El avión tambalea al comenzar el aterrizaje. Ráfagas de viento golpean el fuselaje provocando abruptos sobresaltos. La mayoría de los pasajeros conservan su circunspecto aplomo europeo habitual. Tras unas sacudidas los neumáticos de deslizan por la pista y todos están a salvo. Acabás de aterrizar en el aeropuerto Marco Polo de Venecia. Mirás por la ventanilla y notás que diluvia con fuerza. El Flasherito te envió como corresponsal para cubrir la Bienal y tenés solo cuatro días para recorrer la ciudad y ver las muestras. Mientras esperás tiritando bajo la lluvia el micro que te llevará del aeropuerto a Mestre lamentás con frustración el clima: la primavera europea te parece una estafa.
Ya en el bus mirás distraídamente por la ventanilla hasta que notás que el conductor exclama «¡Va fan culo!». Te pasaste de tu parada y olvidaste pedirle que pare. Te bajás en la avenida Corso del Popolo y te refugiás a consultar Googlemaps. El viento da vuelta el paraguas barato que compraste en Franprix por 5 euros y tus pies ya están empapados. Pensás que podrías ir a dejar tu bolso en el hostel en Mestre o tomar un tren para ir directamente a la isla de Venecia.

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