Galera de los últimos días
por María Guerrieri
Meter toda mi sangre en mis ideas es una frase de José Carlos Mariátegui que encontré leyendo el prólogo de una antología sobre sus textos periodísticos. El prologuista pone a su lado, entre paréntesis, a Sarmiento como compañero de metodología. Al resultado del sistema del marxista antidogmático peruano lo caracteriza como un libro de pensamientos que se fue formando espontánea e inadvertidamente, algo así como una arborecente producción escrita desde la inorganicidad. El mismo Mariátegui dice que su forma de captar las escenas de su tiempo es a través de un “método” un poco periodístico, un poco cinematográfico.
La lengua de señas que utilizan las comunidades sordas se asemeja más a una película montada que a una narración escrita. Cada persona que habla se sitúa en una posición muy semejante a la de una cámara. El campo de visión y el enfoque es directo pero variable. Lxs interlocutores tienen consciencia continua de la orientación visual del otrx. Despliegan una partitura de imágenes en el aire. Hablando linguistizan el espacio.
Una mixtura de arboresencia y montaje signado en varias lenguas es la sensación que me deja la visita que hice al Museo Histórico Nacional en Parque Lezama.
Entré en plan naturalista en búsqueda de algún objeto que me dijera algo y encontré que lo que me interesó fue el contexto creado por el museo para que estas cosas que conservamos no estén muertas.
No sé desde cuándo sucede, pero hay gran dedicación para titular literariamente los carteles que acompañan a los objetos exhibidos y lograr que los veamos como pedazos que son enteros a la vez. El objeto mudo podría no decirnos tanto, y el relato sin el objeto quedaría difuso en la mente. En cambio el objeto y la narración pegados se hacen cercanos, históricos, contemporáneos al lado de otros muy específicos.
La sala temporaria tiene una serie de cosas llamadas Los objetos que cambiaron la historia, entre otros El petitorio que empezó la Revolución, La bandera escondida, La mesa del fusilamiento, La mano que mece la cuna, Una relación especial, Tinta para la independencia, La guitarra de Rosas y Una olla explosiva.
También hay otro sector que abarca a Los objetos que casi cambiaron la historia como por ejemplo una lámina de San Martín, el villano, La “máquina infernal” que falló, Una roca contra Roca y La constitución efímera.
El sector Memento Mori parece una joyería en vilo del luto nacional. Como si leyéramos el índice de un libro de Edgard Allan Poe vemos Los huesos del general, La llave de la tumba, Un anillo trágico, El cajón del emperador, Una lápida colonial, El lecho de muerte, Sacrificio de Camila O`Gorman y del sacerdote Gutiérrez.
Una de sus vitrinas se titula La galera del suicidio. El cartel nos cuenta que estamos viendo flotar la galera de Leandro N. Alem, y leemos que en la fría mañana del 1 de julio de 1896 el fundador de la Unión Cívica Radical se dirige en carruaje al muere, al Club del Progreso. Estaba desilusionado personal y políticamente. En el viaje por las calles porteñas, con esta galera puesta, Alem se disparó en la sien.
Según el médico que certificó su fallecimiento, el sombrero fue recogido del piso del vehículo, manchado de sangre y barro.
La galera es de fibras de seda negra ribeteada con cinta de seda al tono y tafilete de cuero marrón con la inscripción “Best English Manufacture”. Fue fabricada por “J. Bordot”.
En el forro interior de la galera está inscripta la frase “HONI SOIT QUI MAL Y PENSE”, atribuida al rey de Inglaterra Eduardo III y traducida como “Que la vergüenza caiga sobre el que piense mal”.
¡Ay cuánto!… parece mucho.
Haciendo un leve movimiento con el cuerpo se ve reflejada sobre el vidrio de la vitrina negra del suicida radical la fotografía empequeñecida de Sarmiento en su lecho de muerte. La historia nacional en intimidad sedimentosa jugando con las escalas. Domingo sordo y etéreo, es un mancha pequeña y blanca en camisón, que cruza el tiempo entre trapos. Su reflejo ocupa ahora el lugar donde alguna vez estuvo la cabeza física de Alem. Para la fotografía la cama enroscada con sogas en las patas fue traslada hacia esa habitación para que Sarmiento y ella pudieran ser mejor vistxs.
Tiempo después, parado frente a la tumba de Sarmiento, Carlos Pellegrini lo distingue como “…el cerebro más poderoso que haya producido América”.
Sangre, cerebro, lengua, partes y también pelos.
Un mechón castaño de Merceditas está enmarcado y cuelga sobre un bordado blanco floreado. Caja de sombras se llama esta obra. ¿Mercedes de San Martín y Balcarce nunca encaneció o nunca estuvo muerta? El pedazo de una hija como sinécdoque de un padre…
La única cosa siglo XX exhibida es un maletín abierto junto a un cubo plateado que parece un dado grande con las caras iguales a sí mismas. Se llama La voz que condujo la política argentina. Pienso en la acción cíclica de meter toda la sangre en las ideas. Siento vértigo.
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A propósito de la galera de Leandro N. Alem
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Este dossier se realiza en el marco de las becas Activar Patrimonio 2021 de la Secretaría de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación.