Un santo para cualquiera
Texto y dibujos por Javier Samaniego García
Piso la Ciudad de Corrientes a eso de las 15:30hs después de un viaje con amenazas de ataques de pánico y la remera completamente chivada. Me señalan un micro que va al centro para evitar el taxi que cuesta como 1000 pesos y hace el mismo camino. Me subo al bondi y le pido al chofer que me avise cuando llegue al centro. Estoy sin mapas y sin cámara de fotos, me estalló la pantalla del celular un día antes de viajar. No me resigno a despedirme de whatsapp, el pase sanitario, el DNI digital, el mercadopago y, ni en pedo, el Grindr. Antes de viajar exploré los perfiles correntinos de Grindr y casi todos no tienen foto.
Voy directo a la oficina de la empresa del celu con un discurso ya ensayado para que se apiaden de mí. Estoy dispuesta a rogar y llorar. Todos estos años que llevo con cirrosis me dieron una batería de herramientas actorales y performáticas para hacer reclamos administrativos. La oficina está cerrada porque es la hora de la siesta, falta una hora así que camino al hotel. Le pregunto a una señora y ella dice: “¿Sos turista? Mirá que vas a un hotel alojamiento”. Yo ni idea, lo elegí por barato y respondo: “¡Mejor!”. Entro al Hotel y voy a mi habitación tratando de reconocer algún indicio de telo pero no encuentro nada. Faltan 15 minutos para que abra el negocio y me tiro a la cama.
Me despierto y miro el reloj: pasaron dos horas y media. Corro a la oficina y la cola da vuelta la esquina. Espero horas al sol y saco un abanico para darme aire. Las personas que están alrededor lo detectan, los barbijos ocultan la expresión pero con la pandemia una ya aprendió a leer los ojos, las cejas y la frente. Primero me miran con sorpresa e incomodidad y luego con desaprobación. En la empresa se apiadan, pero tardan 15 días en cambiar la pantalla, los celulares se arreglan en Buenos Aires. No me va a servir, sólo estaré en Corrientes por 3 días para el montaje de Rojo Frenesí, la muestra surgida de La Galería de las Promesas, un laboratorio de artistas devotxs del Gauchito Gil que coordinamos con lx artista correntinx Blas Aparecido. Desde hace tiempo queremos hacer algo juntas, dos maricas unidas por el Gauchito, pero llega la pandemia y destruye toda posibilidad. Nos sobrepusimos y creamos una vigilia virtual/artística del 8 de diciembre del 2020 al 8 de enero del 2021 con invitadxs (Karina El Azem, Sergio Gravier, Jorge Alberto Sánchez, Cleopatra Barrios, Gabriela Saidon, Marcos López, Andrea Ghillino) y una convocatoria nacional para un laboratorio de arte destinado al Gauchito. Creamos un grupo promesero compuesto 22 artistas de distintas provincias: Chaco, Misiones, Buenos Aires, Corrientes, CABA, Mendoza. Nos encontramos a compartir nuestra trayectoria artística y devota, realizar consignas y actividades. Analizamos a Gil en términos sociales, afectivos y políticos. Los bordes difusos, el frenesí devoto y las promesas. Armamos un 1° (2020) y un 2° (2021) festivalito compuesto por activaciones simultáneas en distintos puntos del país. El arte de festejar, agradecer, pedir, bailar, fumar y tomar vino.
Del laboratorio surgen una serie de obras/ofrendas que viajaron por las rutas desde distintas partes del país y esperan en el Centro Cultural Universitario para inaugurar. El lugar en cuestión es la Sala Sol, un gran espacio blanco con 4 columnas centrales dentro de la Universidad Nacional del Nordeste, antiguo edificio reciclado en la esquina de la calle 9 de Julio y Córdoba. Las curadoras Cleopatra Barrios y Agustina Wetzel se oponen al cubo blanco de la sala y contraproponen bajar la escala de percepción. Reactualizan el espacio ritual e invocan la experiencia del santuario oficial de Mercedes, a través de un laberinto rojo creado con banderas, chapas, escombros, rejas metálicas con cintas, estampitas y flores bajo un gran techo de media-sombra negra, como si fuera una toldería que busca protegerse del sol intenso de la ruta 123. El recorrido va condensando momentos de la oración al Gauchito: El pedido de justicia, salud, el agradecimiento y la celebración entre otros.
Desde la ochava, la puerta de entrada muestra la bandera de la “Galería de las Promesas” arriba de un cuaderno que no es para saludar a lxs artistas o comentar sobre la muestra sino para pedir/prometer y a cambio llevarse una de las estampitas del Gauchito que están disponibles. Frente a una montaña de botellas con velas rojas debajo con un “Rojo frenesí” escrito en la pared.
El Gauchito aparece de distinta forma, como expresión de trascendencia, como encargo y agradecimiento, como un guía y protector, como un acto tanto performático como solidario. Una divinidad que pide lo que se le promete y nada más. Ni cumplir reglas morales o mandamientos, ni reprimirse del placer. No hay institución ni líder, nadie es más que nadie. Podés ser la persona más gede del mundo, garchar con 1 millón chongxs, drogarte, emborracharte, ser vagx, paria, estar fuera de toda ley y el Gauchito te acepta.
En sala conversamos sobre sobre lo complejo de ser marica, torta, trans por acá. Como en muchísimos lugares en Argentina, lo paki sigue siendo lo único aceptado en mucho de lo que implica lo público. Queda una larga e injusta lucha por el derecho a la aparición, el reconocimiento y la reparación histórica a las comunidades disidentes.
Casi todo está listo, camino alrededor de una obra colectiva construida con escombros y veo una cinta que dice “trabajo”, la tapa de un CD del grupo “Bronco”, un naipe, un pedazo de pared con la palabra “justicia” escrita con tiza, una patente, ruedas, candados, flores de plástico entre otras cosas. Hay cabezas, torsos, pies, manos, piernas del Gauchito Gil y San La Muerte. Todo extraído de las ruinas que se encuentran en el Santuario oficial de Mercedes. Después del asesinato de Milton y Sergio Canteros a puñaladas en agosto del 2021, se mandó a demoler todo.
Rojo Frenesí concentra obras con soportes digitales: la proyección de los stickers del gauchito en distintos autos sobre la puerta de una F100 de Ignacio Fagundez, el celular de Gonzalo Duro con un video en loop desde una cuenta de Instagram, la pantalla de led con una secuencia de pixeles y videos de ensoñación activando ecos que dicen “gracias” de Julia Rosetti, la tablet con la vigilia promesera de Marina Aranda, la TV con el video de Blas Aparecido cocinando mientras se lo escucha diciendo una oración en guaraní, mi cartel de led como de un kiosco pero que no dice “ofertas” sino “esto es un testimonio de fe devota”.
Aparecen elementos clave, como el altar. El altar rutero, creando paisajes y una suerte de red gauchita en todo el país, el altar barrial o urbano de la calle, el altar doméstico que la gente monta en su casa y el altar íntimo del cuerpo, por ejemplo los tatuajes. Gonzalo Duro propone dejarlo en la calle para que la comunidad lo apropie, Laura Grizia realiza instrucciones de uso para el suyo, Blas Aparecido crea un santuario portátil con una gorra con visera, Andrea Ghilino construye una gran cruz con sus mini altares, Sergio Gravier realiza uno de varios pisos en absoluta simetría y con una patente B2 442277 de la colección del Museo J. R. Vidal de Corrientes. De forma premonitoria Lorenzo González arma una escena en miniatura con escombros y Nati Giménez construye una escena de ladrillos rotos.
Algunas obras crean redes, Laura Anabel Lopez envía sus amuletos protectores por correo, Marina Miranda invita a la comunidad a tomar la calle y apropiar la nocturnidad en una vigilia 8 de enero del 2021 en Resistencia (Chaco) y trae su Gauchito Albañil. La devoción también es perfomática; Blas Aparecido asa una torta parrilla con la imagen del Gauchito impresa en fuego y le convida al resto, Dúo Siundá con Ivana Jager y Esteban Molina (Chavela Fuega) cumplen sus promesas bailando. Sahumar y fumar, con los cigarrillos de flores de Roqa Libre.
Las urnas funerarias/ollas (cultura mbyá) de cerámica conectadas por un hilo rojo de Carlos Vivas, punto de inflexión en este recorrido, junto a la xilografía de Luciana Faccini. Otro elemento principal es la bandera, como en la instalación grandilocuente del mendocino de Cesar Panella con banderas que caen como chorros de sangre haciendo referencia a la sangre derramada en vinculación con San La Muerte, el rostro y el cuerpo de Gil impresos de Karina El Azem. La bandera de los santuarios que Andrea crea/registra en las rutas argentinas, mi bandera bordada en una sábana rosa dedicada a mi amigo Marcos Raimundo en donde mi mamá me ayudó. La enorme bandera de Jorge Alberto Sánchez realizada en 2001. Miro las flores rojas y pienso en lo lejano/cercano que estamos a ese momento y en quiénes son los Gauchitos Gil de ahora. No nos olvidemos que al Gauchito lo mata el Estado.
Pienso en lo importante que un colectivo de artistas y devotos del Gauchito de distintos puntos del país se presente al público como un grupo promeserxs en las tierras desde donde se origina el mito y luego de estos incendios. Me pregunto ¿qué implica que se prenda fuego el 12% de una provincia? 10.000km2 quemados (equivalen a 50 veces la superficie de CABA, 56 veces la superficie de Rosario, 30 veces la de La Matanza o la mitad de la superficie de la Provincia de Tucumán) no me hablan del horror producido. Tal vez si lxs artistas/devotos de todo el país le pedimos intervención, empiece a llover. Afortunadamente, un día antes de viajar la provincia vivió un respiro con las últimas lluvias, apagando los focos. Aunque esto es como una quemadura de piel, que continúa en capas profundas aunque la fuente se haya apagado.
La inauguración es un festín de perlas rojas, caen maricas y tortas. Tomamos vino y presentamos la Galería de las Promesas a lxs presentes. Andrea Ghilino da una charla espectacular sobre la “Hierofanía del Rojo”, un registro de todos los santuarios ruteros del Gauchito por todo el país, y subasta sus altares para ayudar a lxs afectadxs de los incendios. A las 22hs cerramos la puerta del CCU y la gente sigue en la vereda. Después fuimos a tomar birra y al carnaval (que merece un capítulo aparte, pude ver el poder maricón hecho brillo y quilombo). A las 9am la carroza se transforma en calabaza y comienza el regreso. Me vuelvo con Andrea y Pablo, mis nuevxs amigxs. El camino está despejado y tanto de un lado como del otro hay cenizas. A la derecha y en paralelo a la ruta una vía de tren sin durmientes. Me cuentan de Empedrado, una localidad a 62km de la capital correntina, donde Lucrecia Martel filmó Zama. Entramos por una avenida y doblamos por una calle de tierra pasando casas chiquitas y ecos de chamamé. Llegamos al fin de la calle y vemos un santuario del Gauchito a lo lejos que esconde un precipicio, nos acercamos y se amplía la visión. Descubro un paisaje que hasta ahora nunca había visto, una especie de montañas hechas de madera petrificada, como de chocolates en rama gigantes. Quedamos un rato, nos bañamos y saludamos al Gauchi. Retomamos la ruta, nos queda pasar por el lugar más importante, el santuario oficial en Mercedes. A ver cómo quedó todo después de las topadoras. A medida que la ruta avanza, empezamos a detectar zonas verdes y las celebramos como si alguien soplara las velas. A lo lejos se asoma una enormidad de escombros, como una playa de piedras y chapas tiradas en el medio de la nada, a medida que nos acercamos aparece la estatua del Gauchito, hace años que no se ve su figura desde la ruta 123. Al costado hay caballos y personas bailando chamamé.
Bajamos y caminamos sobre los escombros, tratando de reconocer algo de lo que fue. Una señora que vende velas, nos grita y señala con la mano una zona donde aún queda restos de estatuas. Nos acercamos y la tragedia nos inunda, agarré dos bustos, unas piernas, una pelvis, un torso de San La Muerte y un delantal de cocina que dice: “parrilla El Gauchito”. Recuerdo haber ido a esa parrilla a comprarme una gaseosa. Cargo todo en una bolsa para llevarme y nos subimos al auto directo a casa con la remera chivada.
EXPONEN
Blas Aparecido (Corrientes), Marina Aranda (Chaco), Gonzalo Duro (CABA), Karina El Azem (CABA), Luciana Faccini (Buenos Aires), Natalia Giménez (Chaco), Andrea Ghilino (CABA), Lorenzo González (Misiones), Sergio Gravier (Buenos Aires), Laura Grizia (Buenos Aires), Ignacio Fagúndez Polo (Corrientes), Roqa Libre (Chaco), Laura Anabel López (CABA), Cesar Panella (Mendoza), Julia Rosetti (Corrientes), Javier Samaniego García (Buenos Aires), Jorge Alberto Sánchez (CABA), Suindá: Ivana Jager & Esteban Molina (Chaco), Carlos Vivas (Corrientes).
CURADURIA
Cleopatra Barrios & Agustina Wetzel
COORDINACIÓN
Blas Aparecido & Javier Samaniego García