Esculpir el tiempo como un caracol
Por Fran Stella
Dibujo por Jordi Casanueva
Hace poco un amigo me compartió fragmentos de un libro que había estado investigando acerca del número Phi y la proporción áurea. En una parte del mismo estaba la siguiente imagen:
Cada vez que la veo no puedo evitar preguntarme ¿Cómo se forman los caracoles? ¿Acaso las babosas los esculpen lentamente? ¿En qué parte de su ser está codificado el render que les permite imprimirlos al son del número áureo? ¿Acaso provienen de un origen misterioso y están ahí, en el fondo del mar o enterrados en la tierra, disponibles para ser ocupados? No importa cuál de esas opciones sea cierta, todas tienen mucho para enseñarnos.
Me inclino a creer en que la misma babosa los genera. Imagino unos pequeños tentáculos tomando arena del fondo del mar para mezclarlo con secreciones y darle la forma espiralada, contenedora y hermosa que luego encontramos vacía en la orilla del mar. Abrazando su espíritu me propongo escribir acerca de la naturaleza del tiempo como si fuera un guiso, dejando que los ingredientes (algunas ideas de la astrología, varios libros pululantes y tres muestras) reaccionen entre sí al ritmo del fuego lento.
Esculpir el tiempo como los caracoles no es solo hacerlo lentamente. También es combinar elementos del afuera para generar un interior nutricio y protector. Es hacerlo en círculos, en todas las direcciones. Es cambiar el rumbo justo antes de volverse línea recta. Quizás, si invierto la ecuación, es que estas muestras me enfrentaron a lo que el tiempo hace de nosotrxs, más alla de nuestra voluntad: la forma que nos imprime en su transcurrir errático.
Derrotero por la astrología
Quisiera comenzar este viaje a través de las palabras con una idea importada de la astrología: sentir adentro-afuera. Desarrollarla es una tarea bien difícil porque el español tiene limitaciones sintácticas, como lengua, para dar cuenta de la interrelación entre todo lo que existe. Por eso hay lenguajes como la astrología (que es sólo uno de ellos) que se valen de sistemas simbólicos diferentes para nombrar lo que las lenguas como el español no pueden. Pero como soy artista además de astrólogx y me interesa que podamos pensar entre todxs, nos hayamos formado en astrología o no, voy a hacer el intento.
Acá es cuando se vuelve necesario derribar ciertos mitos e ideas que flotan alrededor de la astrología desde hace algunos años. Los planetas no emiten rayos, ondas de energía o campos vibratorios que nos afectan con consecuencias ineludibles determinando nuestro comportamiento. La tierra no es un simple receptor de la influencia despiadada de mercurio retrógrado y saturno transitando en piscis. Esta manera de entenderla, aunque divertida, sigue inscripta en la misma lógica perceptiva: es secuencial. Claro, parte aguas entre aquellxs que son escepticxs y quedarán del lado de las “casualidades” y lxs mistcxs para quienes todo será “causalidad”.
Pero hagamos doble click, my friends ¿Cuál es la lógica habitual? Úrsula K. Leguin, me atrevo a decir, la llamaría la lógica lanza. El español (en general todas las lenguas que hablamos) construye sus frases a partir de la división entre sujeto y predicado. Así, “Fran escribe una nota” nos dice que lx sujetx Fran realiza una acción sobre un objeto. El movimiento es unidireccional de Fran hacia la nota. Esa es la principal diferencia con la astrología, que es un lenguaje que nombra multidireccionalmente.
Volviendo al ejemplo de la nota, en principio sería pensar que si fran hace a la nota, la nota también hace a fran porque lo que hay no son un sujeto y un objeto sino un vínculo. En un temazcal se escucharía “Soy el tejido / soy el tejedor /soy el sueño y el soñador”. Extrapolémoslo a los planetas y entonces es más fácil tocar que los planetas no emiten rayos con consecuencias benéficas o catastróficas (¡Alerta roja! otra construcción civilizatoria que jerarquiza el mundo en “bueno-me confirma” y “malo-me contradice” invade un lenguaje que en realidad busca ampliar perspectiva). En cambio, cuando algo se mueve en el cielo, algo se mueve acá abajo porque en realidad no existen cielo y tierra sino un vínculo.
Profundamente, la astrología es un intento constante de salvar la distancia que existe entre nuestra percepción habitual del tiempo (lineal) y una percepción distinta (circular). Acá seguramente ya se les haya activado, como a mí, la idea de lx místicx ascendidx que vive en un eterno presente. Pues no. Podríamos abordar la cuestión de muchas maneras. A mi me vienen a la mente las siguientes tres:
- “El país de los juguetes” de Giorgio Agamben, donde el autor diferencia el tiempo diacrónico del sincrónico y las sociedades “frías” de las “calientes”
- “Un mundo ch’ixi es posible” de Silvia Riviera Cusicansqui, donde la autora describe muy bien la manera en la que diferentes líneas temporales pueden superponerse para conformar un pastiche de muchas capas
- “Sincronicidad” de Carl Gustav Jung, donde el autor describe justamente los fenómenos que no son ni causalidades ni casualidades sino sincronías.
Cada quien puede elegir su propia aventura e investigar por su cuenta un poco más sobre los tiempos. Pero volvamos al hilo anterior: la astrología como una manera de conectar las cosas de manera diferente a la habitual. Traigo la frase más repetida en la historia de la astrología para que la re-llenemos de contenido porque yo ya la vacié: “Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera”. La frase hermética más hitera de todas se hace presente a menudo pero es difícil permanecer en contacto con lo que nombra.
Cuando algo se mueve arriba, algo se mueve abajo. Cuando algo se mueve afuera, algo se mueve adentro. Es decir, la astrología busca hacer visibles los hilos que conectan diferentes planos (Es válido preguntarse ¿Por qué sólo 4? ¿Por qué un par de binomios? ¡Ayuda Sarah Ahmed!). Pero no es cuestión de creer o reventar, de adelantarse y predecir, de controlar y calmar sino de investigar si realmente es así: como si en 3 años pudiéramos mirar atrás y preguntarnos ¿Es cierto que frustré sueños a lo largo del tránsito de saturno sobre piscis? ¿Cuáles fueron esos sueños? ¿De qué manera me estructuraban? Poco podemos decir por adelantado si no podemos acompañar al símbolo de vivencias en el cuerpo, de cargas acumuladas en forma de tensión, de anhelos, de tristezas, de raíces. Además, probablemente cada quién lo vivirá a su manera.
En fin vuelvo al río principal de este estuario enloquecido. Entonces quizás (otra cosa a investigar) percibirnos adentro afuera sería algo así como dejar de percibirnos como “Yo” es, como personas, como un todo coherente y organizado y centralizado. That’s over baby, el nuevo paradigma es: “Somos sistemas de relaciones internas que se expresan a través de vínculos externos alrededor nuestro”. Esto suena
- Muy abstracto
- Muy lindo
- Completamente desafectado.
En la práctica es bastante más doloroso porque implica que si alguien hizo algo que me molestó, me enojó, me lastimó, existe un vínculo entre eso y un lugar dentro mío. Quizás ya se les disparó, como a mí, la alerta: ¡¿ENTONCES SOY RESPONSABLE DE LO QUE LXS DEMÁS HACEN DE MÍ?! Claro que no, hay cosas que no se hacen sin consentimiento, límites que no se traspasan, responsabilidades que hay que atribuir y sobre todo, primero viene el cuidado.
Pero existe la posibilidad de que antes de llegar a la culpa/responsabilidad existan otros posibles vínculos entre eso que me pasó y me dolió y la imagen que tengo de mi mismx. Dicho con otras palabras, un vínculo entre quien creo ser y eso que sucede afuera que me acerca lo que no estoy pudiendo incluir.
En su libro “Astrología postcolonial”, Alice Sparkley Kat nos insta a dar vuelta la frase y completarla: “como es abajo es arriba, como es afuera es adentro”. Su libro es un gran recordatorio de que el cielo (el arriba) no está dado sino que es una construcción humana y que como tal no es inocente ni está desprovista de luchas de poder, injusticias y una historicidad que privilegia ciertos cuerpos por sobre otros.
Acá creo que radica el punto central de contacto entre el arte y la astrología: la posibilidad de construir nuevos símbolos, de actualizar los imaginarios, de invocar imágenes nuevas, de deslinearizar la percepción del mundo.
Tres tiempos
Pasando en limpio: hay al menos dos lógicas (¡¿Por qué siempre dos?!) que podríamos describir como la distancia que existe entre percibir la vida como sucesos o como procesos. Los procesos, nos dice la astrología, se mueven en espiral, cambiando de dirección justo cuando la lógica habitual nos diría que algo va a continuar en línea recta, creciendo. Los sucesos se acumulan en forma de pirámide imprimiéndole al mundo, pero sobre todo a nuestros cuerpos, la lógica meritocrática que asciende. Pero las pirámides, como las torres, eventualmente se vienen abajo.
En su movimiento circular, que se agranda y achica centrífuga y centrípetamente, el proceso incluye derivas e ideas inimaginables. Esos giros, que a veces experimentamos en la vida como desorientación, son los que posibilitan la mutación y la inclusión de ideas nuevas que no eran parte del plan original.
En “La sombra de la piedra roja” de Juan Tessi en Nora Fisch, hay reunidas en dos de las muchas plantas de la nueva sede de la galería obras que van desde el año 1994 hasta su producción más reciente. En una esquina, están al lado un pequeño retrato del 94 y una pintura reciente.
Los procesos evolutivos, como el que hizo de nuestrxs antepasadxs lo que somos ahora, incluyen además saltos cualitativos irrastreables. Así como en nuestra cadena evolutiva existe un bache llamado “eslabón perdido”, podríamos pensar que en algún momento de la carrera de Juan, algo pasó para que ese proceso del que resultaban retratos empezara a dirigirse en otra dirección. El ejercicio de imaginar el vínculo entre dos momentos tan disímiles de un mismo proceso, el entrenamiento en sentir tanto la continuidad como los saltos que cambian de dirección, la ambivalencia de lo que encierra dentro de sí diferencias y contradicciones, es un caldo más que nutricio que deseo saborear. Porque en esas diferencias y contradicciones, aparece la posibilidad de moverse en muchas direcciones simultáneamente. Ya no existen sólo atrás y adelante, pasado y futuro, sino que nos transformamos en un campo que puede moverse en múltiples dimensiones y por qué no, proyectar sombras de nuevos colores.
Esta misma idea de dos lógicas es la que Úrsula K. Leguin despliega en su texto “Teoría de la bolsa de la ficción” para pensar dos paradigmas ficcionales. Por un lado, las ficciones-lanza, las que parten de un punto fijo en dirección a un blanco y describen un movimiento más o menos rectilíneo para dar un golpe mortal. Por el otro, las ficciones-bolsa, contenedores de palabras sin un origen claro y derroteros misteriosos.
Este texto es una gran lente para pensar la vida en general y la muestra de Aurora Clara Castillo en Moria en particular: “Las que escriben con saliva”. La imagen abre un mundo nuevo: no escribimos sólo con las palabras, que nombran y dan forma, sino que lo hacemos con lo que nuestro cuerpo produce para digerir: un líquido viscoso sin forma que chorrea, empapa y contamina el mundo con un sinfín de microorganismos. ¿Acaso la saliva es la sombra roja que produce la piedra? ¿Eso-otro que acompaña nuestras acciones conscientes dándole forma al mundo más allá de nuestra voluntad? ¿Nombrar es empezar a digerir lo que está afuera nuestro? Entonces ¿Cuál es el límite entre el mundo y yo? ¿Acaso somos caracoles?
Las obras de Auro se enroscan, se envuelven, generan nidos que se vuelven mortaja y conectan distintos planos de la realidad dándose el permiso de situarse en el borde en el que se tocan los tiempos y los mundos: pasado y presente no existen en la espiral, el macrocosmos y el microcosmos es una manera de organizar una realidad que en su nivel más profundo es pura vibración. La proporción áurea que ordena el diseño de las galaxias ordena también el crecimiento de los caracoles: “Como es arriba es abajo; como es adentro es afuera”.
Por último, quiero escribir sobre la muestra de Cata León en Ruth Benzacar. Allí reunidas están las obras de los últimos nueve años de producción de Cata. Para la astrología nueve años son nueve fases de despliegue. La novena fase es la fase de expansión y síntesis. Pero síntesis y expansión remiten muy fácilmente a una idea homogénea y coherente.
En cambio, quiero creer que en la muestra de Cata es posible tocar la cualidad-en-capas del tiempo, de lo que se expande, crece y genera energía porque asume los tirones internos de lo que no hace sentido, de los procesos que se gestan más allá de unx, de lo que la lluvia le hace a una madera. Un proceso que le guarda un lugar especial a cada cosa que aparece sin pedirle que se funda en un todo superador. Chapas, telas, sábanas, lienzo preparado, mdf, enchapado, acrílico, lápiz, agua, cumbia, salsa y bordados son layers temporales que derriban los juicios que recortan la realidad en partes más pequeñas, entre bocetos y obras, entre descarte y reliquia, entre virtuosismo y amateurismo para dar cuenta de una realidad que es muy compleja. El todo, si existe, no depende de nuestra voluntad porque tiene espacio para contener lo incontrolable.
Retomar el hilo perdido
Navegar a través de la escritura el curso de estas ideas me marea y me confunde porque no sé si estoy tan segurx de lo que estoy queriendo escribir. Sigo algunas intuiciones, me empacho con todo lo que leí y aprovecho para hacer catarsis y escribir sobre cosas que me gustaron. Pero retomo la propuesta de Alice Sparkly Kat de no dar por sentado el cielo (o las grandes ideas) y ganarles terreno para hacer del mundo una tierra más generosa, que no mida con una vara tan alta, ni tan gruesa, ni una que no sea un pedazo de árbol que florece. Una vara enroscada, con brotes y savia, de esas sí. Porque este, me parece, es el ejercicio imaginal más importante de todos ¿De qué manera modifican estas muestras la idea de tiempo? Y sobre todo, si el tiempo no es el transcurrir en línea recta que a veces parece ser ¿Qué significa estar vivxs en este lugar recóndito que es la tierra, acompañando procesos de los que participan las piedras, la lluvia y las bacterias de nuestra boca?