La curiosidad y el aprender vienen juntos con la transmisión de conocimiento

por Mónica Girón
dibujo por Celina Eceiza

Para mí la curiosidad y el aprender vienen juntos con la transmisión de conocimiento. Más o menos a la edad de cinco años, empecé a dar clases como un juego, a todo aquel que estuviera a mi alrededor y dispuesto. Me resulta fácil dar clases o funcionar como guía para los demás, quizás porque tengo sentido de la responsabilidad, del cuidado de mí misma y de otros; siempre mi espíritu aventurero me llevó a asomarme a mundos desconocidos y compartirlos inmediatamente si es que me parecen fascinantes y útiles para mejorar.

Tuve una educación privilegiada en arte conceptual, muy abierta, inclusiva y crítica. La posibilidad de haber estudiado Arte en Suiza, en el centro de Europa, me permitió después al volver a Argentina, compartir mis intereses y enseñar o estudiar en talleres privados, pequeñas instituciones y escuelas de arte que se estaban formando en la Argentina de los 80, posdictaduras. Doy clases en ámbitos que aceptan tener a alguien sin título legitimado por el Ministerio de Educación argentino, ya que mi diploma en Expresión Tridimensional y Conocimiento del Arte de la Escuela de Artes Visuales de Ginebra no se valida. Desde el año 1997 en adelante di clases para diferentes proyectos e instituciones en Brasil, Ecuador, Noruega y Argentina. A finales de los 90, Inés Katzenstein comenzó a armar el proyecto Programa de Artistas y empecé a trabajar con ella para la Universidad Di Tella. Durante todo este tiempo he venido desarrollando ejercicios para las distintas genealogías o camadas de jóvenes artistas y curadores. A lo largo de estos años las fuerzas laborales en el arte contemporáneo, la tecnología y el alcance o las perspectivas de la representación cambiaron, se transformaron mucho.

En un contexto de aula o taller, si me tengo que presentar digo que soy artista y que lo que hago son ejercicios creativos, que el que quiera puede crear en “con-junto”. No son ejercicios para crear obra sino para crear discernimiento, son situaciones de juego que sirven para conocer a los colegas y amplificar la sensibilidad, entender las sensaciones y modelar los sentimientos, entre otras cosas. Invento cursos y ejercicios para pensar acerca de la forma, la representación y el color y sus alcances simbólicos, imaginarios y reales. Algo así como Fundamentos Visuales y Diseño (actualizándolos de manera constante). Cruzo campos de saberes, algunos más racionales con otros de origen más intuitivo o de tipo no científico; dibujo, color, perspectivas y conocimientos que surgen de las otras ciencias o campos de saber humanísticos o artísticos tales como arquitectura, semiología, filosofía, antropología, religiones y ontologías varias. Para cada momento propongo distintos ejercicios: me fascina renovarlos y  actualizar  las  preguntas,  sorprenderme  y sorprendernos. Resulta una manera muy vital y exigida de compartir inquietudes con los participantes y al mismo tiempo ayuda a mantener una acción y una mirada comprometidas con lo que se está haciendo. Anhelo mejorar el trato entre los humanos, y que la obra de arte o  las formas creadas en general, puedan ser parte de un proyecto con esa calidad de naturaleza íntima. Me interesa investigar acerca de los móviles éticos del arte y si el producto artístico puede ayudar, por ejemplo, a conocerse mejor, comprender la diversidad y ampliar el panorama, o el entendimiento.

Me parece que el arte puede también ser un lugar donde se reúnen ciertos proyectos que tienen que ver con ideales de una vida más amorosa, más inclusiva y menos violenta. No tengo ningún interés en proyectos cargados de violencia. Es todo muy ambicioso, muy inabarcable, eso lo sé; y aun así con la conciencia del fracaso, mi trabajo en el aula tiene que ver con intentar discernir en la propia sensibilidad y en la de otros.

Ante la pregunta de qué aspecto emocional se moviliza en mi interior al encontrarme con otro en un espacio educativo, quizás más que nada, es la sensación de pasarla mejor… de sentir bien realizado el deber ser y el compartir, como algo que es parte de mi existencia en la tierra. La posibilidad de relacionar una búsqueda conjunta, un “hacer formas”, propiciando momentos de más felicidad en vez de más angustia, me parece interesante. Aunque uno apenas entienda y sea raro que uno llegue a rozar lo que sería comprensión, felicidad o belleza, o la sensación de amor; se pueden buscar juntos…porque ¿en qué momento lo va a encontrar o en qué momento lo va a tocar si no puede ni concebirlo? Nada de esto es evidente.

Creo que no es posible ninguna educación sin por lo menos dos partes: un educador y un educando. A mí me gusta trabajar en grupo porque el conocimiento y el discernimiento es mucho más generoso y rico en grupo. Cuantos más somos, más diferencias hay, más se aprehenden esas diferencias y se incorporan procesos que podrían generar antagonismos y momentos de intensidad nacidos de las paradojas, de las contradicciones y oposiciones; pero que en el encuentro del conocimiento variado y el trabajo en común se van transformando.

Y yo no sé si el arte es solo un camino de sublimación como dirían los freudianos; o un camino de transformación como dicen los jungianos; o de abreacción como diría Beuys o si tiene un poco de cada cosa. De todos modos, ni la educación, ni el arte dan esto per se; hay que ganárselo. Los estados de relación y de creación, en felicidad, en amor o en belleza son más abstractos y atemporales para la conciencia y uno hace lo mejor que puede, tanto fuera como dentro del aula, del tiempo o la política.

* Girón, Mónica . Texto procedente de la publicación Un Libro de Actividades. Experiencias en primera persona sobre la educación en el arte, Argentina, Ed.S/N, 2019, pp. 158-160.

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