos en este espacio infinito. Si con los años nos hemos identificado cada vez más con la ficción, al menos que valga la pena. Quedémonos con algo bueno y entendamos, de una vez por todas, que siempre y sin importar lo que pase “el mediador entre el cerebro y las manos ha de ser el corazón.”
¹ “À bout de souffle” (1960), Jean-Luc Godard.