Y aún yo te recuerdo
Por Julia Enriquez
Dibujo por Clara Miño
Cada martes, durante tres meses, Virginia Negri se reunió a procesar y ordenar su archivo de artista en el sexto piso del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, junto a la curadora, editora y amiga Ana Wandzik, con el fin de donarlo completo. En los veinte años que lleva viviendo y trabajando en Rosario (con puntuales intermitencias) Virginia realizó incontables muestras, lecturas, intervenciones, talleres, ferias, perfos, fiestas. Se dedicó a tender puentes y a tejer cruces. Su obra es en última instancia vincular, con toda la impredictibilidad que eso conlleva.
Mientras en una laptop (o en ‘la femputadora’, como nos gusta llamarla) ambas iban organizando finamente el contenido digital que busca dar cuenta de este recorrido aventurado y rizomático (como señala Ana: “es el rizoma, sí, pero con el elemento químico del match mental y real con otre”), en las paredes fueron montando una gran constelación, una constelación de constelaciones (¿un rizoma fractal?) con múltiples núcleos: proyectos, espacios, colaboraciones, grupos efímeros o más estables, representados mediante fotos, dibujos, poemas, flyers, estampitas, fanzines, revistas, catálogos, reseñas de diario, credenciales a ferias, como en un libro de recortes expandido, zurcido mediante cintas de colores, alfileres, retazos de tela, perlas, plumas, material orgánico como cáscaras de pistacho o flores secas.
En el corazón del montaje, un graffiti multicolor proclama ‘Soy con Ustedes’ y hacia los lados van apareciendo nombres como 70veces7, Club del Dibujo, Ivan Rosado, Ejército de Vanguardia, La Herrmana Favorita, Triple X, Embrujo, El Rancho Cósmico, Colectiva Transfeminista de Federal, Jamaica, Yarará, AVAA, y alrededor, más nombres propios, acontecimientos, fechas. La artista entrerriana cristaliza dos décadas de autogestión y traza así su historia afectiva del arte, con la ciudad de Rosario como territorio de acción elegido. Logra escaparle a la rigidez institucional que implicaría tal donación al celebrar el desparpajo y la dispersión en su obrar. La virtud de este archivo es precisamente su volatilidad.
“Memoria Trolx” es el procesamiento in situ del archivo y es a su vez la exposición de ese archivo vivo. Un graffiti fucsia, junto a la entrada, indica: ‘la muestra se encuentra en permanente construcción hasta el cierre’. El corpus digital que Vir y Ana estuvieron organizando se titula “Yegua de Troya” porque no es una sola artista quien ingresa al museo, son un montón de personas que quizás de otra forma no entrarían, o tardarían quién sabe cuántos siglos. Donó su cuenta de Instagram @vir.negri, suceso inédito en la colección de un museo. ¿Cómo se incluye una red social en el inventario? ¿Cómo se conserva lo inmaterial? Asimismo hay una parte física de la donación, piezas originales, cuadernos, libros, catálogos, más todo el material resultante del desmonte de la sala.
Una semana antes del cierre, Virginia organizó una activación: convocó a amigues a nutrir e intervenir el esquema afectivo en las paredes, llevando su propio material o enviando archivos que Ana imprimía ahí mismo (nos reíamos y le decíamos ‘el ciber’). La operatoria se repite. La artista acciona y produce a través de la invitación, del convite. Te invita a congeniar. Me quedo pensando en esa palabra: con-geniar, unir nuestrxs genixs para dar lugar a algo nuevo, quizás dure una tarde, un año, o el resto de la vida, quién sabe. Una definición muy alejada de la noción de genialidad o genio que (bajó de los cielos y se hizo solo pero) circula entre nosotrxs, ¡sí, todavía circula! En contraste, lo que Virginia nos propone es salir al encuentro, abrirnos a la posibilidad de que otre te cambie los planes o te reconfigure el camino. Lo que donó al museo no son piezas u obras particulares, sino su lógica de trabajo, su ontología afectiva, una memoria emotiva que no se ancla en la nostalgia sino que fulgura con un ímpetu inspirador.
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¿Cómo surgió la idea de donar todo tu archivo al museo?
A fines de 2019 yo estaba por volver a vivir a Rosario, después de tres años en el paraje Las Delicias, en Entre Ríos. Catalina Urtubey de El Gran Vidrio y Violeta Mansilla de UV me invitaron a participar de la MicroFeria de Arte Rosario, que se iba a hacer en marzo 2020. Yo venía de maternidad a full. Primero dije no, no tengo nada, sentí que no, ¿qué voy a presentar? Las chicas me decían “pensalo” y yo les decía: no, chicas, no tengo obra, no tengo nada para una feria, estoy con mi hijo, aparte, no me puedo poner a hacer nada… Pero me quedé pensando qué podía presentar, y dije: lo único que tengo a mano son las prendas que confeccionamos con Manu Brandazza y Renata Minoldo para la muestra en Oficina26 [“El nombre de la muestra es este poema:…, 2011] utilizando la tela enorme llena de graffitis que había hecho para otra muestra [“Mi cielo sobre vos”, 2007], cuando hice nevar en el Pasaje Pam.
Pensé: estas prendas son perfectas para marcar una historiografía. Son piezas de obra resultante de una obra mayor. No es objetual. Eran como los pedacitos de una perfo. Y esa perfo a su vez tenía que ver con otra. Ana Wandzik había hecho una nota en Radar, sobre cuál es tu obra favorita, y mencionaba la trama de esas piezas. Entonces decidí que iban esas piezas a la feria y cuando empecé a pensar los precios, dije: esto debería ser un bloque, está todo bien que cada uno tenga un pedacito, pero a la vez para mí se deberían conservar todas juntas, y después pensé: no las quiero vender, quiero que pasen a formar parte de un museo, porque hablan de una trama afectiva, de una historia en el tiempo, de un montón de personas, y de una forma de hacer con otros. Estas piezas trazan un mapa afectivo. De esa manera, muchas personas podían formar parte de esa colección. Lo seguí pensando y decidí ofrecerle al MACRO la donación de todo mi archivo, no solo de esas obras. No quería donar una obra mía, quería donar una trama afectiva. Bien atravesada por la idea de tecnologías de la amistad.
Es la donación de un archivo que es un hacer, que a su vez consta de una parte física y una parte digital, incluyendo tu cuenta de Instagram.
Es un desafío para el museo, también, cómo se incorpora lo intangible. Quiero donar un hacer. En términos de Sofía Torres Kosiba: un obrar. La lectura no es sobre los objetos, ni sobre los hechos. Lo que me interesa que se registre es la trama como obrar. La resultante es una excusa de lo que estamos tramando, vincularmente, a través de, o con el arte. Es un debate ya de los 60, no es nada nuevo, pero bueno, se colecciona la cosita… Justamente en este momento, en la era de las redes sociales, es hablar de una red que se conformó cuando se empezaba a conformar la red en internet. Con Ana vamos viendo los diferentes métodos de registro. Hay fotos físicas, fotos con cámara analógica, cámara digital, fotos de celular. Y después todo circula por redes, entonces no guardás nada porque todo está en una plataforma. Hay un back-up que llega hasta un momento. También hay que tener en cuenta plataformas a las que directamente no podés acceder más. Fotolog murió, no lo ves más. En 2021 empecé a hacer una especie de historiografía relatada en la cuenta de Instagram que ahora pertenece al museo, pero ¿qué pasa si Instagram desaparece?
Ahora que junto con Ana procesaron gran parte del archivo, ¿cuáles son tus impresiones o sensaciones?
Este trabajo de archivo hizo sacar de ese plano de romantización de la amistad a la obra misma. Me conectó con lugares re incómodos. Una vez, charlando con Ana, pensé: el fracaso sería que no te llamen más para trabajar, en este caso. Que no me llamen más, o no me convoquen más. Hay mucha gente con la que no volví a trabajar. Las amistades caducan también, cumplen sus etapas, y unx se separa. Lo que esta muestra me dejó es eso: poder mirar los vínculos afectivos, las amistades y los amores, y la amistad como una forma de amor, desromantizada. En un montón de cosas re celebrada, y también ver todos esos grises, que hace que no todo haya sido tan maravilloso. Pero el hecho de trabajar con otres sí es maravilloso, y es algo que sí podés sostener.
Inventás excusas para tramar cosas con el otro, porque está buena esa energía que funciona en ese momento. Cuando deja de funcionar, te vas a hacer otra cosa con otro, ¿no? Eso es lo que tiene este trabajo, que no está anclado en un grupo particular, en un momento particular, sino en esas grupalidades más inconscientes que se van armando. Hay algunxs agentes que son más o menos lxs mismxs, amigues que nos conocemos hace quince o veinte años, y no dejamos de hacer cosas, por momentos sí, cada unx tiene sus proyectos personales, pero nos encontramos para tramar cosas, para encontrarnos en el hacer.
¿Por qué decidiste procesar el archivo in situ, en el museo?
El trabajo que llevamos adelante con Ana es parte de ese proceso, de ese obrar. La activación en el cierre de muestra también es parte de ese proceso. Es tautológico. Esta acción está contando esta muestra, está hablando de sí misma. “Memoria Trolx” en el sexto piso del MACRO es lo último que se va a donar como obra. Necesitaba alguien que me ayudara y pensé en Anita. Su sensibilidad es lo que me llevó a pensar en ella como una persona con quien podía abrir este archivo emocional. Y tiene esa cabeza archivística, trabajó en el Archivo Carnevale, más su experiencia editorial. También posiblemente mucho de lo que usemos vaya a terminar en un nuevo libro en Ivan Rosado. Ella es re objetiva, y a la vez lloramos juntas todos los martes. Es alguien que supo leer mi hacer. Y somos contemporáneas, transitamos la facultad, en la facultad no hicimos nada pero nos conocíamos, después nos entramamos y empezamos a participar de cosas, una de la otra. A Anita la siento como una hermana enlazando.
¿Cómo organizaron el trabajo?
Nos reunimos en mi casa y empezamos a pensar… Decidimos centrarnos más en proyectos, y no en autores. No anclarlo a ninguna persona en particular, sino a esos nombres de lugares, grupos. No destacar a nadie por sobre lxs demás. Están mis participaciones no siendo parte de un grupo, como La Herrmana Favorita [Ángeles Ascúa, Florencia Caterina, Matías Pepe], yo no fui integrante, trabajamos juntxs, hicimos un montón de cosas juntxs. Lo mismo que el espacio 70veces7 de Fede Leites y Andrea Iuculano. No necesariamente era un grupo de personas trabajando conscientemente. Era más bien orbitando, o entrando a estos lugares, participando de taquito, o mega involucrada, o más o menos.
Hurgando en mis papeles, encontramos mi tesina de Licenciatura en Bellas Artes, “Proyecto Esqueleto”, donde básicamente está todo ya dicho, todo lo que sigo sosteniendo, de lo que habla esta muestra, mi forma de laburo. Ahí hay una propuesta de trabajo que se va dejando ver a través de las notas, las reflexiones, los autores, hasta que se resuelve en esa imagen que son los rizomas. “Proyecto Esqueleto” fue utilizando cada instancia de muestra como una excusa para desarrollarse. Mandé una propuesta a Currículum Cero en Ruth Benzacar, una al Salón Nacional de Rosario [en el Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino] y una al Macro Emerge. Esas tres muestras hablaban de los vínculos afectivos en el arte, de por qué hago arte. Es eso, llegar a esa conclusión, ¿por qué hago arte? No lo hago por el dinero, no lo hago por la fama, no lo hago por el reconocimiento académico. Lo hago para estar cerca de mis amigxs. Hago arte porque me encuentro con gente que admiro, amo. ¿Cuál es el sentido del arte? Para mí siempre fue el encuentro con otros, donde el amor y el cariño prevalezcan, más allá de que después los vínculos pueden fallar, fallan. Y la falla es bienvenida también. Esta idea de desromantizar la amistad pero que prevalezcan las políticas del afecto…
Quizás parezca una pregunta grandilocuente, pero ¿cuál es tu visión de la historia reciente del arte autogestivo, en tu perspectiva desde Rosario?
¿Qué visión tengo? ¡Que somos protagonistas! ¡Que la hicimos! Y la hicimos muchos, no la hizo un grupo de nombres mainstream. Propusimos, no dejamos de proponer. Hace veinte años que agitamos, proponemos cosas, promovemos que sucedan, y las llevamos adelante. Y fue una decisión política donar mi archivo al MACRO. Quiero que mi obrar dentro de la historia del arte ingrese a través de este museo en esta ciudad, donde hice en el arte. Elegí volver a vivir a Rosario, no solo la elegí una vez, sino la elegí dos, porque acá están mis amigxs, que fue lo que más extrañé cuando me fui. El arte no vale nada sin los vínculos, si estás sola en el medio de la nada donde nadie te entiende un choto lo que estás queriendo hacer.
En una entrevista con Ana, te preguntó qué pista sobre vos les dejás a les posibles investigadores u observadores del futuro. Respondés: “Que no busquen a través de los objetos. Que lean a través de los vínculos”.
Algunas veces se buscó anclar mi trabajo a una cosa en particular. ¿Que hago graffitis? Sí, pero hago un montón de otras cosas. Sostenía un blog, el facebook, el fotolog, siempre utilicé las redes sociales, ni bien aparecieron, como lugares donde mostrar lo que entramábamos con otres. Mi obrar iba por el blog, el fotolog, o como asistente de otres artistas, o productora de obras y eventos, y en el medio siempre tratando de ocupar un lugar objetual, ¿no? Como, bueno… hay que vender obra, hay que tener algo para vender. De hecho, no tuve nada para vender hasta que fuimos a arteba con La Herrmana Favorita [2011] que ahí imprimí pósters. Hasta entonces, eran en todo caso fotos de instalaciones, de cositas que hablaban de vínculos afectivos, del amor… Para mí siempre el objeto es como un souvenir. La trama que subyace es tan invisible que inclusive fue difícil para mí también darme cuenta de que eso era lo constante en mi obra: yo con otres. Lo material es secundario. La materialización es lo que menos me importa.
Porque se materializó el vínculo, por así decirlo.
¡Claro! Y también se manifiestan las intermitencias de las personas. Aparecen y desaparecen, aparecen más acá, más allá… Es como una obra chiquitita, de lo doméstico, de lo cercano, que da la casualidad que se toca con gente que creo que es fundamental en el campo artístico rosarino. No voy a hablar de Argentina, hablo de lo cercano. Esta es mi historia del arte afectivo. Trabajar con el otro fue la constante, desde un concepto de no grupalidad, o sí, lo cambiante que es la vida durante veinte años…
Lo que más me gusta de formar parte de lo colectivo es lo anónimo. No es de nadie, es de todos. Y si voy a entrar en una colección, quiero hablar de todos esxs, lxs quiero nombrar a todes. Somos parte de una constelación, cada unx tiene la propia y forma parte de algo más grande. Por eso invitar a otre es un poco más de humildad, es un golpe al ego. No es yo, no soy yo sola, no es mi viaje, es junto a otres… Las vanguardias del siglo XX y sus manifiestos fueron lo que más me fascinó cuando estudiaba historia del arte en la facu, me parecía increíble, y la historiografía tradicional y patriarcal se ha encargado de destacar nombres, y de borrar a otros. Entonces el dadaísmo es Duchamp, el surrealismo es Breton, y no, eran movimientos, había mucha gente involucrada. Destacar a uno u otro es una maña muy del mercado, porque es difícil vender la historia, no se pueden vender los vínculos.
Memoria Trolx, muestra del archivo vivo de Virginia Negri, con curaduría de Ana Wandzik, en el sexto piso del macro (Museo de Arte Contemporáneo de Rosario), inauguró el 6 de mayo y se puede visitar hasta el 7 de agosto de 2022.
(Av. de la Costa Estanislao López 225, Rosario).