A un costado de la exhibición central en el Arsenale accedés a continuación al pabellón argentino, El nombre de un país, de Mariana Tellería. Siete cuerpos escultóricos, como tótems caleidoscópicos en procesión dark, circulando por una pasarela espejada, un bestiario conformado por ensamblajes heterogéneos que cubren el espectro entre la alta costura, la industria automotriz, los objetos domésticos. Suerte de oda al desguace, intersección entre el espíritu dadaísta con la avenida Warnes, la obra es también un compendio de citas a sus trabajos anteriores: cruces católicas hechas con marcos, bijouterie, textiles. Siete jinetes del apocalipsis en un distópico paisaje de la sociedad de consumo, una peregrinación sombría de siete ángelus novus que miran hacia atrás para encontrar no eventos encadenados sino escombros con los que tratan de recomponer los miembros ausentes.
Salís del pabellón y a los pocos minutos se larga a llover nuevamente con estrépito; caminás dando saltos entre los charcos, el agua se escurre entre las baldosas como si fueran canales y te sentís como si pisaras una maqueta en escala de la misma Venecia. Casi al trote, a riesgo de resbalarte, buscás amparo de la lluvia y pasás junto a la stazione Maritima, donde amarran los yates de los millonarios. Mimetizado entre las embarcaciones de lujo está Barca Nostra, obra de Christoph Büchel: es un barco de pesca, con grandes cortes en el casco. Diseñado originalmente para transportar a unos 15 pasajeros, se hundió en el mar Mediterráneo en abril de 2015, con más de 800 inmigrantes que escapaban de Trípoli, Libia. Hubo solo 27 sobrevivientes. El barco se exhibe sin ninguna señalética especial, como un testigo mudo.
Te refugiás unos instantes bajo el toldo de una carpa donde sirven Nespresso y tratás de reordenar tus pensamientos ¿se puede llegar a una idea conclusiva sobre la Bienal, sobre todo lo que la rodea, sobre Venecia misma? Ya no te preocupa mojarte. Mientras caminás de vuelta hacia el hostel en tu cabeza imaginás obras de arte flotando entre los yates bajo un diluvio que no da tregua, un diluvio que parece dispuesto a devorarse todo.
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Muy buen recorrido La descripción exacta con mucha información
Gracias
San