La ciencia del Corazón
Por Dani Leber
Dibujo por Lino Divas
Qué difícil este momento. Qué difícil escribir en este momento. La certidumbre de catástrofe y la angustia frente a lo incierto se funden y se hacen cuerpo, ya las empezamos a transpirar. El sábado fui a la galería Grasa a ver la muestra de Dana Ferrari, La mano que baila el pulso del corazón. La comunidad aún respiraba cierto optimismo, expectante. Frente a la agenda que manda y ordena, hay arte cuya conexión con la fantasía siempre es tildada de evasiva. El meollo de la cuestión parece estar en el ideal de artista que ensalcemos. Es que hay una mano que baila al pulso del corazón y un cerebro que razona al compás del discurso. Quiero ponderar la obra hecha con las manos y el corazón, desde el baile. El suelo argentino dio y da jugosos frutos en lo que respecta a este tipo de obra. Las manos son las que amasan un pan, acarician un cachete, tiran una piedra y esgrimen un pincel. El corazón simboliza la intuición intelectual y en él está ese hueco lleno de vacío que nos une a la consciencia superior. Al cerebro le corresponde el discurso racional, la operación deductiva, la vía negativa del conocer. Es por eso que en un determinado punto el cerebro se vuelve obsoleto en su capacidad interpretativa. Puede hacer una deducción correcta pero si se basa en premisas falseadas, da igual. A causa de la hiperrealidad llegamos al momento en que es imposible saber qué es verdad y qué es mentira si nos atenemos a las pruebas y a la razón, y esto si es que aún seguimos creyendo en la verdad. La escritura en los dibujos de Dana se ve sobrepasada por el patrón repetitivo de sus diseños cromáticos. No hay verdad, mentira, pruebas, razón ni deducción. El discurso es minimizado por el ritmo, y este convertido en ambiente. En el ritmo está la capacidad de encantar que tiene la poesía, la música es el modelo de cualquier lenguaje incluso para el sordo de nacimiento. Cuánta revelación cuando la música suena tan fuerte que no es solo una vibración que llega a tu oído y se traduce en un impulso eléctrico que interpreta tu cerebro, sino que es un tsunami que golpea todo tu cuerpo y lo convierte en una gelatina cósmica a merced del ritmo. ¿Vieron a Dana bailar alguna vez? Lo que me gusta de esta muestra es que logra lo que tanto nos conmueve de la música. El ritmo te coloca y él mismo es el mensaje. Todo se mueve y todo lo que hay es movimiento. Meterse en un río es algo parecido. Dana lo expresa con color que es la fragmentación de la luz. Lograr con color lo que la música con sonido es delicioso. De este tipo de revelaciones que tienen más que ver con la intuición que con la razón se desprenden emociones de bienestar, grandeza, gratitud, belleza y terror. Esa felicidad injustificada y catártica, subversiva. Todo desaparece por un segundo. Escribo esto en un clima de tristeza justificada, de calamidad social. Amigas se preguntan si es un buen momento para seguir haciendo muestras, pensar en el arte y hacer arte cuando el contexto todo parece prenderse fuego, como si se tratara de ejercer un privilegio desubicado. Solo puedo agradecerles a lxs artistas que construyen la realidad dándole cuerpo a su fantasía, a su deseo. Es como agrandar el espacio, oxigenarlo, y permitir que emociones frescas se liberen en él. En ese nuevo espacio se dan las ideas inéditas. La fantasía e imaginación de lxs artistas es alimento espiritual en tiempos de catástrofe, incluso para quienes se les oponen. Para mi el humano es antes que racional un ser emocional. Cualquier razonamiento parte de una estructura emocional. Esto explica muchas cosas. Y el arte trabaja con emociones antes que con ideas. Siempre a través de las formas. Cuando perdemos el manual de instrucciones para leer una obra, queda la obra que es pura forma.
Y esa pura forma ejerce un masaje emocional sobre nosotrxs. El arte es la ciencia del corazón. El no pensar es un estado superlativo para muchas tradiciones espirituales, el fruto preciado de muchas líneas de meditación. No pensar es lo que sucede cuando se baila y se está presente bailando, mente y cuerpo se alinean, recuperan su falta de límite. Incluso el límite con otros cuerpos entra en otra lógica. El cerebro hambriento de pensamiento queda suspendido en la motricidad que reverbera al golpe del sonido. El efecto de La mano que baila al compás del corazón es similar al de los vitrales góticos con sus geometrías y colores, su raíz árabe. Es evidente la conexión con ese algo de experiencia extática. De repente me viene a la mente esa canción de Atahualpa que dice:
Lo que dentra en la cabeza,
de la cabeza se va.
Lo que dentra en el corazón,
se queda y no se va más.
¿Tu quieres saber porqué?
Escuchalo bien:
Al corazón solo dentra la pura verdad.
En resumen, la mano que baila el pulso del corazón es de las muestras que trabajan por resonancia y contagio, entre el silencio y la luz. Nos ofrece reposo y contemplación, moradas necesarias en momentos de tormenta. Un espacio que nos reúne. Que la adversidad no nos arrebate la fantasía. ¡Gracias Dana!