Monstruosidad fluida en el Bellas Artes
Por Julián Astelarra
Dibujo por Antolín Olgiatti
En un galpón de la Paternal se gestaron los cuerpos (dis)humanxs que Diego Bianchi presentó en mayo en la Bienal de Liverpool y en la Bienal de la Performance el pasado 19 de noviembre. Bajo el caluroso sol de enero el taller del artista se transformó en un laboratorio idéntico donde Victor Frankestein creó su engendro uniendo distintas partes de cadáveres diseccionados. Estos seres son el resultado de un bioensamble con partes de autos, botellas, goma espuma, cables, telgopor y personas.
En total fueron cinco las criaturas que irrumpieron en la entrada del Museo Nacional de Bellas Artes, de a uno aparecieron entre las gigantescas columnas que sostienen el museo y el tumulto de personas que convoca la inauguración de la bienal. Se posaron en las escalinatas, bailaron en la entrada, caminaron por la rampa, descansaron en la vereda y simplemente estuvieron ahí. Tanto las restricciones físicas de movimiento como el peso excesivo de los trajes produjeron maneras de desplazarse específicas que los performers exploraron en escena. La relación de estos seres con el exterior es una relación alterada por las materialidades de las cuales están hechos. Por ejemplo, es notable como la goma espuma produce una nueva relación de la piel humana con el exterior. Se resalta el carácter orgánico de esta membrana, volviéndose líquida a causa del sudor que produce la falta de oxígeno. Es así que el peso, la ley de gravedad, el calor, la restricción articular, conforman un cóctel de limitantes físicos que hizo aparecer en cada uno singulares movimientos y posturas. Con sus posibilidades y restricciones, con su gracia y desgracia, enseñaron un lenguaje propio y su particular forma de ver el mundo: un mapa de secuencias no deterministas con sus huecos y discontinuidades. Esta comunidad plantea la idea de seres híbridos, que por medio de la adhesión de objetos de consumo al cuerpo, logran cuestionar la figura humana que conocemos. Más que trajes utilitarios, son prótesis artificiales que acentúan la capacidad de variación del cuerpo imaginando nuevas formas más allá de lo permitido. De toda esta combinación surge una (co)humanidad inquietante, perturbadora y simpática al mismo tiempo.
Lxs engendros de Bianchi no buscan reivindicar la deformación por sobre la figura hegemónica del cuerpo humano (aunque sí lo hacen de manera intrínseca). Quizás sea esta no-reivindicación la que los distancia de producir una relación de identidad con ellxs mismos. Esta rotura en la estabilidad de rasgos concretos produce múltiples relaciones físicas, biológicas, psíquicas y colectivas que hacen ambiguo el modo de ser y estar con otrxs. La actitud de monstruosidad fluida corresponde a una indiferencia descarada y provocativa que no se preocupa por el murmullo del público que observa. En definitiva están en una. Son una nueva raza, un nuevo orden, una nueva forma de vida que abre posibilidades de contacto con lo amorfo o que inventa una apariencia para lo informe.
La performance se completa con una video instalación que se podrá ver en la sala 40 del Museo Nacional de Bellas Artes hasta el 26 de noviembre.