Una fiesta es una obra de teatro donde no se puede traicionar al personaje

Por Flor Cugat

Dibujo por Antolín

1. “Sentimientos” y “Cine Lorca” son dos obras de Bruno Gruppalli, que pertenecen a una nueva serie de pinturas de gran formato, realizadas a lo largo de este año en su taller del edificio Harrods, sobre la calle Florida al 800. 

2. Ambas pinturas responden a una nueva búsqueda del artista, quién ha trabajado la corporalidad en diferentes modos e instancias, comprendiendo diversas dimensiones y materialidades. Por momentos, de forma más sintética, abstracta e instalativa. Por otros, más próximas a lo figurativo: desde la escultura y la performance. Así, lo que recorre su producción, su punto de partida o de llegada, es el cuerpo, el suyo o el del otro. El modo en que se mueve, la pose y la postura como forma de ser y estar. Ese gesto, su teatralidad, lo que se lleva puesto, el detalle que viste e identifica. 

3. Este nuevo cuerpo de obras está conformado por retratos, en su mayoría encuadrados en plano americano o entero. Cada una configura distintas escenas, en las que uno o más personajes son retratados sobre fondos plenos de colores neutros: azul petróleo, borravino, berenjena, verde seco, bordó y azul noche. Miran a cámara o la esquivan, posan de a uno, de a dos, de a tres. 

4. Algo de esto deviene de su trabajo anterior, en las obras en papel del año 2022, en las que el movimiento rápido de un pincel roto, cargado de tinta negra, habilitaba la forma y el registro rítmico de ese recorrido. En un formato al alcance de la mano, de 70 x 50 cm, aparece el cuerpo, los accesorios, la cara siempre difusa, las botas con taco, la figura sobre el color estridente. La presentación de cada personaje, como si se tratara de un desfile totémico de Kenzo, en el que cada uno se detiene en el momento exacto en el que finaliza la pasarela. 

5. En la obra “Cine Lorca” un hombre espera en una silla rojiza. Está sentando como se sientan los rockeros o los artistas. Es lánguido y mantiene una actitud tan elegante como desafiante. La cara está maquillada con unas pinceladas negras y blancas, grisáceas. Sostiene un cigarrillo sin encender en la boca, uno en la mano derecha y otro en la izquierda. Unos lirios reposan sobre una mesita a su costado, suavizando la escena, aportando algo de sí, en un sentido romántico. Viste una camisa entallada clásica a rayas, un pantalón negro y unas botas de cuero con taco aguja. Todo se envuelve de una atmósfera surreal: son los años 70s en una calle Corrientes que nunca fue, esa que cruza el glam rock y su androginia, en un tiempo detenido entre Londres y Nueva York. Un sujeto en medio de la noche espera una nueva función de cine experimental en el renovado y modernizado ex Cine Lion. 

6. En “Sentimientos” el recorrido del pincel todavía se mantiene, esta vez con suficiente carga matérica como para dejar huella de su paso. El degradé del borravino del fondo revela un claroscuro que le da profundidad al vacío. Esta obra se llama “Sentimientos” y se nos presenta un tanto difusa y abstracta. Una joven nos mira sin ojos, con la cara nublada. El punto rojo que se parece a la punta de un alfiler o a una fresa refiere a la boca: es pequeñísima y está cerrada. Lleva un body color azul eléctrico y unas calzas violáceas, como de bailarina o gimnasta. No hay detalles que definan por donde pasan sus brazos o cómo se dividen sus piernas. Sobre su cabeza reposa una banana, la misma que Andy Warhol diseñó para el arte de tapa del icónico disco de The Velvet underground and Nico. Una de las canciones del álbum dice así: Seré tu espejo, reflejaré lo que eres, por si no lo sabes. 

7. Cada pintura de la serie recuerda al click de una cámara analógica en un evento nocturno o en un estudio fotográfico del siglo pasado, algo de lo que comenzó en los años 60s y continuó en los 70s y 80s. Las cientos de fotografías que dejó Warhol de las noches en la Factory y la forma en que fueron retratadas las personas que pertenecieron a esa escena subcultural. Cada una de ellas, componía un rol, configuraba un personaje, que se resolvía entre la frescura, el extrañamiento y la teatralidad. 

8. En estas nuevas obras de Bruno Gruppali, los rostros se encuentran ocultos, borrosos, desenfocados o exageradamente maquillados, en un guiño al post-punk, la new wave o incluso, a los clowns y mimos. Algunos, se esconden detrás de una máscara, otros develan las facciones del artista. No importa quienes son, están ahí y sostienen una forma refinada y misteriosa, juegan con esa dualidad: “este soy yo pero puede ser algún otro”, “este otro que a la vez soy yo”. Algo de lo que sucede en una fiesta, en un sueño o en una suave pesadilla. Un gesto alegórico en torno a los pensamientos, los sentimientos, y un deseo: que existan. Estas pinturas actúan de afiche de alguna obra de teatro, corto o videoclip. Presentan personajes, como en un juego de roles. Qué historia, qué guión, qué sonidos y qué asunto secreto las une.

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