Tengo algo para contarles
por Jerónimo Bujman
dibujo por Marcelo Pombo
Hay un chisme en el ambiente. Se siente en las miradas amenazantes, en las risas que estallan el aire después de contenerse en voz baja para no esparcir el cuento. Hay fiebre de noticias entre el público de Mailén Pankonin, donde los chismes son más preciados que el oxígeno que respiran. El rumor electrifica el lugar y si la líbido por este conocimiento fuese una energía podríamos iluminar la pampa entera con una luz eterna.
Pero esa luz se queda acá, en el barrio del Abasto, en el local ya no tan nuevo del nuevo Roseti, y que cuando Mailén entra al salón, logra que toda esa claridad se pose sobre ella, como un sol pero a la inversa. Por eso llenó la escena de veladores con pantallas que entregaban una luz tenue y pareja hacia todos lados, al mejor estilo Intimo e Interactivo de Muchmusic, dejando que el brillo sobresalga de sus propios gestos, de su voz, de su sonrisa cuando tal vez pifia una nota, que nos contagia al mismo tiempo que nos hipnotiza.
Si parece que estoy enamorado no se dejen engañar: es completamente cierto. ¿Quién no se enamora de sus ídolos? Cuando ves un show infinitas veces y no te cansas y terminas a los gritos pidiendo más y más canciones y ella provee como un dealer a las 5 de la madrugada, ¿cómo no te vas a enamorar?. Todos quienes la escuchamos a diario sentimos la droga del amor corriendo por nuestro cuerpo y que ella sintetiza tan bien.
En sus canciones leemos el drama constante del amor: la distancias, los engaños, las escenas, los trucos, las mentiras…el anhelo. Hay algo, entre elegante y mersa, que dan lo mismo sus canciones para sonar entonadas por un coro en el teatro Colón, o por 30 monos sudorosos en una tribuna en la bombonera. Porque habla del amor, atravesándonos como una línea diagonal por lugares comunes, donde nadie se atrevería a reconocerse y sin embargo todos caemos, como no saber hablarle a la que te gusta, o comerte un malflash ajeno en una joda, o sentir que ya no hay nada más después de ese último gran amor, hasta que…siempre puede haber vida para otro romance más. Nos rompe el corazón con tal calidez que podemos sentir como se derrite la miel dentro de nuestro pecho y nos llena de dulzura.
Este fue el último asalto en Buenos Aires hasta nuevo aviso, acompañada de otros músicos que ensamblaron la drama song machine: Luiza, Delfina Peydro, Ana Schimelman, El asesino del Romance invocando al Coro Fantasma, su amiga de hace añares Francisca Amigo con la banda Lenin tiene Hambre y en especial quiero nombrar a Antuantu, con quién viene produciendo sus últimos tracks y ya se palpitan esas nuevas canciones emo porteñas por llegar.
Mientras tanto van a poder disfrutarla con la primavera europea. Se va a una gira, a destrozar otros corazones y si usted lector se encuentra de ese lado del charco, no dude, no vacile, no se niegue a la posibilidad de morir de amor.
Solo ésto quería contarles ¿Ustedes tienen alguna novedad?