Caminás hacia el museo de la Punta della Dogana, el cual alberga parte de la colección Pinault. Pensás que con tu aspecto desalineado, el bolso al hombro y la ropa húmeda no das el phisique du rol de periodista y, sin embargo, te creen al instante cuando entregás tu credencial de press, con lo que evitás pagar la entrada. Tenés que pasar unos minutos llenando unas planillas, te entregan carpetas con gacetillas de prensa, el texto curatorial traducido a cinco idiomas, el catálogo de la exhibición. Más liviano tras dejar tus cachivaches en un locker, entrás a la muestra. Te recibe una obra de Félix González Torres; un cortinado de cuentas plásticas rojas que atraviesa de lado a lado el ingreso a la sala, como un muro blando de glóbulos que al traspasarlo provoca una reacción en cadena donde cada fila de cuentas pone en movimiento a la contigua. La poesía es el hilo conductor que enhebra las obras, con alusiones a poemas de Emily Dickinson, de Federico García Lorca, de Ezra Pound.
La obra que te deslumbra es Marilyn, del francés Phillipe Parreno; suerte de film noir donde reconstruye la habitación del hotel Waldorf Astoria de Nueva York que a finales de los años 50 ocupó Marilyn Monroe. Con la ayuda de un software, Parreno recreó la voz de Monroe y la hace recitar un monólogo sobre la soledad y la fragilidad. El fantasma de Marilyn recorre las habitaciones, una mano robotizada imita su letra mansucrita, sobreescribiendo el mismo texto una y otra vez. Al terminar el video, la cámara se aleja develando el artificio del set donde fue filmada. Pocos instantes después, las luces de la sala se encienden lentamente y las aparentes paredes de la sala resultaban ser telas traslúcidas montadas sobre bastidores. Sobre las estructuras, cuelgan algunas pinturas de la artista árabe-estadounidense Etel Adnan; de esa manera, el fantasma de Marilyn se vuelve testigo mudo de sus pinturas; su espectral voz en off resuena en un eco que se disuelve. El efecto es hipnótico, casi litúrgico.
Estás aún estremecido mientras salís del museo. Fue una jornada extenuante y pensás que es hora de descansar antes de ir a recorrer la Bienal.
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