Los sueños que la música tiene de nosotres
Por Pepo Scioli
Dibujo por Lino Divas
“El sonido encarna todos los sueños que tenemos respecto de la música. El ruido encarna los sueños que la música tiene de nosotros.” Tom Werth lee estas palabras de Morton Feldman en la radio del Centro de Arte Sonoro. En esta edición especial estamos en el Centro Cultural Kirchner. El motivo es la nueva conmemoración del Ciclo RUIDO, esta vez, en formato expandido, en razón de un encuentro ecuménico y polifacético de triple jornada ruidística. Son las dos y cuarto de la tarde, Rosa Nolly está por presentar una pieza para saxo amplificado que no necesita ser soplado para sonar, o debo decir: ¿soñar? Corremos hacia el Salón de Honor, pues ya estamos tarde. El concierto está totalmente a oscuras. Tan solo un halo de luz ilumina el perfil derecho de la artista que de a pulsos se impregna con las luces de colores eléctricos propias de las prótesis que hacen al saxo. Algo inesperado sucede, Rosa se baja del escenario y deja en soledad al instrumento. Ella comienza a tocarlo desde abajo con la seguridad de una mecánica de motores y la delicadeza de una inventora de pájaros. Empieza el día con una depuración sonora que nos prepara para los siguientes estadios.
Sang Bagaskara es la orquesta de música gamelán javanés de argentina. Bajamos al piso menos dos para escuchar su primer concierto. El gamelán oriundo de Indonesia se caracteriza por la presencia de instrumentos como metalófonos, xilófonos, membranófonos, gongs, flautas de bambú, e instrumentos de cuerda frotada y cuerda pulsada. La música está compuesta por diferentes tipos de golpes a estos instrumentos que se disponen en el escenario mediante distintas inclinaciones que hacen a los vaivenes de las melodías. Esto nos lleva de viaje, agua en cascada directo al encuentro con el mar. Nos levantamos de las butacas y nos vamos rapidito a la terraza de la Ballena a presenciar la activación de ¿Esto es arte o lo tiro? instalación realizada por el duo Basura. Mediante la edición de videos proyectados en múltiples pantallas y la exploración de una guitarra este dúo inunda el edificio entero del CCKirchner con un noise televisivo que transforma paso a paso el espacio que habitamos. La activación se termina y el resonar del edificio nos invita a bajar de nuevo a la Sala Nacional a volver a escuchar a Sang Bagaskara. Esta vez en colaboración con Zypce, compositor argentino que preparó una cartografía de samples de voces del rock y pop anglosajón al cual Sang Bagaskara le pone ritmo. Los materiales del rock-pop se ponen a funcionar como basura que se pliega perfectamente al sonido de la orquesta gamelan, una yuxtaposición de elementos que nos produce un glitcheo mental.
Tenga paciencia que recién hemos arrancado, respiren, cierren los ojos, son las cinco y veinte y está por arrancar el cuádruple concierto en la gran Ballena, nombrada oficialmente Auditorio Nacional. Comienza Cecilia Castro con la pieza Gusano. Un ensamble vocal sin amplificación a oscuras iluminado apenas por los capuchones de los atriles desata una protesta al unísono. Este trabajo surgió a partir del primer ataque cibernético que realizó Julian Assange via WikiLeaks en contra del accionar de los Estados Unidos en la guerra de Afganistán y de Irak. Los cantantes apagan sus luces y pasamos de las cuerdas de la garganta a las cuerdas metálicas. 500k es el segundo concierto, un dúo de guitarras integrado por Pablo Chimenti y Ezequiel Abregú. Se posan uno en frente del otro en los palcos laterales de la sala. Metralletas disparan acordes entre sí como si fueran a repetir el último acorde de cada show que vieron en su vida. El tiroteo es asombroso, finaliza dejando rodar estepicursores en el desierto. La atención se concentra en el suelo de la Ballena, esa cavidad en donde se posa su lengua. Faktor (Facundo Suasnabar) desata una tormenta eléctrica que nos ciega. Al ritmo de una música minimal, cristalina que se repite y prolifera creando un ambiente de expectación que nos lleva a la oscuridad absoluta. Carmen Baliero aparece como un fantasma que nos da la espalda. Se encuentra frente al gran órgano de la Ballena, el complejo sistema que hace respirar a este animal inconmensurable. Entre la espera y la agonía, Carmen y la ballena desarman sus partes. Somos testigos de este proceso y agradecemos las vibraciones que realizan el estallido de sus recovecos. Ambas respiran, ambas construyen una manera de estar juntos frente a nosotres. Lejos de mostrarnos la sacralidad o el virtuosismo correspondiente a un concierto dado por un órgano, nos otorgan rastros de explotación, estertores chasqueantes burbujeantes que llaman a la libertad. Basta, no podemos más!
Hay que subir al último piso. Nos dirigimos a la cúpula donde se están por presentar los conciertos de Vic Bang y Marttein, son las siete de la tarde. El sol se está escondiendo detrás del edificio, y sus rebotes pintan el cielo de amarillo. Vemos el río desde las alturas, sentimos que estamos conquistando un espacio. Sentados hacemos silencio. Vic se para frente a su mesa de trabajo. Lentamente sus dedos tocan una perilla y comienza a desatarse un expeditivo viaje de pequeños sonidos que en su relación nos muestran fragilidad. Pienso que si debería adivinar cuál es el sonido que resulta de la fábrica de nubes diría que es este, y esta adivinanza se me comprueba con la lenta transición del cielo que poco a poco va perdiendo esa luminosidad incandescente del día para dar paso a la noche. Emocionades aplaudimos y Vic se despide. Se despeja el escenario. Aparece apoyada sobre un pie una guitarra eléctrica. Un manto blanco con crenchas rubias se hace presente en el escenario. Se para en el medio y nos muestra una iconografía roja que no logramos dilucidar; se deja caer. Vemos a Marttein de espaldas darse vuelta y mediante espásticos pases de bailes iggypoperos dar rienda suelta a oscuras expresiones del arrabal porteño. A su lado está Orkgotik que entre la psicodelia otorgada por las vibraciones de los instrumentos y la tensión del público, se acerca como perro hambriento a Pedro quien truena la guitarra y comienza a devorarlo; chupando delicadamente sus huesos. Marttein avisa: estas canciones tienen más subsuelo que terraza. Desde lo más profundo del edificio sentimos el llamado de La Ballena. Presa de una estructura por demás pesada, pide por su liberación. Llama a que la busquen y no es recomendado desoír sus alaridos. Seguimos mañana.