Lo interesante soy yo

“- No eres bella, pero eres interesante.

Te entregaré a la ciencia para experimentos médicos…”

José María Muscari

 

La inteligencia del arte contemporáneo con su crítica, no produce la conciencia brechtiana sino lo “interesante” que domina todos sus discursos. El predominio de lo interesante en arte hace pensar en el fin de la belleza, y en consecuencia ¿también del arte popularmente dicho?

La sentencia de Alan Badiou que define al arte contemporáneo como “una crítica al arte mismo” sirve a una retórica estética en la que el presupuesto crítico si no está claro, al menos, existe como sospecha, como prejuicio, en un sentido positivo (si esto es posible). Toda obra es crítica hasta que se demuestre lo contrario, y muchas veces, la impunidad es ley.

Dijo Salvador Dalí: “Soy demasiado inteligente para ser buen pintor, para ser buen pintor hay que ser un poco burro”. Esta singular inteligencia, una vez desterrada la belleza (oportunamente rechazada por Rimbaud quién, recordemos, la encontró “amarga”), se entrega febrilmente a lo interesante. Una estética de la inteligencia es la forma de lo nombrado “interesante”. Lo interesante, ese eufemismo de lo más feo.

Hasta aquí, un poco en broma un poco en serio, venía yo jugando con esta posible categoría estética hasta que encuentro una frase de Silvia Schwarzböck, que dice: “es la narración en primera persona, la introducción del Yo, la que transforma en interesante todo lo que narra”[1]. Intentando transponer esta cuestión a las artes visuales, me parece descubrir a este yo en la figura de la firma del artista o, si se quiere, en la imposibilidad de decir para un artista “sin nombre”: si existen los anónimos en el arte contemporáneo, éstos son excepcionales.

Este lugar de autoafirmación del artista pareciera haber transmutado hoy en el yo que testifica en la red. Aquél que se da existencia en su opinión, “criticando” desde una forma mixta entre autor y apropiador, y que es multitudinario, porque se “personaliza” a través de una tecnología preseteada.

¿Será entonces esta caída en lo interesante del arte contemporáneo, resultado del recurso constante a la primera persona, aquello que lo vuelve, a su vez, precursor de las sociabilidades virtuales en red que vivimos cotidianamente?

La mirada de Schwarzböckes estética. Contrariamente, Boris Groys, en el prólogo de Volverse público[2], propone, a su turno, abandonar la perspectiva estética para pensar el arte hoy, pues la estética es construida por la mirada del espectador. En la actualidad, asegura, “existe más gente interesada en crear imágenes que en observarlas”.

¿Es acaso la mirada del “fin del arte” consecuencia lógica de la perspectiva creada por la mirada estética? Entonces, así como Groys imagina una supervivencia del arte después del fin de la historia, acaso no nos encontramos en el después del fin del arte, sino en el fin de la estética. El arte continúa aún sin que exista espectador alguno. Se piensa a menudo en el fin del autor pero lo que habría culminado es, en realidad, el lector. La belleza continúa, sólo que ahora somos ciegos a ella. Mientras, nos mantenemos interesados.

 

Pablo Rosales

[1] Silvia Schwarzböck en un artículo publicado en la revista Mansilla (año: 2, n°: 3 Buenos Aires, junio de 2012) dentro de un dossier que se pregunta por el fin de la cinefilia, se refiere a la irrupción de la narración en primera persona en el nuevo documental.

[2] Volverse Público, (Colección Futuros Próximos, Edit. Caja Negra, Buenos Aires, 2015).

 

Ilustración: pintura en conjunto de Guillermo Kuitca y Alfredo Prior.