El cuerpo latente

Por Sebastián Vidal Mackinson

Dibujo por Lino Divas

Caminar y deambular, atender, escuchar, distraerse, abstraerse. Mover la cabeza, ver si la mente sigue el ritmo frenético de los ojos pensando o estimulados en deriva y acudir al espíritu, esa entidad que puede o no tener cuerpo.

Se acomodó. Se dio cuenta de que tenía límites, de que estaba en un espacio con límites, mejor dicho. No entendía con exactitud cuáles y de qué estaban hechos. Estaban, de todas maneras, pero supo que se corrían a medida que se movía, que al trasladar su cuerpo se arremolinaba el aparato de imaginación que lo aloja.

Imágenes, videoclips, fantasías, lecturas, fragmentos, stickers, música, materiales a y en cada movimiento. El tiempo, la mirada y la imaginación en colisión, en competencia, pecheándose por a quién se le vería antes. Dislocándose uno del otro, como si pudieran. 

Sale líquido de mi se da a ver en un espacio que habilita a una serie de muestras en algún lugar. Ocupa su piso, sus paredes, sus intersticios. Elementos y materialidades de la estructura de lo urbano. Hierro y plomo. Elementos y materialidades de la estructura de lo cotidiano. Plásticos y porcelanas. Elementos y materialidades de la estructura de lo natural. Plumas y floras. Una operatoria que parece despreocupada y mirada y cuidada y apreciada en reunir artefactos que deberían ser disímiles. Todo adentro y todo afuera. Todo afuera, pero todo adentro. Elementos que no tendrían que estar en ese espacio porque se alojan entre paredes, porque se guardan en alacenas, porque son basura, porque su lugar es la calle, se encuentran en puntos de ánimos. Son elementos que construyen artefactos por una operatoria de encuentro entre objetos ya inútiles.

Se volvió a acomodar y en su movimiento sintió que bailaba al ritmo de una canción que había escuchado hace tiempo y creía que había olvidado. Los pies se movieron y ondulaciones rítmicas subieron por las piernas, cadera, cintura, torso y brazos. Movió primero su rostro y, luego, la cabeza cuando se aceleró el ritmo de la música. 

Supo que de límites y de cuerpos se sale por el mismo cuerpo. Que el movimiento es un límite y que la mirada una gran herramienta falible. De ese contorno salió líquido y entendió que todo es momentáneamente.