Por un materialismo afectivo en la gestión cultural

por Julieta Gómez Blumen

dibujo por Lino Divas

“Se puede dudar de todo, pensó, pero no se puede dudar de lo que se eligió sin motivo, sin sentido pero con la certeza y la convicción de que todo lo que venía era para él un modo de acercarse al lugar que la luz personal le había mostrado”
Ricardo Piglia en Los diarios de Emilio Renzi

En este relato hay 4 personajas y 4 situaciones, no porque sean las únicas de la historia, sino porque a través de ellas se contarán y articularán algunas historias sobre un mismo evento. Ellas (por esta vez) le dan sentido a una mirada sobre lo que fue Byte Beta, un festival virtual que sucedió en septiembre del 2020 en el Centro Cultural Kirchner. Esta historia no es lineal, ni tampoco quiere desenvolver ni desentrañar el significado del Festival; su única ilusión es rescatar algunos detalles subjetivos de un acontecimiento que fue percibido por muchos cuerpos y desde muchas pantallas. Todo lo que pasó allí se dio a partir de una serie de decisiones intuitivas y poco visionarias. Estas personajas no tienen nombres, pero podemos identificarlas por su función principal en los acontecimientos: la hacedora, la asesora, la editora y la articuladora. 

Este cuento no pretende hacer una crónica de todo lo que pasó en este evento, sino destacar algunas operaciones afectivas que identifiqué y que considero importante nombrar a la hora de producir representaciones de sentido. Un intento de poner la gestión afectiva por encima de la material, para de ese modo imaginar un posible materialismo afectivo que se sostenga y se teja de manera consciente y sensorial. Las cuatro personajas comparten deseos e intenciones, pero por sobre todo están de acuerdo en una cosa: el interés en crear un espacio de representación, investigación y enunciación de las prácticas, poéticas y preguntas contemporáneas que exceden su individualidad. Cuestiones que quizás no las atraviesan en la carne, pero pueden reconocer fundamentales a la hora de pensar un mundo más amable y vivible para todes. Bajo este deseo en común, se invitó a algunas personas a contar lo que hacen y a hablar sobre aquello que pueden y quieren nombrar en primera persona del plural. 

La hacedora: ¿qué es el éxito?

La hacedora se pregunta por el concepto de éxito, aunque creo que todas las personajas de este relato cuestionan las nociones que lo rodean. En el capitalismo, el éxito es sólo cansancio, trabajo tercerizado y la secuencia en cadena de algunas oportunidades aprovechadas de forma individual. ¿Cómo identificamos el éxito fuera de las lógicas competitivas, segregantes y cuantitativas capitalistas?

La primera actividad del Festival fue el taller «Yo es un cuerpo», coordinado por la directora e intérprete Marina Otero, en el que desde la práctica, se buscó pensar los movimientos y los hábitos corporales como gestos parte de un archivo corpóreo y sensible. En la mitad del taller la hacedora le dijo a las demás personajas: “para mí el festival ya fue un éxito”. La cosa no había terminado aún, no había aún forma de evaluar si les participantes estaban de acuerdo o si Marina estaba satisfecha con lo que estaba pasando. Tiempo después entendí, volviendo sobre este recuerdo, que el éxito al que la hacedora se refería no tenía nada que ver con la victoria; tampoco tenía que ver con la acumulación de eventos “afortunados”, sino con la humilde satisfacción de mirar como meses de trabajo, mensajes de whatsapp, mails y emociones entretejidas en el cuerpo de la hacedora se estaban ejecutando en un instante; ver cómo de forma orgánica la canción “A tu vera” de Lola Flores musicalizaba los movimientos de 30 participantes en un zoom, y sobre todo ver en la cara de Marina Otero una mirada desvergonzada por estar gozando ese momento. 

La editora: ¿cómo filtrar el contexto en una grabación de zoom?

Durante el festival se generó un intercambio entre dos personas bastante fantásticas, una diosa rumana que piensa con las manos y siente con la mente, y una heroína sagitariana que tiene la capacidad de tejer con los ojos. La primera es la artista rumana Alexandra Piricci, y la segunda es la artista y docente argentina Lorena Fernandez. Las dos charlaron en el festival sobre los movimientos, los viajes, la inteligencia vincular y el reavivamiento del mundo. 

Esta charla fue grabada por las personajas de esta historia días antes del festival, lo que permitió a la editora ajustar y subtitular el video. La idea inicial era que Lorena generara un temario para que Alexandra desarrolle. En esta consigna, sin quererlo quizás, existía cierta jerarquía de los discursos: queríamos saber que tenía Alexandra para decir sobre estos temas. Por otro lado, existía una evidente barrera idiomática entre ambas. Lorena no es fluida en inglés y Alexandra no habla, ni entiende español, o eso creían las personajas…Sin embargo durante la charla pasaron cosas. 

A partir de gestos afectivos entre Lore y Alexandra se pudo entrar en una dinámica bastante surreal. Lorena, la heroína que “no habla inglés”, soltó la lengua y discutió en el espanglish más lindo y claro del mundo; y Alexandra, la diosa rumana que no habla español, entendió más que suficiente todo lo que Lore quería decir. Esta charla que empezó con una traducción simultánea, lentamente se transformó en una conversación entre pares que se surtió de micro gestos cotidianos y contextuales: gatos maullando, perros ladrando y un afilador de cuchillos que se escuchaba a través de una ventana. El contexto de ambos territorios físicos se filtró en la digitalidad, y fue a partir de esto que ellas pudieron desarmar las barreras idiomáticas, jerarquizantes y ficcionales que pensaron que existían. 

Fue así como la editora entendió que lo más importante de esta edición era enaltecer esos gestos afectivos que aparentan no decir nada, pero que fueron la única y más importante razón por la cual esta conversación sucedió.

La asesora: ¿alguna vez pensaste que un grupo de whatsapp podría ser el archivo más fiel de un festival?

El contexto de este relato fue en un grupo de WhatsApp. Un grupo que no nació por motivos laborales ni prácticos. La realidad es que las 4 personajas no discutían asuntos sobre el festival juntas, sino de manera aislada: la editora con la articuladora, la hacedora con articuladora, la asesora con la articuladora; justamente lo que hacía la articuladora era <articular> esta información entre las 4. La iniciativa de crear un espacio en común para intercambiar situaciones de este presente específico nació desde la asesora el primer día de Byte Beta. Este lugar fue el espacio de encuentro que estas personajas manifestaron para escuchar, decir, pensar y chismosear. Este grupo le dio sentido a la experiencia de las 4 en todas las actividades. 

No existe un documento más fiel a todo lo que pasó en Byte Beta que este grupo de whatsapp, si alguna vez quisiera recordar algo de esos días volvería una y otra vez a ese chat. ¿Qué valor le damos a estos registros aparentemente irrelevantes y secundarios? ¿Por qué no honramos los espacios de intercambio cotidiano con la majestuosidad que merecen? ¿Cuando vamos a empezar a desarmar la idea de archivo como algo que conserva y clasifica, y comenzar a pensarlo como algo vivo, móvil, cambiante, potente y amorfo? 

La articuladora: ¿cómo intentar poner el territorio por encima de cualquier conversación? 

Hay una realidad socioeconómica a la hora de invitar a participar de una actividad a personas que habitan territorios con monedas distintas al peso argentino: lo que tenemos para ofrecerles siempre va a parecer poco. Muy conscientes de esto, la hacedora y la articuladora entendían que el principal utensilio que tenían para hacer factible esta invitación era enunciar el contexto territorial de donde venía la misma; y la principal herramienta vehicular de este mensaje era el fiel, clásico y nunca anacrónico email. Fue así que la redacción de cada correo se encaró como una carta de amor transatlántico del siglo XIX, y como toda buena carta de amor primero siempre hay que contar un poco que anduvo pasando desde el lado de la emisión: cuál es el clima del día en que se escribe la carta, en qué estado emocional se encuentra las que mandan la carta, y cuál es el motivo por el cual se escribe la carta. Así fue como se empezó a tejer lazos de confianza y cuidado hacia les invitades: contándoles si llovía, si estaba nublado, si había sol, y si estábamos tristes, emocionadas o ilusionadas. 

Manifestar huellas del contexto físico y emocional permitió achicar esa brecha socioeconómica evidente e in-caretiable. Únicamente elevando al territorio y todas sus problemáticas como eje central de una conversación es que queremos comunicarnos. 

Me cuesta pensar fuera de los afectos a la hora de gestionar representaciones de sentido. Me cuesta también pensar una situación como un hecho. Este brevísimo relato es un recorte altamente subjetivo de lo que pasó en un festival de 4 días en el que participaron muchas personas. No intenta dar cuenta de las actividades que sucedieron allí, ni de las temáticas que se enunciaron. Sería inagotable y pretencioso abarcar todo eso. Simplemente puedo decir desde mi lugar que Byte Beta me enseño a seguir tejiendo y cuidando las redes invisibles que le dan sostén y sentido a mi práctica, y que estas son sutiles y caóticas,  desordenadas y evidentes, infinitas y valiosas y por sobre todo altamente gozables. 


Byte Beta fue una instancia de reflexión y discusión virtual y gratuita en torno a las transformaciones de los hábitos físicos, emocionales, afectivos y sociales que hemos atravesado en los últimos meses. Durante 2 fines de semana (26-27 de septiembre y 3-4 de octubre) se realizaron en el Centro Cultural Kirchner cuatro jornadas temáticas con charlas, talleres, proyecciones y más actividades de la mano de activistas, investigadorxs, filosofxs, gestorxs culturales y artistxs entre los cuales estuvieron Identidad Marrón, Sasha Sathya, Ontologias Feministas, Helen Torres, la comunidad Catrileo-Carrión, el Centro de Arte Sonoro, Antes del Olvido, la Colectiva Materia, Lejos Lejos entre otras. 

Byte Beta además fue un trabajo colectivo realizado por Camila Albertocchi en la producción, Julia Szjemblum en la asesoría, Julia Parodi en la edición audiovisual, Luis Juarez en la comunicación general, Violeta Gonzales Santos en la asistencia de comunicación, Juan Pinkus en la identidad visual y Julieta Gómez Blumen en la dirección.

Las charlas de Byte Beta pueden visualizarse en https://bytebeta.bytefootage.com/

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