De lengua en lengua
sobre Volver la lengua una flauta de Tobías Dirti en Isla Flotante
por Andrés S. Alvez y Matías Dinenzon
ilustración: Nicolás Moguilevsky
Él, que nos guía con el bastón de tres puntas, como un tridente, hasta el sótano. Cada escalón mueve la línea del termómetro hacia abajo. El olor a humedad puebla. Lo único que llegamos a ver es el galpón abandonado. Ya en la peregrinación, algo del bajar activa el conjuro. Ni ardiente ni lento, casi a la altura de los ojos. Apoyado sobre el estrado está el caldero mítico. Iluminado con esa linterna. Y Él ahí, tirando humo desde ese aparato electrónico con olor a frutilla artificial ¿Por qué le habrá puesto olor a frutilla? Es una fruta carnosa, dulce y ácida. Ese olor me lleva a imágenes de publicidades de chicxs con labios hermosos comiendo frutillas y chorreando el juguito. Y ese caldero, con patas finas y rosadas, brillante, rodeado de escombros, oscuridad y frío. Se devora el espacio. Todavía bajo el estrado, no logro ver qué contiene. Insistir es presenciar. ¿Son flores? Me dan ganas de quedarme acá, y tomar todo lo que el caldero tenga adentro, mientras me susurra posibilidades. Me dice de un día ser hombre, otro mujer y otro lo que quiera. Me habla de pinturas que tienen todas las pinturas incluidas, como semillas para el apocalipsis, que una vez plantadas pueden hacer que toda la historia de las imágenes se vuelva a repetir.
Él, que canta. Luego nos invita al pasillo. De vuelta a los escombros. Pero el lugar ya no es el mismo. Siento unos zumbidos lejanos. Adelante hay algunas personas metiendo la cabeza en agujeros grandes, oscuros, más oscuros que el entorno. Y hay voces que cantan y recitan desde el fondo. ¿Qué dicen? Hay pequeños objetos en la oscuridad, apostados en pliegues del ambiente gigante. Pienso en el fetiche, qué bueno poder decir sin problema esa palabra. Aquí no hay espacio para la censura.
Cuatro sillas y una TV plana. Letras bolcheviques o de crónica. Historias sin tiempo, breves, lo suficientemente precisas como para convencer al más cuerdo. Me llevan a pensar que hemos vivido largo tiempo de escuelas de magia, de hechicerías. De chicas superpoderosas. Diablos con lengua. Gestos chupados. Historias de poder que se repiten. Y desclasan. ¿Por qué la niña rompe la copa? ¿Por qué la intenta agarrar de arriba del armario? Dobles de pelo rojo. Canciones de protestas. El caldero sigue hablando, cantando una canción donde el feminismo triunfa, el capitalismo termina, los obreros reciben el pago que se merecen por su trabajo y los reyes pierden sus privilegios. ¿Cómo la sangre azul se vuelve roja? ¿Por qué el fauno? Esta canción viene siendo cantada hace tiempo, de lengua en lengua, belleza protesta. Los zumbidos se hacen más fuertes. Y el caldero de nuevo. Nos invita a afiliarnos y volver al calor. Él, nos guía hacia afuera y el cielo se pone gris.