Qué me pasa con Mariano Dorr

Por Juan Gabriel Miño

Dibujo po Matías Romano Alemán

¿Qué me pasa con Mariano Dorr? Porque algo me pasa.

¿Qué me pasa con Mariano Dorr? Me pregunto otra vez, porque algo me pasa.

¿Qué me pasa con Mariano Dorr? ¿Será que quiero que me adopte? No, no es eso. Es otra cosa.

Miércoles 7 de junio. 
18:20 h.

Detrás del vidrio no llueve. La gente camina sin pilotos y sin paraguas. El agua cayendo, desde las nubes, sobre los abrigos de las personas no es algo que acontece. Las copas de los árboles se iluminan por los rayos del sol que proyectan su luz sobre el verde de las hojas. Algunos tienen las ramas secas, como escarcha deshidratada. La gente anda airosa por el clima que acompaña. Yo espero el 106, sobre Scalabrini Ortiz, para llegar hasta Retiro, estoy en Villa Crespo. Viajar en colectivo es de las actividades que más disfruto. Trabajo, durante el día, la mayoría de las horas encerrado en casa. Por eso, subirme a semejante vehículo, nave de la avenida, me hace sentir un nene endemoniado. Los colectivos te permiten recorrer la ciudad, ver el movimiento de los autos, de las cosas, a una altura que los demás transportes no. Se está un escalón más cerca del cielo, en un colectivo; se avanza hasta el punto al que se quiere llegar. Después uno se baja y el colectivo sigue su camino. Gran experiencia es la de trasladarse en bondi.  

Viernes 2 de junio. 
16:40 h.

Chat con Marina: Anotate, es re para nosotr#s. Sí, sentí eso. Cobra todo el mes lo que le pagamos a nuestr# psicoanalista por una sesión, sea lo que sea que le pagues a tu psicoanalista. Amo. No, no. Amo bocha. Él lo da virtual, los lunes, pero le dije de hacerlo en Rata y se copó. Me fascina, re estoy.

Viernes 2 de junio. 
16:48 h. 

Mariano, me interesa el taller de los miércoles en Rata. Dale, Juan. Pasame tu celular.

17:01 h. 

Hola Juan, soy Mariano Dorr. Nos vemos el miércoles 7 de junio a las 19 h en Rata Kiosko. ¿Cómo es el tema del arancel? El arancel yo lo hago así […]

A veces, los gestos no se miden, y ahí es cuando [para mí] brillan de verdad las cosas, en esas fugas, en esos minutos donde no se recalcula, en esos arranques repentinos, apoyados en una seguridad infundada sobre una realidad por demás absurda.

Galería de las Américas

La galería donde está Rata Kiosko se llama Galería de las Américas, Suipacha 925. Ahí Marina, Pilar y Wad pusieron Rata, esta librería de fanzines, libros de artistas y discos, que abrió en diciembre del 2021. Enfrente de Rata [ahora] está 13, un local que es un taller, un bazar, un kiosko, un poli rubro; lo compartimos y alquilamos entre Hoco, Tam, Gaspar y yo. La Galería de las Américas es un pasaje interior que se ilumina con luz blanca de tubo y está formada por un pasillo larguísimo de pisos de cerámico granito. Entre Rata y 13 hay otros locales, están Cristales Flash, en el local 7, Fletes Suipacha y un bar que se llama Teatro Bar, que se encuentra bajando las escaleras, en dirección a los baños. Y al fondo de todo, cuando se llega al final [final] del pasillo, hay dos puertas negras cerradas, con manijas rojas, que están atravesadas por una cadena con un candado. Esa es la vieja entrada de un teatro que se llamó Sala Planeta; una sala que existía ya desde los años 60’s y que cerró hace como 20. Ahí dentro, en Sala Planeta, tocaron miles de bandas, se hicieron obras de teatro y ahora es un lugar con butacas habitado únicamente por fantasmas.  

Ahí, entre la sombra y el fresco de la Galería de las Américas, donde el sol no entra nunca, es donde tenemos el primer encuentro de nuestro taller: La escritura del desastre afectivo.

Miércoles 7 de junio. 
19:20 h.

Mariano nos habla, nos lee, de Spinoza a Deleuze. Deleuze se tira por la ventana. Mariano dice: Si hay un Dios, sería la naturaleza misma. Las pasiones, lo que padecemos. Dios es infinito. Spinoza nombra 80 afectos en su libro Ética demostrada según el orden geométrico. La vida, entonces, vista así, es el resultado de afectos y preceptos, unos tras otros, combinaciones y mixturas que podrían dañar la retina del sentido lógico. Mariano habla y lee, esta es una acción que no deja de correr en el tiempo durante dos horas. Ponemos a sonar [desde un teléfono celular] a Barbara Strozzi. Hay un vino en la mesa, del que bebemos solo Marina y yo. —Barbara le canta al dolor que siente por el dolor del otro, le está cantando al afecto, afirma Mariano. Yo anoto y escribo: La pasión no me permite pensar bien, la liberación sería la razón y eso es imposible. Lo único que libera parecería ser el arte o la literatura [O ni siquiera].

Hablar es prodigioso, y hablar posiblemente traiga una cura. El talento de la oralidad. No conozco a Mariano pero algo me pasa, dice: Pasiones + Vincular = Desastre.

De repente hay un agujero en mi mente. Poder pensar en el desastre parece traficar un intento de vivir en lo desconocido, en la clandestinidad, una representación que no remite a ningún modelo. Maurice Blanchot escribió: El desastre cuida de todo. Pensar el desastre (suponiendo que sea posible, y no lo es en la medida en que presentimos que el desastre es el pensamiento), es ya no tener más porvenir para pensarlo.

20:23 h.

Mariano me afecta, no lo digo. Se lo diría, pero mejor lo escribo. El agua se vuelve ballena y la ballena, océano. El cadáver de una ballena se convierte en un banquete para miles de animales marinos. Esas imágenes vienen con este hombre nuevo, lo acompañan. Un hombre con un filtro difuso que habla en el sótano de un local en una galería de Retiro.

Conocer a alguien renueva el paisaje. Uno se muda de país con las personas. En la misma ciudad uno puede tener nuev#s amig#s, cambiar de elenco y pasar de temporada. No es malo moverse de grupos. No es malo enamorarse repentinamente de alguien y olvidar repentinamente a otrxs. ¿O si es malo? No lo sé, supongo que nada es malo ni nada es bueno. Todo es más raro como Mariano Dorr, algo innombrable, un poema, tal vez.

21:13 h.

Antes de cerrar el encuentro e irse a su casa, Mariano nos dice que siempre vamos a dialogar con nuestros muertos. Yo sé que un muerto es un romance que no acontece, un amor en las neuronas. Nos quedamos con Marina en el subsuelo de Rata, en un momento nos cruzamos a 13 y compramos cigarrillos sueltos. La noche se vuelve demasiado ancha.

Jueves 8 de junio. 
03:01 h.

Nos estamos yendo a dormir borrach#s con Marina.

Miércoles 28 de junio. 
19:20 h.

Es miércoles de nuevo y Noe [ahora] es parte del grupo. Hoy Mariano va a performatear de preceptor junto a Teté en el cierre de la muestra Escuela Paralela de Magui Testoni, en la galería Para vos… Norma Mía!. Vamos Marina, Noe y yo. Sus “alumn#s”, sus “algo”. Nadie sabe bien qué somos ni qué estamos haciendo, no lo entendemos ni nosotr#s mism#s, menos lo entenderían l#s demás. La idea, según Mariano, era plantear un tipo de escritura que no suceda por la acción de escribir, no era pulso caligráfico; había que contemplar una parte del día [Nada más]. Respirar un rato en serio.

Noe me mostró su cuaderno. Un cuaderno con flores en la tapa, demasiado lindo. Nos quedamos junt#s. Sentad#s. Compramos dos vinos, en un chino a la vuelta, a un precio que fue un éxito rotundo. En un momento alcé a un bebé ajeno y soñé con robarlo. Creo que le decía a la madre del chico algo así como: Este nene tiene que ser mi hijo. Es que me dieron reales ganas. Igual no lo hice. Los acompañé hasta un taxi, nada más. Más tarde tocó una chica a puro autotune y después nos fuimos a comer. En la mesa prometimos hacer un asado en Ferro con Máximo, Pilar, Teté, Mariano, Noe y yo. Por ahora no pasó. 

Después me subí a un auto con Mariano y Teté. Yo quería irme con ellos, que algo más pase, no sé qué. Supongo que lo inesperado o el desastre. Eso que venimos invocando desde hace unos miércoles atrás. Desde chico me obligo a enamorarme de quienes “aprendo”. Hago el mismo ejercicio desde que tengo 6 años. Sí o sí quiero sentir miedo y ternura, una transferencia que fuerzo a que suceda. Y cuando vuelve a pasar me asalta el mismo asombro de la infancia, otra vez tengo 6 años. Otra vez la seño me vuela la cabeza ¿La quiero besar o la quiero apuñalar? Alguna de las dos, o las dos.

Virginia Woolf nombra al amor como una experiencia donde “el yo está adulterado, mezclado, vuelto parte de otro”. Algo así me parece que me pasa. Cuando deseo, desaparezco. Soy adicto a desaparecer o a intentarlo. Pasan semanas y no respondo los mensajes. Mi mamá me pregunta cómo estoy y no puedo o no le quiero responder. Estoy deseando, mamá; dejame desear en paz. Estoy llegando a una pequeña muerte, como eyaculando en las ideas. No me puedo comunicar ahora. Cuando vuelva de mí, y atraviese este circuito deforme de lo que quiero, de lo que deseo, te voy a volver a escribir. Voy a intentar significar [de nuevo].

Domingo 23 de julio. 
22:20 h.

Ceno solo en el Imperio de Corrientes y Scalabrini Ortiz. En la barra, los mozos ya me conocen. Soy un estereotipo de mi propia performance. Estoy ahí, pidiendo una Coca con hielo. Espero una porción de pizza y me siento la persona más acompañada del universo. Otr#s desconocid#s se sientan a mi alrededor a hacer exactamente lo mismo que yo. Somos un montón, pienso. Sonrío mirando la vidriera, desde adentro del local, mientras nos mandamos mensajes de texto con Noe que está en su casa en Banfield; compartimos el desastre tirándonos chats. Afuera pasan otros personajes que caminan por la vereda con bufandas y sweters de lana. Les mando un guiño a la mayoría. Ell#s saben que somos un montón porque están en la calle. Yo que estaba en mi casa, y en mi cabeza, me había olvidado de ell#s. Y ahora que l#s encuentro revivo la alegría [de vivir] de estar acá, en esta pizzería, en esta ciudad.

23:06 h.

Llego a mi casa, me tiro a la cama y entro al perfil de Mariano: escucho sus videos. Me duermo mirándolo en la pantalla de mi celular. Yo estoy acostado y lo miro. Me adormezco y lo miro. Antes de cerrar los ojos releo unos chats que intercambiamos hace unas semanas:

—Mariano, había olvidado que me dejaron unas entradas para el estreno de una obra. No llego hoy al taller, me apena mucho. L#s voy a extrañar.

—Oh. ¿Vos te das cuenta que ya es como si nos conociéramos hace 10 años?

—Sí, eso me encanta. Me hace sentir en familia. Siempre necesito una familia.

—Yo igual.

Mariano, viste qué linda es la palabra lirio, me gusta más la palabra que el lirio en sí!

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