La vanguardia peronista debe ser domesticada

Por Leopoldo Estol

Qué difícil es saber cuando elegimos el camino del arte, cuál es el sentido de lo que haremos. Más que sentido uno siente una pulsión que marca la dirección. Por ejemplo, a mi lo que me gusta de ser artista es que no debo ser categórico en lo que hago si no quiero serlo, a la vez que puedo siempre estar aprendiendo algo nuevo, incursionando en nuevas formas de hacer que le procuren a mi cuerpo y espíritu sensaciones nuevas. Eso no lo tenía tan claro al momento de elegir mi camino, la ficha cayó después.

Pienso en los hilos invisibles que me unen a otrxs artistas y lo intensos que son, muchas veces habilitando una lengua propia, una fiesta de pequeños signos y acontecimientos. ¡Ah! Lxs artistas y nuestros mundos imaginarios, volátiles e impredecibles, sutiles investigaciones que decantan con el tiempo, a veces mucho tiempo, a veces no tanto. Hoy lo pienso cuando veo la obra de una colega acorralada por un viento violento, grosero y belicoso. 

Una artista cuya obra insiste en preguntarse por el lugar de la mujer en la historia, por la violencia que reciben las mujeres por el simple hecho de ser mujeres y se embandera con un movimiento, el peronismo, haciendo una pintura fresca que abre puertas y despabila, que se apoya en imágenes preexistentes para depurar nuevas formas. Fátima, mi colega, es llevada a juicio por una sesgada investigación en la cual se exponen las bambalinas de  cómo pinta algunos de sus cuadros. Pareciera que hacer arte es también saber que algunas veces seremos examinados con crueldad y aún así, seguir adelante. Si bien para algunos copiar no es más que una prueba de mediocridad; copiar, en el sentido de apoyarse en otra imagen, puede ser mucho más que un truco porque implica pensar con la mano lo que el ojo ve. Copiar puede ser la herramienta que permita ir conociendo y complejizando las composiciones. También es la forma en la que aprendemos a escribir o a bailar. Habría que preguntarle a cada enojón cómo aprendió a hacer aquello que le sale bien. En mi caso copié mucho y fue copiando e intentando ir más allá que llegué algo que puedo reconocer como propio. Esta estrategia se puede rastrear en cientos de obras pero eso no importa, la cocina revelada es siempre flagrante y todxs caemos rendidos ante la evidencia.

No existe la vanguardia peronista, dice en una de sus entradas el libro de Carlos Godoy, la famosa escolástica peronista ilustrada que manoteo con intuición. Otra entrada: los artistas que marcan tendencia no son peronistas. ¡Aha, una chispa! Dos entradas que se contradicen, tal vez exista después de todo una delantera peronista a juzgar por la virulencia de los últimos días. Debemos reconocer que el ánimo con el que trabaja Fátima desde el vamos siempre ha sido ir al frente, en ese sentido, hay en su obra una voluntad de participar de la esfera pública que es certera y que sin dudas es parte de la fuerza con la que irrumpió esta joven mujer en el medio artístico. Sorprende la operación, y ahora uso la jerga específica de la lengua política que denota artificio o truco, también la búsqueda obsesiva de las referencias, el hostigamiento, la confusión (deliberada) de precios y el ruido de fondo sobre el uso de fondos gubernamentales (que oportunamente la curadora Eva Grinstein y el Museo Evita aclararon). Pero si bien esto sorprende, no debería ser tomado como algo casual.

¿Qué es lo que opera detrás de esta suerte de desenmascaramiento? Como los hacedores siempre somos celosos de con quién y de qué forma compartir nuestros apoyos, revelar la cocina de la obra vuelve a la artista vulnerable. A medida que avanzo de pestaña en pestaña algo me hace pensar en la topología de las redes sociales: espacio donde volcamos con naturalidad cosas personales, a veces íntimas, también espacio abierto a la intervención de personas/grupalidades que esconden su identidad como tipito enojado que es un hombre detrás de una máscara pero bien podría ser una grupalidad detrás de un seudónimo. El reciente debate entorno a la participación de Rodrigo Cañete en la escena artística también tiene que ver, no sólo por sus reiteradas publicaciones donde impugna el trabajo de colegas con ligereza sino por lo enfervorizado de un público que cifra su frustración en una catarata de agravios, una suerte de catarsis que ocurre frente a los dispositivos en donde alguien se permite de repente insultar o desmerecer como si más que de cultura se tratara de un pleito ocasionado por una mala maniobra o por un semáforo. 

Cabe preguntarse cómo se repone una artista luego de estar en el ojo de la tormenta, esta vez sus obras no fueron recibidas con el suave fragor de la inauguración (cómo se extrañan), ni el espacio crítico que se despliega en las clínicas de arte en donde se promueve la discrepancia pero en un entorno cuidado, el peligro del linchamiento es hoy más que nunca una realidad cotidiana, un filo del entorno doméstico, como cortarse con un cuchillo o resbalarse en la bañera. En lo personal creo que el riesgo más grave es que nuestra compañera pierda el entusiasmo. De pronto la indiferencia se transformó en furia, podría pensarse que toda esta secuencia desafortunada es un bautismo de fuego: la política más reaccionaria y vil reconoce la obra de Fátima como símbolo de lo que hay que repudiar. La vanguardia peronista debe ser domesticada. ¿Estamos lxs artistas preparados para el escarnio público? Tal vez no sólo lxs artistas sino nadie lo esté nunca.

mega888