Afinidades electivas
Dibujo por Leopoldo Estol
Me atrevería a apostar que muches de los que estuvimos en el 5to Festival rural de poesía de Lobos al día siguiente pusimos el bolero de Ravel. Me gustaría imaginar que fue al mismo tiempo, a la distancia pero al unísono, en ese rato que unx se despierta y todas las imágenes del día anterior se van superponiendo, cuando unx todavía no arrancó mucho el día, quizás cuando ya se tomó un café o algo y en los primeros pensamientos más o menos lúcidos dice: ¡Qué lindo que estuvo ayer! y las palabras poéticas nos retumban en la cabeza (recuerdo un átomo, una luz homosexual, una francotiradora en el obelisco, un gimnasio polvoriento en Jacobacci, muchos besos con ruido, sanguchitos ruteros, tangas, metáforas futboleras, un deseo de comprar rouge y qué más?! ), y pienso cuantas canciones tengo latiendo conmigo para toda la semana que, por suerte, aun no empieza, porque es domingo y está medio nublado y nos da tiempo para que todo el hermoso sábado nos retumbe y haga eco.
Y ahí voy rápido y directo a la compu y busco e El bolero de Ravel que ayer sonó en el festi mientras corría el viento, gracias al aporte sorpresivo y generoso de Dj Ex mujer (aka Noe Valdés). Entonces del festival les traigo esta primera imagen: muchas personas escuchando juntas El bolero de Ravel en un campo, en las afueras del pueblo de Lobos, cuando el cielo estaba empezando a ponerse cambiante. Todxs dudamos en reiteradas ocasiones si iba, o no, a llover y pensábamos que lo mejor era que NO lloviera… pero al final esa lluvia fue tan hermosa, tan precisa, una medida justa de lluvia y sol, de nubes y viento, que nos dieron tantas tantas luces y matices, que pusieron paréntesis en los momentos del día, entre lectura y lectura, y nos hicieron estar afuera y después adentro y después volver a salir y habitar la galería y ahí cantar con el coro, mientras volvía de a poco la luz y al atardecer, cuando ya estaba de regreso toda la luminosidad plena y las nubes grises ya más lejos, en los bordes del cielo, salimos a caminar y a ver caballos brillantes con distintas tonalidades colores de marrones, grisáceos, rubiones, yo dije ruano, alguien dijo peltre…
Esta edición del festi (que siempre cambia de sede) se hizo en La posta del hornero y cuando llegabas te recibía un dibujo muy simpático del pajarito y su nidito. También te recibía Martín haciendo empanadas en el horno de barro, una galería con piso de ladrillos, un baño con bichitos, una sombra codiciada donde se instalaron las mantas de rancheadores/espectadores, unas mesas, unos hongos blancos inmensos que creo que nacen de la bosta, y un vagón de tren, más allá.
Va a ser muy difícil en este texto no desarrollar mi amor profundo por la Serenata de Flores, el coro que dirige el Chueco Ferrer y que como me gusta decir en este diciembre de recalcular el año: fue mi mayor fuente de salud y felicidad. Así que comprenderán que al menos algunas líneas tengo que dejar sentadas porque la salud y la felicidad en un momento «post pandémico» como le dicen (y no sé bien qué pienso al respecto), valen oro (en polvo).
Me gustó escuchar a Carmen R. decir algo así como que cuando conoció al Chueco sabía que él algún día iba a dirigir un coro y sabía también que ella iba a ser parte de ese proyecto. Nunca le pregunté al Chueco como fue que salió la idea pero… Y acá viene el momento “me acuerdo” (gracias Brainard):
Me acuerdo de ver el flyer volando por internet el verano pasado, me acuerdo de recomendárselo a una amiga y a mi novio. Me acuerdo de estar por las rutas de Bariloche aprendiendo las canciones con él (una de Diosque, una larguísima y complicadísima de Dani Umpi, una de Charly). Me acuerdo de ir a probar un ensayo y que había té, café, sol y facturas en esa plaza de Colegiales. Me acuerdo que cada uno cantaba como le salía y me acuerdo de pensar: qué hermoso y saludable aprendizaje (sí, ¡otra vez la salud!) que es cantar con otres; que cada uno tenga su voz, poder sostenerla, pero también desviarse y confundirse con la de otrxs, volver y, poco a poco, aprender a escuchar como suenan todas juntas y disfrutarlo tanto. Me acuerdo de volver cada viernes pedaleando feliz y de rápidamente volverme una militante del coro, es decir, agitadora o recomendadora serial.
Sólo unas líneas más dedicadas al coro: cantar con antifaces puestos fue un gran hallazgo, algo que comenzó como un chiste pero que fue la llave al relajo y la desinhibición escénica (?). Un destape colectivo que culminó con una canción gitana y así dejamos la pista tibia, lista para las magias musicales que siguieron con Sandro King -y su sensualidad desbordante- y ya de noche, Bruno Masino que nos llevó de viaje a una italianidad ochentosa.
Tampoco sé bien cómo se les ocurrió a las chicas hacer un festival de poesía que sea rural, pero sí me acuerdo que Eli, María y Ana Inés me dijeron alguna vez: la importancia de lo rural está en el contexto, no necesariamente la poesía que ahí se lee.
Sé que Lobos es cuna y sede de varixs poetas, y creo que hay un gesto valioso en descentrarse de Capital Federal, en tomarse un tren, de organizarse para ir y quizás no saber cómo volver y estar dispuestes a dormir donde se pueda. También hay un gesto en habitar una tarde un lugar a las “afueras de”, ampliar horizontes, rescatar pulperías o bares viejos en extinción o un poco escondidos. Y ahí no solo hay folclore y romanticismo -que ¡bienvenidos sean!- sino también hay experiencia y gesto político.
Si bien no soy persona muy asidua de la poesía, me atrevo también a decir: en el festival estuvo representada la diversidad de la poesía actual. Insisto, no sé muchísimo del tema, pero detecté que hubo un poco de poesía tierna, poesía que cruza lo cotidiano con lo trascendental, poesía política, poesía performática y musical, poesía de la velocidad, a 200 km por hora, y poesía donde la forma del recitado nos levantó alto por los aires. También poesía de amistad y poesía elogio a la homosexulidad, poesía oda a la naturaleza, poesía como diario de viaje o crónica poética, poesía escrita en momentos de encierro y poesía que bordea a la muerte para sobrevivir. Todo eso, creo, entra en ese gran paraguas -cada vez más flexible- de «lo poético».
Y ahora pienso que podemos imaginar una otra cosa -además de el Bolero de Ravel sonando el domingo-: podemos unir toda esa pluralidad de voces y cuerpos que tomaron las palabras, podemos pensarlos en simultáneo, intentar escucharlos superpuestos, y formar con ellxs un coro de recitados y rapeados, imaginarles como una comunidad de afinidades electivas y ver cómo suenan. Entonces, otra vez, me digo: ¡qué saludable!.
*El Festival Rural de Poesía de Lobos se realiza desde el año 2016 y sucede en general en los diciembres en los alrededores del pueblo de Lobos. Está organizado por Maria Lucesole, Elisa Palacio, Ana Inés López y Alejandro Jorge. En su 5ta edición contó con estos maravillosos invitadxs, los poets: Pepo Scioli, Julieta Correa, Belén Gatti, Marcos Kramer, Lizzy Arguelles, Lucía Caleta, Camila Gassiebayle, Cecilia Pavón, Valeria López Muñoz, Natalia Romero, Francisco Bitar, Valentín Echegaray y Rita Chiabo. Y lxs músicos: Bruno Masino, Dj Ex Mujer (Noe Valdés) y el coro Serenata de Flores.