Luego de tantas desventuras, un taxi hacia Venecia te parece una entrada triunfal así que aceptas el ofrecimiento de la curadora. En breves minutos se encuentran cruzando el puente que une Marghera, en la Venecia continental, con la estación de Santa Lucía, ingreso al archipiélago de más de cien islas cruzadas por puentes que conforma el centro histórico de Venecia. La curadora va directo a un evento de prensa y consideras amable acompañarla: Se trata de la inauguración de Njideka Akunyli Crosby, una joven pintora nigeriana-estadounidense, de carrera vertiginosa: ¡el año pasado tuvo una individual en la National Portrait Gallery de Londres! En Venecia participa en la exhibición principal y a la vez la galería Victoria Miro, con puntería comercial, inaugura su primera muestra en Italia. Las pinturas son una suerte de coloridos proto-collages que hilvanan técnicas del foto transfer, polvo de mármol, telas estampadas y óleo. Al parecer logró gran notoriedad en los últimos años al ser de las pocas artistas legitimadas en el mercado (en subastas supera las seis cifras) que representan la vida y la identidad afroamericana. El lugar está tan atestado de gente que es casi imposible llegar a la barra donde sirven prosecco, el vino blanco espumante italiano. En una esquina, muy rodeada de esbirros, ves a Orlan, la artista francesa que hizo de su rostro un laboratorio de experimentos quirúrgicos-estéticos. Marian Goodman, la afamada galerista neoyorquina, prueba un ciccheetti de prosciutto y se limpia el lápiz labial con una servilleta mientras su secretario toma notas en un ipad. Mujeres en vestido de gala y hombres en impecable saco y corbata te hacen sentir inadecuado con tu campera húmeda y tu bolso al hombro. Algunos agentes intercambian tarjetas corporativas. Te sumas a un grupo de artistas mexicanos, más informales, que te invitan a su ronda en la que intercambian chismes, rumores y comentarios picarones sobre los artistas mexicanos con obra en la bienal: Gabriel Rico y Pablo Vargas Lugo. Teresa Margolles les merece más respeto, aunque todos parecen coincidir en que no se luce en la muestra principal. En patota se dirigen al bar Vecchio Trani, cerca del Arsenale, que es al parecer el búnker de quienes están participando de la Bienal. El trago ineludible en Venecia es el Spritz: vino blanco, tónica, cynar, rodaja de naranja y/o aceituna. Eso están tomando Debora Delmar (artista mexicana que reside en Londres) y Liv Schulman mientras te acercás a su mesa. En la ronda está Ad Minoliti, algo cansada pero feliz tras finalizar el montaje de sus obras. Una parte del grupo quiere ir para un cóctel en honor al artista Neïl Beloufa ¡prometen tragos y comida gratis! Otros prefieren ir al Palazzo Grassi; hay una muestra de Luc Tuymans. ¿A quiénes prefieres unirte?

Si deseas ir al cóctel de recepción de Neïl Beloufa, clic aquí
Si preferís ir a la muestra en el Palazzo Grassi, clic aquí