El Gen Quino

por Leopoldo Estol

dibujo por Lux Lindner

No quería escribir esto, culpo a la muerte que proyecta sobre las palabras un lustre forzoso. De todas formas voy a intentarlo: fui testigo vital de su amable influencia. En los últimos años del secundario cuando efectivamente logré escapar de la rutina de mi barrio, fui a dibujar al taller de Miguel Rep. Me hice un discreto lugar en una mesa de voces encendidas que recomendaban películas, libros y nombres por completo desconocidos. En ese mundo en ebullición, las risas se complementaban con la capacidad de cada persona para concentrarse en su dibujo, allí Quino era siempre referencia ineludible. 

Recuerdo -también- las convocatorias masivas que se daban alrededor de la actividad que Ediciones de la Flor fogoneaba en la Feria del Libro, en la que año a año confluían Quino, Caloi, Fontanarrosa, Maitena, entre otrxs. Era tan apremiante ingresar a la sala donde la conferencia tendría lugar que la previa se vivía como un mini Woodstock. Formábamos una larga fila algunas maestras que se quedaban hasta tarde, profes de otras provincias, fans acérrimos de la historieta y personas tímidas como yo que cobijaban la ilusión de hacer camino en la cultura. Algunes llevaban libros bajo el sobaco y esperaban el momento oportuno (o no) para interceptar a su dibujante predilecto en pos de la dedicatoria que muchas veces incluía un dibujo original.

De los designios de Quino, seguí a rajatabla eso de tener una libreta siempre a mano, que luego transformé en cuaderno de hojas lisas y por supuesto, siguiendo otro de sus consejos me sumergí en la obra de Saul Steinberg. Compré todos los libros que encontré y aún atesoro. Observar el dibujo de Steinberg era profundizar en esta idea un tanto filosófica de que el dibujo venía a despojar al mundo de sus aspectos redundantes. El dibujo contra lo superfluo. En esa escuela, mejor dicho en esa línea, la agudeza de Quino aún sorprende porque sus demostraciones de calidez y ternura son enormes y, también, porque el filo de sus ideas nunca se erosionó.

Me encantan las entrevistas en las que Quino confiesa que no dibuja bien. Si él no dibujaba bien, entonces ¿quién? Fijense en youtube, ahí cuenta que dejó la escuela de arte porque “Picasso ya había demostrado que no hacía falta dibujar bien para trascender” pero al poco tiempo de alejarse de la academia, se percata del error: “tenía muchas ganas de recrear arquitecturas, hay perspectivas que son muy complejas y, por ejemplo, lograr dibujar un estadio me costó un montón”. Las horas que habrá pasado Joaquin Salvador Lavado con sus anteojos, sentado frente a su mesa, esa mesa que hoy brilla con la incandescencia propia de su partida.

El director Mariano Llinás salió a reivindicar los dibujos de página completa en los que un detalle, da paso a un plano medio y luego a una vista abarcadora. Hay -sugiere Llinás- aventura cinematográfica, Javiera Perez Salerno flasherita e influencer recuerda las páginas arrancadas domingo tras domingo, ¿cómo no preservar esos tesoros?, y el periodista científico Federico Kukso compartió en twitter una tira donde un traumatólogo recibe y venda a su paciente en un consultorio decorado con esculturas antiguas muy bellas pero sugerentemente mutiladas … Quino dibujó la experiencia humana con simplicidad, plasmando nuestros temores instintivos al igual que paradojas crudas y siempre lo hizo con la dosis justa de inocencia sin la cual todo sería insostenible.

Recordé que en los años 90, mi papá ayudaba a Alicia Colombo a cobrar cheques que llegaban de toda latinoamérica. Alicia, pareja de Quino y compañera en la gesta, llevaba las cuentas, era una mujer elegante y de pocas palabras. El mapa en el cual se ampliaba la influencia de Quino por el mundo estaba en esos cheques: México DF, Bogotá, Montevideo… Alguna vez Alicia le obsequió a mi padre una antología que se perdió rápidamente en el cosmos hogareño: al tiempo que escribo esto me gustaría saber ¿dónde está ese libro? y algo tal vez más esquivo, ¿hasta dónde fuimos influenciadxs por Quino? 

La influencia de sus dibujos es difícil de separar de todo el resto de experiencias primigenias que nos constituyen, seguramente porque apareció en un momento demasiado temprano en nuestra vida y lo hizo sin pedir permiso. Por eso cuando me pregunto desde cuando hay Quino en mi no es tan sencillo de resolver como pasa con Truffaut o Liliana Porter. Siendo todes artistas de gran valía, Quino como un pájaro singular, de filiación masiva y progresista se para por un instante en el alféizar. Nos observa con su agudeza inédita y compasión, su amor por los detalles trasciende en cada dibujo.

Con la paulatina retirada de la prensa y de sus formatos clásicos: la revista & el periódico, con el rumor permanente de las redes que avanza, Quino dice chau y es para siempre. Desde la redacción de El Flasherito, Lux Lindner -un artistejo de gran corazón y talento- no se deja amedrentar y retrata a Mafalda como una mujer joven: cyberpunk, transita la virtualidad con hartazgo como todxs, todavía le habla al mundo.

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