¡Arriba la represión!

por Mara Pedrazzoli

Líneas electrificadas en el bello púbico de Gaturro, picanas de penes, penes que rodean en un ring al programa Qunita de CFK. El lugar que ocupa la política en la muestra Leche Muerta, de Santiago Rey, es similar al que Freud le dio a la cultura: reprime. 

Sentirse amenazado es algo mucho más que sentirse acompañado, diría un político a los ojos de Santiago. Una muestra anterior suya en la galería Isla Flotante llamada Nunca hicimos amigos también era una muestra política, con Cristinas, penes y evocaciones al golpe de Estado. El ataúd de Cristina (y en ese momento ella gobernaba…) era una expresión contundente de la vacilación que provocan los símbolos en esta era post post capitalista, post post peronista. 

En la segunda semana de la nueva “transición económica” después de las elecciones primarias vuelvo a ver los ataúdes de Cristina dibujados por Rey, esta vez en Moria Galería. En una semana que alguien duda ser peronista (de alma, no de profesión) reaparece esa liturgia reinventada por el artista.

La muestra la componen dibujos hechos en lapicera azul; collages (que me recuerdan al Paisaje con matadero y monedero de Pombo pero más trans, e igualmente idiosincrático) e historietas costumbristas reversionando un sentido común actualizado. El trazo hipocondríaco o nervioso de los dibujos transmite algo del peronismo en la mirada de Rey: no hay vuelta atrás de ese movimiento, siempre cambia la historia o vuelve, para ser el relato (vencedor) que narra la Historia.

Rey interpreta con exactitud a los enemigos del peronismo. Sus obras contra: la aristocracia, rural y cultural (que lee La Nación y ríe con Nik), los militares y los dolarizados. A todos ellos Cristina se los coge y es cogida por ellos, y también por la Historia, encarnada en sus símbolos. Ser ícono y perder el alma, o el erotismo, parece decir Leche Muerta.

De lo que no habla la muestra de Rey es de lo que intenta hablar la política: del Pueblo, del pueblo siempre irrepresentable y sublime, como dice en su libro Los espantos / Estética y postdictadura, Silvia Schwarzbock. Esa proyección que hace el hombre o la mujer de la política se elude en la muestra de Rey. La política es representada en su aspecto más cínico: de uso o abuso de los símbolos; pero los enredos que alberga el deseo no son invocados. ¿Quizá porque los lea muertos? ¿Quizá porque lo estén? La política para el arte de Rey se trata de algo certero, tal vez dogmático, que simboliza y reprime, que pervierte a sus protagonistas (los que disputan el poder) y silencia a la sociedad.

La desacralización de los símbolos en una sociedad hiper-ideologizada, informada y culta, como simula esto del siglo XXI, es algo que se agradece de su muestra. Lo que más me gusta de la política son las manifestaciones. La política arena, terreno de disputas extra-oficina. No me gusta la política slogan, aunque soy clase media y admiro las mentes despiertas.

Resalto dos obras, no por mejores. Primero, los icónicos pañuelos de las Madres de Plaza de Mayo volando como gotas de esperma desde una gran pija; eso llamó mi atención entre otras obras quizás más pulidas. Otro dibujo que me asestó fue “En los vuelos de la guita”, donde se ve al peronista con anteojos negros sonriendo para la foto con los dedos en ve; lo pensé como una parodia del político rango medio que posa, que habla menos de lo que sonríe.

Hoy la política tiene más de pantalla, más de meme, más de ingenio que de cuerpo transpirado tropezado por la sorpresa, avasallado por la causa, de muchos, en un cuerpo que intriga: amigos, vecinos, ¿cómo hacemos para resolver esto? Que se vayan los macristas otra vez fuera de la ciudad, a sus countries, viajes y computadoras.

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