Patria grande, infierno chico

por Lenny Lifschitz y Tam Ciai Averbach 

Buenos Aires es de a momentos urgencia y de a momentos derrota, río y niebla. Pero también es dónde Santiago O. Rey vive y trabaja desde que nació, en 1983, año de largo suspiro para la democracia argentina.  

Las lápidas son conmemoraciones, una marca en la tierra para avisar que hay algo que recordar debajo, en otro nivel distinto al nuestro; el fracaso anticipado del deseo de detener el tiempo. En Leche Muerta, Santiago lapida a la política argentina. Más bien lapida a sus símbolos y signos. Pero no los mata. Los perdona y los deja agonizando y expuestos para nosotros.

Gaturro, Cristina, una lengua stone, pijas que asaltan y porteros asesinos en hojas fabriano y lapicera azul. Como en un diario (con olor a diario), la simbología de la muestra lleva la impronta del grotesco popular. Será el sabor de los 90 que no se quita. O del 55, o del 76 o del 83, o el del 2019.

No sabemos qué cosas busca Santiago en Google, pero si de encontrar basura para entrecomillarla se trata, el panorama es más claro. En la primera sala, dispone símbolos que flotan en charcos que se vuelven objeto, escultura (las lápidas también son, de alguna manera, esculturas). Basura-es-cultura. Sabemos que en los portales de noticias hay mas mugre que en las calles. Como las noticias no se pueden capturar o detener, Santiago detiene un río con las manos y el agua nos sumerge a todos. 

Múltiples capas de lectura se despliegan en las salas de Moria, en un recorrido que puede ser o bien horizontal o bien vertical. Se puede pasear por la muestra despacio o salticando entre los charcos detenidos en el tiempo y las viñetas desperdigadas, ordenadas bajo la mirada curatorial de Celina Eceiza y Cotelito.  

¿Leche muerta tiene un sentido al que no se accede o no se accede porque en realidad ese sentido no existe? Pasa lo mismo que cuando leemos las noticias. Las salas de Moria -galería joven no tanto por su edad sino por las promesas que hace y que también cumple- tienen algo en su disposición por momentos hogareña que remite a lectura dominguera del Página/12.  La mala noticia está acompañada con una foto que luego será meme, como catarsis del desequilibrio porteño, neurosis necesaria para sobrellevar la incertidumbre.

El delirio político se expresa en cada gesto de la política argentina.  Al domingo siguiente de las elecciones primarias abiertas soberanas y obligatorias fue trending topic el hashtag #lovamosadarvuelta, en referencia al resultado que le dio la victoria a la fórmula Fernández-Fernández. Como una tos trágica que te interrumpe la acabada.

Entre la prisa del diario y lo que se paraliza en los charcos (¿o el Río de la Plata?) estamos nosotros, atrapadxs en la muestra. En respuesta a cada dibujo aparece otro. Todos los dibujos, los charcos, las pijas, las Cristinas, los gaturros, las serpientes, los funerales son una yuxtaposición de préstamos (¿al FMI? Por 100 años o por 10 minutos) tomados del flujo de la urbe con un trazo suelto. Un trazo urgente para no enfermar. Son los sedimentos imposibles de detener. Las preguntan rebotan en loop. Y todo responde a todo. ¿Alguna vez se detienen las noticias? La patria es grande, el infierno demasiado chico. De ahí la sensación de agotamiento.

Los dibujos que hay no hacen más que estar y, sin embargo, algo queremos llevarnos: ¿una reflexión? ¿La conclusión? ¿La promesa de un futuro mejor? ¿Una pizca de esperma que sea esperanza? ¿Esta muestra es esto o está en contra? !Qué importa! El control de daños de estos años lo hacemos todos los días, con asco y risa, y el deseo de que todo sea un meme.

* Leche muerta se puede visitar en Moria Galería (Apolinario Figueroa 134 – CABA). La muestra está curada por Celina Eceiza y Cotelito y está acompañada de un fanzine con textos de ellos y de Carla Barbero, junto a dibujos que quedaron fuera de la exhibición.
Se puede visitar viernes 30 y sábado 31 de 17 a 21, y viernes 6 y sábado 7 (CIERRE) de 15 a 19.

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