Como un avión que se fue al cielo

por Maia Gattás Vargas

Empiezo a leer el libro en una playa sin turistas (¿Bariloche en verano se divide entre las playas con turistas y sin turistas?), dí muchas vueltas y finalmente lo conseguí. El libro Twin Otter T-87 me llegó por correo hace un par de días, estaba sólo a tres horas de distancia -aunque en la provincia vecina- y sin embargo, el correo tardó más en llegar que a Buenos Aires. “Tiempos patagónicos”, me escribe Suyai por whatsapp. 

El libro empieza con una pequeña leyenda sobre el pájaro chucao, y ahí me entero que es pájaro de mal agüero. Mientras lo escucho cantar acá mismo, en la playa del lago Moreno, leo que si se oye del lado izquierdo, el futuro viaje tendrá malos presagios. Entonces pienso que dentro de un mes me voy de viaje -un viaje congelado hace un año por la pandemia- y también me doy cuenta que no suelo nunca pensar en accidentes, a pesar de que mi padre haya muerto en uno. Esto es muy diferente para Malén y Suyai Otaño, las hermanas gemelas que escriben a cuatro manos este libro y que también tienen familiares muertos en un accidente, en su caso, sus abuelos. En reiteradas ocasiones aparece en el diario de expedición al Cerro Paleta (lugar donde murieron sus abuelos), la fantasía negativa de la posibilidad de un accidente: “Fatalismo vs. dejarlo pasar” escribe Suyai luego de una larga lista de accidentes imaginarios que, se imagina, le pueden pasar en ese mismo momento. Y también Malén, que sueña que maneja un auto pero sus pies no llegan a los pedales del freno, el auto donde viaja tiene forma de un avión.

Avanzo la lectura desprevenida, y después de muchas páginas me doy cuenta: leo de corrido, como si todo fuera un solo diario, pero en verdad son dos. Las páginas izquierdas corresponden a Suyai, las derechas a Malén. Algo me sonaba raro, la primera persona se confundía, especialmente cuando una hablaba de la otra y yo pensaba que era un juego. Entonces, creo que entiendo la estrategia: es como un espejo invertido, cada diario, cuenta el mismo día, los mismos hechos, de manera distinta, y al mismo tiempo, con muchas coincidencias. “¿Habrá una santa de los aviones?” se pregunta Suyai y, en la siguiente página Malén (le responde): “En el aeropuerto veo una virgen en un pasillo, es negra y tiene una niña al lado con la que comparten el cuerpo. Las dos usan una corona dorada. Tiene unas palabras escritas debajo: Imagen de la Virgen de Loreto. Patrona universal de los viajeros de avión.

No me sorprende esta conexión telepática de lxs hermanxs gemelxs, ya había escuchado hablar de ella. En Bariloche hay dos hermanos gemelos escultores, son unos rubios inmensos que parecen salidos de una serie de vikingos. Eran muy unidos, solían trabajar juntos, hasta que un día se pelearon. Se pelearon tanto que no hablaron por 5 años. Cuando finalmente se reencontraron, descubrieron que en esos años sin hablarse habían hecho los mismos motivos escultóricos, por ejemplo: en el año 2000 ambos tallaban sirenas, en el 2003 los dos exploraron las formas abstractas, y así…

“Nos decían fotocopia, calco, dos gotas de agua, veo doble, son idénticas, son iguales ¿sos vos o tu hermana?” cuenta Malén que les decían de niñas hasta el cansancio (extrañamente, a mi nunca me costó reconocerlas). Parte de la obra artística anterior de ambas se vincula al hecho de ser gemelas y muchas de sus obras son una co-autoría. Hay un video de 2013 donde Suyai entrevista a Malén y hace las clásicas preguntas que todxs imaginamos sobre esta relación de identidades confundidas. “A veces, cuando vamos caminando y vemos nuestros reflejos en las vidrieras, nos confundimos”.

En la historia que aborda este libro, también hay algo en relación a la idea de doble:

El avión Twin Otter T-87 se estrella en el Cerro Paleta, Río Negro, el 7 del 8 de 1977.

Con él acontece la desaparición de los (futuros) abuelos de estas hermanas gemelas que nacen, 6 años después y dos días antes, en el mismo mes de la tragedia: agosto.

Un avión que cae y las dos hermanas, suben a una montaña sin sendero marcado, casi 40 años después, en busca de sus restos. Dicen los habitantes de la zona que a veces las chatarras del avión producen un extraño brillo en las alturas. Varias personas señalan el mismo punto en el paisaje y allá van caminando las gemelas, al brillo.

El libro Twin Otter T-87 es un objeto precioso, es decir, preciado en tanto guarda secretos y experiencias vinculados a la herencia y al duelo. Este trabajo de largo aliento estuvo al cuidado de Ediciones documentA/Escénicas, la editorial cordobesa dirigida por Gabriela Halac. Es un libro y, al mismo tiempo, una pista de aterrizaje para múltiples formas artísticas de abordar un historia trágica y es, también, un manual de supervivencia: ejercicios de escritura, un diario de investigación y proceso, donde conviven sueños, miedos, testimonios, viejas noticias que anuncian “Sin novedad de la aeronave perdida”. 

En 2017 las Otaño reunieron en una casa los materiales que hoy están en este libro -que en ese entonces apenas era un boceto-. Viajé desde Bariloche hasta San Martín de los Andes para hacer el registro fotográfico de ese acontecimiento. En ese entonces el título era “Twin Otter-sobrevivir a la oscuridad”. Me acuerdo de la casa en penumbras, de una carpa donde había unos auriculares y una linterna (¿o quizás la linterna era después?). Me acuerdo de Suyai trepada jugando con la chatarra del avión accidentado, de una proyección que decía “Lealtad”, y de Malén escalando una pared de piedra en un video. Me acuerdo de las personas deambulando, subiendo y bajando escaleras y de la música que bailamos después, cuando terminó la performance y nos entregamos al brindis y a las empanadas caseras.

Y sobre todo recuerdo (un poco por memoria selectiva y otro poco porque “La belleza está en los ojos del observador”), que me impactaron las conexiones simbólicas de la historia: el avión llamado Twin Otter y la gemelidad Otaña, esa fuerte sensación de que “todo está escrito”, de que hay un destino o un tejido temporal muy muy largo que nos atraviesa y une con les antepasades, quizá porque yo misma andaba (ando) dando vueltas a mi historia familiar en esa clave: repeticiones, simbologías, coincidencias.

Las calles del barrio de infancia de las Otaño tenían nombres de aviones como Pulqui, Pucará; los vecinxs eran todos trabajadores del aeropuerto y el barrio Carnaghi llevaba el nombre del abuelo militar porque él lo había fundado. Este mismo abuelo que murió en el accidente aéreo.

¿Se puede rescatar el pasado? ¿se puede desenterrar lo no enterrado?

La respuesta que dan las Otaño es un entrenamiento, poner los cuerpos a lo que podría haber sucedido. Aprender señales para transmitir mensajes de rescate: con fuego, con ramas o en la nieve, aprender a escribir “¿Qué dirección debo seguir?” (K) o “Intento despegar” (△), aprender también, a cargar un cuerpo. En este caso, el cuerpo de la otra, ese cuerpo tan parecido, casi idéntico. Parte de las fotografías que vemos en el libro registran el lugar del accidente y también a un cuerpo-centauro compuesto por dos cuerpos gemelos: Suyai y Malén juegan a confundirse, una vez más, refuerzan su gemelidad, y en la foto vemos una sola cara, pero cuatro brazos y cuatro piernas.

En la dedicatoria del libro las chicas me escribieron: “Compartimos la búsqueda de nuestros antepasados. A través del viaje, la montaña y la historia. Espero que te guste la historia de esta aventura”. Hay pájaros cuyo canto es de mal agüero: el chucao, el jote, la guadra. Pero el pitío canta al buen agüero, anuncia que alguien, llegará, por primera vez, a un lugar. 

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