Lima Bastarda

por Carolina Cuervo

dibujo por Lino Divas

En julio del 2023 nos reunimos por primera vez con Nazarena Mastronardi, para armar un proyecto de lo que sería su primera exposición individual en una galería que eligió especialmente por su vínculo, recorrido y apuesta por el grabado. Desde aquella primera propuesta casi todo sufrió cambios. Cambiamos de presidente, cambiamos de “era” con el avance de la IA, cambió la cotización del dólar varias veces y el precio del cobre, que por un lapso temporal más económico que el zinc, convenía como material para la matriz de grabado. Y como si el tiempo se acelerara y el contexto se oscureciera cada vez más, en vísperas a la inauguración de Lima Bastarda sentenciaron a CFK y EEUU bombardeó Irán.

Así como el contexto, Naza cambió muchas veces de opinión e ideas, viajó a China, y sufrió algunas pérdidas, pero nunca dejó de dibujar. Puso su tiempo a disposición de su obra, de su verdad, o mejor dicho su “mentira importante”, en sus palabras. Su práctica tomó el ritmo del laboratorio: no el del método científico rígido, sino el del tanteo, la prueba intuitiva, la indagación heurística. Así nació un proyecto nuevo, aunque conservando su título y su lugar de exhibición: las dos plantas de la galería ATOCHA.

El potencial de la lima, herramienta que puede tanto perfeccionar como desviar de su origen: limar, lijar, suavizar, pulir, refinar, transformando la materia, encarna en el juego de palabras de su nombre, las tensiones de la propuesta de esta exposición, entre la rigurosidad y la ironía, la solemnidad de la mirada naturalista y del dominio de la técnica y lo desvíado, lo bastardo.

Desde hace muchos años Nazarena se dedica al dibujo botánico, una labor que requiere de una capacidad de observación y traducción al dibujo de mucha precisión. Entre un encargo y otro, el mismo dibujo funcionó como vía de escape para el rigor de aquel de tipo técnico. El humor comenzó a infiltrarse y a transformar aquellas especies en seres degenerados de su origen o naturaleza, seres antropomorfos e imágenes pareidólicas que empezaron a aflorar en sus producciones.

Un día encontró en las mariposas una nueva obsesión. Con obstinación y perseverancia, se propuso dibujar el caprichoso número de 400 mariposas para esta exposición. Esto implicó conformar un vasto archivo, alimentado por manuales escolares, guías de identificación, libros antiguos y nuevos, especímenes disecados comprados por ML y traídos de su viaje a China, stickers, estampas, láminas, souvenirs, fotos de su visita al Museo de las Mariposas del Mundo, en San Miguel, y de las mariposas que encontró decorando vajillas, alhajas, cortinas, etc. Las mariposas remiten a la transformación, al tránsito, a lo estacional. Aunque llenas de color en el imaginario, las que dibujó para la exposición se revelan, casi en su totalidad, en escala de grises, como si hubiera decidido esterilizar la fantasía, llevarla a la mesa de disección y limarla hasta encontrar otra forma de belleza: una belleza melancólica, minuciosa, casi quirúrgica. La belleza del encierro.

La muestra dialoga con el universo museográfico: los museos de ciencias naturales, los de arte, las salas de museos decimonónicos, las vidrieras, exhibidores, y también aquellos espacios inventados para desplegar acervos, tal como el mueble bar convertido en display que forma parte de la exposición. Allí se cruzan el orden y el deseo, la exhibición científica y la picardía. Cajitas para transportar insectos, o instrumentales quirúrgicos, muestrarios, modos de organizar occidentales y orientales. La artista clasifica y rotula a partir tanto de archivos científicos como de catálogos domésticos o vitrinas sentimentales. Heredera de la

bricabracomanie, despliega su acervo jactándose al mismo tiempo de ser una coleccionista y una perfecta falsificadora. Custodia un gabinete fantástico sobre el cual ejerce “la observación y el saqueo” y a partir del cual se abre a “infinitas representaciones del mundo y, sobre todo, de sí misma”. 1

Entre las mariposas, en el despliegue de dibujos realizados sobre una amplia gama de papeles —Fabriano Rosaspina áboreo, Summerset chino, Schoeler de dibujo técnico, entre otros—, una serie de retratos singulares abren otra dimensión en el trabajo. Uno de los primeros, tomado de un caso médico reproducido en un antiguo libro de medicina, al que siguieron dibujos de su hermana, de su gato Pascual, de otros gatos y, más adelante, “autorretratos indirectos” en sus palabras. En todos ellos parece haber un ejercicio de ajuste visual, una tentativa de acomodar el ojo a dimensiones no humanas, afinando la percepción hasta alcanzar el detalle más micro, como si tuviera la capacidad de ver a través de los ojos de un insecto, e imbuir esa mirada a sus retratadxs.

En el sótano —literal y metafórico— de su producción, hay una luz tenue que insiste. Insiste en la técnica, en la miniatura y en el hacer lento del grabado.

Lo raro, como decía Silvina Ocampo, siempre es más cierto.

En una serie de aguafuertes y aguatintas, figuras antropomorfas irrumpen y su existencia como grabados hacen colapsar la seriedad de los archivos científicos con su promesa de verdad, al sugerir un repertorio visual que no pretende ilustrar, sino que produce una forma de observación en autoclave, llena de crudeza y ternura. Su práctica responde a una necesidad al mismo tiempo de hacer y deshacer las cosas de este mundo y de hacer de cada objeto una cápsula de tiempo, de deseo, de herencia futura. Y este gesto incluye un texto-obra, que escribió con ironía y entrega, acompañado por un dibujo, cincuenta diferentes, cada uno copiado siete veces como si se tratara de una tirada de grabado.

1 Negroni, María. 2011. ElegíaJosephCornell. CAJA NEGRA.