¡Saoko, Berni, Saoko!

Texto y dibujo por Lux Lindner

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En la inauguración de Damián Crubelatti y Podridísima en PM (con esculturas de Trombetta del otro lado del panel) hay latas de “Blasfemia”. Ésa es mi primera alegría de la noche. Siempre tengo miedo que a ese vino lo hagan desaparecer, por aquello de too good to be real, ¿no? Como al queso crema “Tonadita” que tantos cuerpos lleva de ventaja a productos mas caros y palanqueados. ¡Saoko, Berni, Saoko! Empiezo con estos nombres porque hay que saber dar las gracias cuando aparece o resiste algo bueno en el mundo o llega, desenrrollándose en puntas de pie, esa alegría que pensabas te quedaba grande.  


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Mi conocimiento del mundo del tatuaje es sumamente deficitario (deuda pendiente) pero examinando el trabajo de Podridísima creo entender que su salto a una pintura modelada y volumétrica sobre tela no es tan abismal ni tirado de los pelos. Hay en sus imágenes destinadas a piel clara tendencia al color y el volumen, más que un esperable juego de positivos y negativos activado por linea nerviosa y tajante. Y como en el dibujo animado tradicional se apunta a una concentración en la forma cerrada. A la hora de tomar el pincel Podridísima tiene resueltos los problemas de dibujo, media batalla ahí, palo y a la bolsa, por eso pinta tan relajada. Armó su capital visual vía GIFs y memes, antes que pesados libros leídos a la sombra de algún ciprés. Relacionándose con Berni como Julien Cheyenne o Louise Bonnet pueden hacerlo con Peter Saul, Robert Crumb o Phillip Guston. A través de un teléfono pronto a luchar contra un virus.

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Donde Podri toma el ukelele, lo de Crubelatti es el acordeón (también la guitarra, pero de eso hablaré al final) Mr. Crubelatti llega a nosotros desde largos paseo por distintas técnicas y registros heterogeneos (la comedia, la tragicomedia, la marca cuerpo a cuerpo del realismo buscapleitos). Hay que decir que sus caminatas son escrupulosas. En ellas se muestra bastante enemigo de taquigrafías, abreviaturas, atajos y la contraseña alusiva que disculpe el negligé. Hay en él un diríase delectar por los protocolos de maceración del material a ser aplicado sobre la plancheta o blister informacional. Y antenas paradísimas para lo que pudiera ser el futuro de la tradición, esa tortuga que se vuelve liebre cuando querés sujetarla del pescuezo.

Las realizaciones de Crubelatti suelen eludir las técnicas transitadas o “cancheras” apuntando a otras más  laboriosas que le ofrezcan promesa de duración. ¡Especula tal vez con obras que duren tanto como sus modelos!

Igual que en Podridísima vemos en él humanoides hablando por celular. ¡Una figura de nuestro momento planetario, se ve! Pero en Crubelatti la angulación es mas costumbrista que atemporal. Aunque no podamos determinar la hora exacta, creemos ver espejado un tiempo mas cotidiano, que fluye propulsado por cadenas  de bicicletas y listas de compras. Frente a estos pobladores nos  sentimos mas que tentados a imaginar anécdotas intercambiables con las nuestras. Algo de Balthus empedrado, pittura metafisica de acá a Plaza Italia. Me viene a la  memoria, más que Carrá, Massimo Campigli, el mas tranca y desecado hasta la etrusquidez de los futuristas arrepentidos. Pero al altanero alejamiento de Campigli  opone Crubelatti un acendrado cariño por los accidentes lagañosos del mundo.

Y un absoluta conciencia del “cuadro como cosa” y no tanto como “ventanita y entre usted”.

Razones de espacio me impiden extenderme como quisiera sobre un sorprendente (para mí) spin-off de todo lo anterior, a saber, esas viscosidades microescultóricas laminadas sobre celulares muertos.  

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Para cerrar algo de no ficción, un rasgueo enfático, entraña bien cocida del Siglo XX: Con Crubelatti y Tomás Fracchia tuvimos banda noise en Berlín Este, al menos por una noche Y cerramos con versión extendida de  “Aeroplanos /Huellas en el Mar” de García Moreno. ¿De donde salieron las guitarras que usamos aquella fecha? Por lo que sé la mía era de un chilote achaparrado que estaba ansioso por “salir  a romper cabezas de fascistas“ (sic).