Consumir, pasear & reciclar
por Pepo Scioli *
Cualquiera puede comprobar que hoy en la ciudad los momentos de paseo y los momentos de consumo casi no se distinguen uno del otro. Andar por la calle sin un rumbo definido es una posición sospechosa, no sólo para la institución policial. No es la idea comparar al Centro Cultural Recoleta con un shopping (o sí), pero más interesa ver qué está pasando con los momentos de paseo y cómo las instituciones están dando esta batalla simbólica.
El Centro Cultural Recoleta, antes de ser lo que hoy es, fue un convento y un hogar para indigentes. En enero de este año a partir de una reforma, de esas constantes que realiza el gobierno de la Ciudad, el Centro volvió a abrir sus puertas. La impronta es la que ya venía teniendo: un lugar para el “arte joven”. Esta formación discursiva podría cumplir el papel de ser un significante vacío: por un lado, permite la emergencia de un campo de significación; por el otro, todo intento de representarlo fracasa. A partir de la recorrida por el Centro se puede ver la determinación de este campo a partir de etiquetas como electrónica, beyourself, urbanismo, diseño, mashup, remix, art-toys, youtube, diversión, consumo, entre otros.
Cosecha Herida -exposición de Luis Terán junto a Emilia de las Carreras, Julia Padilla, Jochi Labourt, Franco Mala, Nazareno Pereyra y Matías Romano Alemán- es un oasis entre las salas del centro, porque en correlación con lo anterior es una muestra que, a partir de un interés particular de un grupo de artistas, invita a dudar; que, a diferencia de la certeza, no se lleva muy bien con consumir. En la sala se posan texturas brillantes, pinchudas, ásperas, felpudites, suaves, frágiles, resistentes. Es irreductible el salto de las identidades de los objetos al entrar en la composición. Esta pérdida conlleva una incertidumbre, presenta un parate en el tránsito habitual del lugar. Las obras no vienen a copiar el mundo en el que vivimos y presentarse en un espacio que las autorice para ser consumidas. Más bien se presentan apuntando justamente a la autoridad y el poder de quien mira. Lenguas que ya no son lenguas, manos que pueden volar; desafían como partes que son algo más: dicen que una maestra le tapo los ojos a sus alumnos.
Se puede caminar y preguntar “¿qué tal obras? ¿cómo están?”. Se escuchan idiomas dificiles de entender pero que se hacen sentir como un lengüetazo de vaca. Hay una manera de ubicar cada obra en el espacio que permite una percepción de un momento a otro. Tengo frío, miro el sol, me pongo un buzo, me armo un pucho. Una armonía que como explica Bergson permite disonancias. Donde cada obra/nota retiene una parte del espíritu global y utiliza esta energía para responder a su propio interés particular. Desorganizando lo ya organizado, sin tapujos se invita a ver lo que institucionalmente, en el espacio público, no se ve.
* Pepo Scioli es artista, estudiante de Comunicación Social y balcarceño. Trata de divertir la vida. IG: angelpepo
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