Caminás hacia el edificio del pabellón central, donde se exhibe la segunda mitad de la muestra curada por Ralph Rugoff. Un bloque compacto de cuerpos se dirige en la misma dirección. Una fina película de llovizna que cae sin parar le otorga mayor dramatismo a la procesión. Algunos, muy precavidos, abren sus paraguas con el logo de la Biennale. Otros, usan las revistas lujosas que entregaban gratuitamente en la entrada para repararse. Repentinamente, te encontrás rodeado de una densa neblina, que se vuelve más espesa a cada paso. La nube blancuzca impide que puedas ver más allá de un metro de distancia. Los cuerpos que te acompañaban van perdiendo espesor hasta disolverse y fundirse en la niebla. Aunque estabas advertido que se trata de la obra de Lara Favaretto (Thinking head) una vez que estás inmerso en ella perdés cualquier referencia espacio-temporal. Ya no hay ayer, ni hoy, ni mañana, ni arriba ni abajo, ni adelante. Detenés tu caminata y quedás suspendido en un limbo blanquecino y húmedo. Llegan algunos sonidos a tu alrededor, pero asordinados, van perdiendo claridad hasta desaparecer. Pasan los minutos y no podés moverte, nada te urge para salir de la inercia. Quedás varado en la bruma, podrías quedarte mucho tiempo así.
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