¿De dónde viene la dignidad ineludible?
Por Bár Midley
Dibujo por Carrie Bencardino
La sala es amplia y con luz fría. Las paredes en composé son celeste pastel, pero no reparo en ellas hasta más tarde. Lo primero que se me viene encima son cuatro gigantescos cuadros que las cubren de esquina a esquina. Un cuadrilátero de óleos con una estética austera y contemplativa, desde donde miran, sin pudor, personajes que oscilan entre la pose y la declaración.
Hago un rápido paneo 360. Quiero capturar las primeras impresiones. Sé que estoy ante algo fascinante. Lo sé porque mi cuerpo se ha transformado ahora en una enorme masa esponjosa dispuesta a absorberlo todo. Tan pronto como comienzo el recorrido, me basta con agudizar un poco la vista para descubrir, con total asombro, que todo se descompone en colores arrojados al fulgor de pinceladas ligeras, reacias a las correcciones. Puedo sentir la inmediatez de le artista. Son trazos que dejan al descubierto la carne agitada, enérgica y, a la vez, condensan en cada contorno difuso una oda a la deformidad. Una búsqueda consciente de anomalía.
Sobre los lienzos los personajes están ubicados, cinematográficamente, en diferentes sitios del encuadre, puestos allí para observar y ser observados; así como suele hacerse en la fotografía de moda o en la pintura holandesa del siglo XVII. Y que, al igual que éstas, contienen algún mensaje a descifrar. Los miro hipnotizada. Todos, a su manera, ostentan una gracia excéntrica, una obstinación insolente llena de misterio. ¿Quién es toda esa gente? ¿Cuál es su historia? ¿Qué es lo que la vulnera? ¿De dónde viene la dignidad ineludible que transmiten en estas obras? Por un momento me siento dentro de una película de Jim Jarmusch. El aura cool y despreocupada que emanan los personajes de Carrie Bencardino me provoca la misma curiosidad que los de Mystery Train o Stranger than paradise: parecen tan despojados de aspiraciones convencionales, que podrían caminar con el mismo glamour bajo el sol celestial de una isla remota o en la oscuridad agónica de calles desangeladas.
No tengo dudas de que estilo es el carácter. Y se alcanza cuando una prenda no te explica, te muestra, porque es la expresión exacta de tu mentalidad. ¡Y qué manera tiene Carrie de mostrarnos esto! Vestidos de terciopelo, camisas de seda, botas texanas, sacos de paño, bodies trenzados, medias caladas. Con una técnica exquisita a base de brochazos distorsionados, logra reproducir una variedad de texturas muy sofisticadas. Pero hay más. Carrie Bencardino les inyecta a sus criaturas una actitud tan manifiesta que pareciera decirnos: “No vayas por todo, vas a terminar siendo una copia de todo. Andá por lo que va con tu esencia, con tu sentir, con tu forma; aún cuando nadie lo acepte; aún cuando a causa de eso amenacen con exterminarte”. Tal es la impronta emocional que estos personajes detonan en quien lxs mire.
Hay algo en la vulnerabilidad de ser mirado que funciona entre la conciencia y el riesgo. Algo así como un estado de presencia expandido. Un yo ocupando un espacio más allá del cuerpo. Una fluidez involuntaria que juega con la posibilidad de ser cualquier cosa. Desde esta perspectiva pueden ser leídas estas obras. Le artista libera la forma a tal punto que aun cuando desdibuja los rasgos físicos, el carácter performativo de sus personajes se evidencia en su lenguaje corporal y gestual.
Si, tal como dice Wim Wenders, todos los grandes pintores nos enseñan a ver, es indudable entonces que el arte de Carrie Bencardino construye en la mirada una estrategia para dar cuenta de la alteridad. A través de un repertorio de sujetos reales e imaginados, subvierte el sistema de operaciones de invisibilización que atenta contra las diferencias, al tiempo que las enaltece con exageración, reivindicándolas.
En Una Remera No Negra, le artista indaga sobre el inobjetable carácter cultural de la vista al trazar una continuidad entre el cuerpo animal y social. Y, al hacerlo, reflexiona de mane crítica sobre las posiciones de subalternidad en un contexto caracterizado por la decadencia moral y espiritual. En otras palabras, Carrie Bencardino pone de relieve la dignidad que habita en la diversidad humana, y nos invita a verla.