Jurar con el dedo meñique

por Fiorella Pollio

dibujo por Lino Divas

17 ago 2024, sábado 5:04 am.

Queridx GRUPO BESA,

Me costó mucho decidir con qué palabra deɦnir algo de lo que ví ayer. Creo que diría que fue una serendipia. Deɦnición de Serendipia: algo que encontraste sin querer y es tan perfecto que no sabés qué más decir.

Antes de contarles mi experiencia con “Breve enciclopedia sobre la amistad”, creo que debería explicarles por qué les estoy mandando un mail a esta hora. En realidad este es el segundo mail que mando. El primero se lo mandé a mi jefe diciéndole que me iba a tomar vacaciones la próxima semana. Simplemente le estaba notificando, no pidiendo permiso. Esto no estaba en mis planes, pero luego de ver su obra sentí la imperiosa necesidad de hacer un viaje. Imperiosa necesidad: que si no lo hago ya, me mato. No sabría si con cuchi o pistola.

Seguro se estarán preguntando si soy una persona impulsiva y la respuesta es no, para nada. Puede que, a veces, en ciertas situaciones, sea un poco melodramática, sí, eso lo acepto. Pero en términos de impulsividad, esta decisión es nomás una excepción. Un intento de encontrarme, así como se encontraron Celso y Celia.

Así que bueno, eso: me voy a Miramar y detrás hay muchos motivos (no solo un mero capricho). Quiero agradecerles porque estos motivos se me hicieron evidentes gracias a ustedes. El primero de ellos es el deseo de reencontrarme con mi única amiga de la infancia. La conocí en diciembre del 2007, durante el verano del famoso tema del verano. Mis papás habían alquilado una casa distinta a la de siempre, seguía siendo el mismo barrio, pero más alejada de la playa. Si los veranos anteriores hubiéramos alquilado ahí, podría haberla conocido antes. Felicitas se llamaba. Viendo la obra esta noche me acordé de ella de golpe y apenas volví a casa busqué su

nombre en una enciclopedia que accidentalmente resultó estar en mi mesita de luz. Felicitas:

aquella que es feliz. Me aferro a esta deɦnición con todas mis fuerzas. ¡Es una señal! No solo para reconectar con ella, sino para volver a mis raíces e intentar ser felicitas.

Dato curioso: con Felicitas nos conocimos andando en bicicleta. Bicicleta: vehículo que con solo dos ruedas, tiene la responsabilidad de mantener todo tu peso, en especial el de tus pensamientos. Ella iba atrás, pegada a mí y eso me molestaba bastante. Pensé que quería pasarme y yo quería ser siempre la primera en todo, así que aceleré lo más que pude hasta que inevitablemente el cansancio me alcanzó y Felicitas también. Se puso a la par mía. Yo miraba para otro lado, me ponía nerviosa no poder descifrar cuáles eran sus intenciones. ¡Hola! me gritó. Me pareció muy raro, la miré y me reí tanto que me caí de la bici. Fue la primera vez que me pasó pero no la última. Dicen que es imposible olvidar como andar en una, pero yo debo ser un caso extraño, tengo muy poca estabilidad. O tal vez la solución sea usarla como lo hacen ustedes, la persona que maneja va acostada en el piso y la bici en el aire. De esa manera, la persona está completamente a salvo de caerse por sus problemas de estabilidad.

Otro motivo por el cuál me voy, es porque me hicieron acordar a la casa en la que pasé los veranos de mi infancia. En ese entonces no la apreciaba tanto. Mis juguetes eran lonas de playa, un hilo, moldes de arena, un remo y una tabla para barrenar. Ahí emergía “Cecimar”, un pueblo lleno de castillos conectados por cables dónde la bandera de bambú Rameaba constantemente. La reina Chechu paseaba en su tabla voladora preparada para atacar en caso de amenazas. Siempre llevaba con ella su arma letal, el “multiche” que servía para lastimar a los atacantes desde una buena distancia o para desplazarse en su tabla empujando los vientos furiosos que azotaban al pueblo. Cuando esta noche los vi jugando con el hilo, creando espacialidades, volvió todo de golpe: la reina Chechu, “Cecimar”, el “multiche”, el verano, las olas y el viento (sucundúm). Por un momento viajé hacia adentro y pensé en mi infancia, otra vez. Sentí por mis cachetes como caía el rocío de verano. Rocío: 1. Eso que no es lluvia pero moja como si fuera un poco de lluvia. 2. Nombre de una amiga de mi infancia que ya no quiero porque fue muy “Saúl”.

Para la deɦnición de “Saúl”, ver Breve enciclopedia sobre la amistad.

Puede que piensen que todo esto lo estoy inventando para llamar su atención, pero les juro con el dedo meñique que es real. Jurar con el dedo meñique: gesto mediante el cual dos amigos se prometen cumplir algo; cuanto más fuerte se entrelazan los dedos más comprometido quedas.

Un verano apareció una perrita en frente de nuestra casa, era como si alguien nos hubiera escuchado, la noche anterior habíamos intentado convencer a papá de tener una mascota. La adoptamos y le pusimos: Popea. Era una caniche muy feliz, o al menos eso creíamos porque se le veían los dientes casi todo el tiempo y para nosotros estaba sonriendo. Pero tenía momentos dónde le dejábamos de ver los dientes y parecía que le agarraba una especie de bajón. Bajón: esa sensación de querer matarte de repente sin importar el día o la hora. Había una canción que para nosotros hablaba de Popea y lo mejor de todo es que cuándo la cantábamos ese bajón le desaparecía y Popea empezaba a correr en círculos con la lengua afuera. El secreto estaba en aplaudir y moverse al mismo tiempo mientras la cantábamos. Y esa canción era, sí: «Pump Up The Jam», ¿lo pueden creer? Solo que como no sabíamos mucho inglés, nosotros la cantábamos así: Po-Popea-Popea-Po-Po-Po-Po-Po-Po-Popea. Así que imagínense cómo me sentí cuando pusieron esa exacta canción a todo volumen. Enredé mis piernas y apliqué toda la presión que pude contra la butaca como si me estuviera haciendo pis, pero era inútil, mis piernas ya se movían solas. Me moría de ganas de ir a bailar con ustedes y de cantar a gritos la canción. Estuve a punto de bajar al escenario y sumarme a la ɦesta. Mi cuerpo quería moverse como el de Celso, que parecía estar electrocutado. Por otros momentos quería ser Celia, que me recordaba a mi tía abuela bailando desaforada en mi cumpleaños de quince. Después quería ser la violinista, que bailaba de la forma que mejor sabe hacerlo: haciendo sonar sus instrumentos. Quise tener la resistencia y la precisión de la bailarina y dejarlo todo hasta quedarme sin aire. Y sobre el director, ¿qué puedo decir? Me recordaba a Popea cuando le cantábamos “Pump Up The Jam”.

No sé qué clase de magia utilizaron, pero después de que nos hicieron tapar los ojos y aparecieron en la playa, no volví a ser la misma. Verlos tomando sol, con una temperatura que parecía superar los treinta grados, no sé. Deseaba con todo mi corazón que me pasara lo mismo. Solo con el poder de las luces, me hicieron sentir una calidez inexplicable. Afuera hacía ocho grados. Se que yéndome a Miramar no voy a encontrar ese calor, estamos en invierno. Pero con que aparezca un rayito de sol en la playa y pueda dejar que mis pies se hundan en la arena, soltando todos mis malestares, para mí habrá sido misión cumplida. Misión cumplida: 1. Cuando le chocas las manos a tu amigo después de haber logrado alguna tarea. 2. Cuando te propones cosas y hacés que esas cosas sucedan. 3. Irte a Miramar y que te pasen un montón de cosas.

Este mail es para agradecerles el momento que me hicieron pasar y por invitarme a conectar otra vez con mi infancia. Parece que lo necesitaba, y mucho. Después de ver la obra me siento como su amiga personal. Incluso pueden agregarme a su enciclopedia. Cecilia: 1. La divina que nos contó su infancia loca. 2. Alguien que tiene mucho amor para dar, le gusta bailar, hacer amigxs e ir a la playa. Espero estén de acuerdo con esta deɦnición y no cambien la palabra loca de lugar.

No sé cómo despedirme después de todo lo que les conté. Tengo una lista de posibles ɦnales para esta carta, ustedes me dirán cuál les cierra más. Uno: Me despido cortito y al pie porque no me gustan las despedidas. Dos: Les pido que me inviten a bailar “Pump Up The Jam” con ustedes si alguna vez vuelvo por Buenos Aires, total el director se puede encargar de justiɦcar que una espectadora salte a escena. Tres: Deɦniendo a “Breve enciclopedia sobre la amistad” como una verdadera serendipia.

Una vez más, gracias por la experiencia transformadora y el viaje que me espera. Ojalá algún día pueda llevar a Felicitas a ver la obra.

Abrazo grupal inmenso, Cecilia.