Sobre Asociaciones falsas de Emilia Di Pascuale

por Julia Levstein

dibujo por Lino Divas

Yo tengo un plan, le dije, soy poeta, mis planes son difíciles de explicar.

Jonas Mekas (Ningún lugar a donde ir)

Escribe Veronica Gerber Bicecci en el libro En una orilla Brumosa que el ensayo especulativo (y por lo tanto también la ficción especulativa) no tienen que ver con avanzar, ni sacar ventaja sino con hacer mundos poniendo atención a lo que nos circunda, ensayar especulativamente es un intento por mirar alrededor.

En la sala más grande de la galería, colocadas sobre mesas largas y angostas (dispuestas como guías de un sendero que nos conduce por todo el espacio) hay una serie de hojas doradas: forman parte de un conjunto de ensayos sobre, usando las palabras escritas por Emilia en esas páginas, sentimientos confusos e inespecíficos, que encuentran un lugar para desplegarse entre la palabra y el dibujo.

A medida que vamos leyendo podemos encontrar ciertas pautas de tiempo, una fecha, un día de la semana, rasgos de una escritura de diario, una especie de bitácora que nos involucra, a veces por el uso de la segunda persona del singular o por cómo nos devuelven la mirada los personajes dibujados y otras veces por un nosotros que nos hace parte de esa intimidad colectiva.

Entre 1944 y 1949, durante su exilio que lo terminó desplazando de Lituania a Nueva York, Jonas Mekas llevó un diario. En una de sus entradas escribe:

Todo lo que veo, leo o escucho, se conecta o traduce en estados de ánimo, fragmentos de los alrededores, colores. No, no soy un novelista. No tengo precisión para la observación, los detalles. Para mi todo es un estado de ánimo y si no, simplemente nada.

Creo que ese fragmento condensa la potencia de este tipo de escritura, el diario permite puentes entre el ensayo, el clima de época, las emociones e ideas, como relámpagos que se sienten premonitorios: OTRA VEZ!! Los sueños algo tratan de advertirnos.

En la misma sala podemos ver un video de otro tipo de ensayo, el de Rosa Profunda, el grupo de música del que Emilia forma parte. Como sucede con el diario, este video nos da acceso a un proceso, esta vez no sólo a partir de su voz, sino de un nosotros que se materializa en otras voces, la de los integrantes de la banda, sus instrumentos y letras de canciones que forman parte de la conversación. La duración del video y su transcurrir nos ayudan a pensar que más que fragmentariamente, Emilia desarrolla sus intereses como un gran espacio, una especie de gran conversación, como la que se imaginaba Jack Spencer cuando escribía sobre generaciones de distintos poetas en distintos países narrando la misma historia, escribiendo el mismo poema, ganando y perdiendo algo en cada transformación pero realmente nunca perdiendo nada. Un poema total del que se van develando partes en distintos momentos, a partir de diversas materialidades y formatos.

Del otro lado de la galería, una sala pequeña pintada de violeta oscuro hace de refugio de un grupo de pinturas. Aquí ya no hay mesas conectoras, mueble del que tanto escribió Sara Ahmed como un dispositivo de orientación desde el cual pensamos, sino pinturas a pared, como ventanas. Las pinturas acrecientan el clima noctámbulo de la muestra. Con predominancia de tonos grises y negros, incorporan el color desde la incomodidad, los momentos de amarillo o verde claro se sienten como salir afuera despues de estar mucho tiempo encerrado, encandilan. Cuando le pregunto a Emilia sobre la pintura del castillo, me cuenta que es un dibujo que había preparado para un tatuaje. Me resulta curioso que el paisaje más fantástico de las pinturas estaba pensado para un cuerpo, un lugar donde la distancia con la fantasía se acorta, la tenemos en la piel.

Durante toda la muestra los personajes, tonos y palabras se repiten, rebotan entre técnicas y conversaciones en paralelo. La especulación como un pedido a las imágenes: que nos devuelvan algo que desconocemos, asociaciones falsas que pueden sin embargo ayudarnos a encontrar el sentido. Mario Montalbetti escribe que hay una distancia, un diferido, entre el significante y el significado. La conexión no es inmediata y es eso lo que habilita al pensamiento, y en el arte, a significados no totalmente domesticables. Emilia en su diario escribe la distancia es un lugar, pienso en este espacio de frontera entre significante y significado, donde podemos jugar y ver qué sale a la luz (aunque encandile), qué sentido toma por lo menos por un instante, donde lo contradictorio puede leerse de otro modo y un castillo ser parte de nuestro cotidiano.