Art & Coins

Por Julieta Rosell

Dibujo por Lino Divas

No creo que sea necesario listar ejemplos en los que dinero y arte se juntan como dos ríos que desembocan en un mismo mar, apelo a que todxs van a encontrar ideas en sus cabezas de cómo estos dos universos conviven e incluso trabajan mutuamente.

Hace poco en una clase de arte me hicieron esta pregunta: “¿vos te imaginás cómo sería tu obra si no tuvieras que trabajar?” No tengo ni la menor idea fue mi respuesta, o quizás me quedé muda y eso fue lo que pensé hacia adentro. La realidad es que no tengo idea porque creo que las obras están condicionadas por cada subjetividad, y la mayoría de las subjetividades, o al menos puedo afirmar que la mía, está totalmente atravesada, entre otros miles de cosas, por la necesidad de supervivencia económica (y por la búsqueda de algún tipo de comodidad dentro esa necesidad, o al menos de evasión del sufrimiento). Este podría ser un primer vínculo entre el arte y el dinero hoy: una gran parte de las actividades que hacemos lxs artistas durante el día están en consonancia con la supervivencia económica, y muchas veces el tiempo que nos queda para hacer una obra, para ir a verlas o para sentarnos a escribir un proyecto, está sujeto a ese tiempo que nos deja libre el trabajo, o mejor dicho, el trabajo que nos da dinero.

La legitimación

Propongo concentrarnos en el concepto de valor, como para abordar algo particular de este universo inabarcable del dinero y sus derivas. Por ejemplo, ¿cómo se define el valor de una obra?, ¿tiene que pasar un control de calidad o simplemente circular por algún vericueto de lo que llamamos “el mundo del arte”?, ¿se puede llegar a establecer un consenso sobre el valor de una obra o basta con las decisiones de un par de personas?, ¿tienen más peso las instituciones o lxs pares?, ¿acaso es realmente necesaria la legitimación?, ¿para quién? Los parámetros de legitimación de un artista o de una obra son cada vez más aceleradamente cambiantes y fugaces y admiten una cantidad de formatos impensados: hoy podríamos nombrar el voluntarioso IGTV de Bruzzone o la multiplicidad de publicaciones de arte como manifestaciones de esta diversidad legitimadora en el contexto local.

Ahora bien, la pregunta sobre la legitimidad del dinero no sería un asunto menor. El dinero es una representación de valor, ¿pero quién o qué le da valor? Pareciera ser que tanto para el arte como para la economía, el tema del valor está asociado a la legitimación, y ésta no deja de estar atada a lo auténtico, a lo que está certificado, que a su vez articula con ciertas ideas modernas sobre lo original. Ya sabemos que al arte le cuesta particularmente deshacerse de ciertos mandatos de la modernidad, como esta idea residual de el original, y esto queda demostrado en el típico debate que se da al menos una vez por año en algún premio o concurso local cuando se plagia/apropia/cita/copia una obra y todos salimos a opinar sobre la autoría y a tomar partido por algunx de lxs afectadxs en la contienda.

En este escenario de múltiples y crecientes interrogantes sobre la legitimidad hace su aparición Bitcoin y la cola de proyectos de criptomonedas y de blockchains que trae con él. Y la pregunta que no podemos dejar de hacer ningún simple mortal es ¿qué respalda a Bitcoin? Para responder a esto, unx se ve tentado a salir con la contrapregunta, o el contraargumento, que a esta altura es como la deformación profesional de cualquier bitcoiner: “¿Y los billetes, en qué creés que están respaldados?” Bueno, respaldados es una forma de decir. Quien respalda al dinero fiduciario es la entidad del Estado: solía estar respaldado en reservas de oro, después en los dólares con los que cada país contaba en sus reservas, y ahora en las decisiones que toma cada banco central sobre cuánto dinero imprimir y poner a circular (la famosa inyección).

Si nos remontamos hacia los inicios del dinero, (a lo largo de la historia la representación del valor tomó muchas formas diferentes) las primeras monedas que se utilizaron para intercambiar bienes eran pedacitos de metales acuñados en forma de moneditas desparejas con la cara de algún rey. Pero el metal es muy pesado para andar moviendo de un lugar a otro, entonces se inventaron los billetes (papel moneda), al principio como una suerte de prueba de que la persona contaba con esa cantidad de oro, y luego empezaron a valor en sí mismos. Desde que se desvincularon el oro y los billetes, acordamos que el papel moneda tiene el valor que dice que tiene en base a las promesas que hacen y la fe que nos inspiran los gobiernos que imprimen esos billetes, les ponen la cara de la reina, de algún presidente popular o de pajaritos, y los hacen circular.

Pero ¿qué pasa con las criptomonedas? Porque convengamos que la crítica más frecuente es que no están respaldadas por nada, nada que las legitime. Ah, pero está Elon Musk, el hombre que nos va a llevar a todxs a Marte, que agrega #Bitcoin a su biografía de Twitter y además hace una comprita interesante: ¿acaso no funciona ya eso como legitimación?

Dinero y estado, asunto separado

Bitcoin, al igual que el dinero, también es una construcción, es una forma de dinero digital (al igual que el dinero del home banking) y es a su vez el protocolo que permite el intercambio de ese dinero digital. En el caso de Bitcoin no hay impresión de dinero (o pintada de papelitos) sino minado: al igual que con el oro, que es un material escaso en el mundo y que implica una cantidad de esfuerzo considerable para ser obtenido. El minado o creación de Bitcoins implica hoy, un poder de cómputo enorme, lo que se resume en equipos carísimos y facturas de luz bastante elevadas. Digamos que si en 2015 era rentable minar Bitcoins y se podía hacer con carpa desde la compu del laburo, hoy no pasaría desapercibido. Las computadoras son las que descifran la criptografía y van extrayendo esos nuevos Bitcoins como pepitas de oro, resolviendo acertijos criptográficos. O sea que detrás de Bitcoin hay criptografía y electricidad.

Todo esto, el minado y las transacciones, se hace de forma anónima y descentralizada: ninguna de estas operaciones depende de un ente gubernamental, un banco central o una supercomputadora central, sino que el “libro de contabilidad” lo lleva toda la red descentralizada, y cada movimiento queda escrito en código, es accesible y puede ser verificado. El consenso, que es lo que garantiza la seguridad de la blockchain (cadena de bloques), se genera por la actuación de todas las partes de la red, que van aceptando y verificando de forma unánime la validez de cada bloque.

Otra cosa que da valor a algo es su disponibilidad: la escasez, que una cosa sea única o que no haya miles iguales, y en este punto se vuelve como en un rulo a las ideas de lo auténtico y lo original que tanto juegan en el inconsciente moderno occidental. El oro es el ejemplo más adecuado para esto: a menos que seamos el rey Midas o contemos con algún poder alquímico, no se puede reproducir; el oro que hay es lo que tiene el mundo, se agota. Bitcoin también se agota porque tiene un límite de cantidad de Bitcoins que van a existir: está fijado, por protocolo inamovible, en 21 millones. De esos 21 millones ya se minaron más de 18, y se calcula que entre 3 y 4 millones ya se perdieron para siempre, en manos de distraídos que perdieron sus claves o sus pen drives, especialmente en los primeros años en los que un Bitcoin valía mucho menos que una pizza. El último Bitcoin va a ser minado en el 2140 aproximadamente.

Autonomía

El dinero, al igual que el lenguaje y que el valor de las cosas, es una construcción de consenso. Y hay diferentes formas de establecer consenso para distintas cosas. Bitcoin y muchas criptomonedas proponen nuevas formas para definir el valor del dinero, formas que no involucren la fe y la confianza en un gobierno, sino en un consenso distribuido horizontalmente entre todas las partes. Bitcoin es tener un pedacito de la blockchain, es ser dueño de algo que es de todxs y de nadie. Por supuesto que actores como Elon Musk son dueños de porciones más grandes, porque la torta sigue siendo capitalista y siempre se corta en porciones desparejas. La tecnología blockchain, además de ser un sector en desarrollo, como el de la inteligencia artificial o la edición genética, promete modificar muchos de los intercambios que mantenemos hoy en día, y ya lo está haciendo. ¿De qué formas pueden las blockchains intervenir en el valor de las obras de arte, en su legitimación, su certificación y circulación?, y más aún, ¿tiene sentido que lo hagan? ¿Estamos ante otra instrumentalización del arte o ante una posibilidad de hacer crecer los públicos, las formas de circulación y la autonomía? El arte tuvo siempre el componente de la subjetividad y éste tiene mas volatilidad que Bitcoin y que todas las shitcoins juntas, y paradójicamente, el arte tiene más de fe que de pruebas. Mientras las tecnologías escalan y colonizan nuestra forma de vida, para mejor o para peor, lxs artistas seguimos robando tiempo de la supervivencia para producir obras, hasta que estalle de nuevo alguna burbuja y empecemos a hacer nuestros propios papeles pintados.

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