Una semblanza para tu chicx
La semblanza es el formato de texto al que, en arte, más nos hemos desacostumbrado. La imposición de la enumeración burocrática del CV y la breve BIO avanzaron rotundamente frente a cualquier otro formato. Porque siempre sale de nosotrxs, lxs artistas, y siempre hay algo de estar bien paradx, sin encorvar mucho la espalda, demostrando destrezas, logros, avances.
La semblanza la escribe otro, y puede incluir las caídas, los proyectos inconclusos, el desgaste y la pérdida de dinero. La narración involucra anécdotas, gestos, cuerpos. Los viajes, puede ser un diario compartido: pero defiende algo, o recuerda a alguien.
Este año la editorial Ivan Rosado encuentra un texto, una semblanza que la artista Yente le escribe al artista Juan Del Prete, que cruza vida, obra, afecto, viajes, fracasos: un texto justiciero y amoroso de 1978, y la publica. Es una biografía a partir de un encuentro, el de Yente con Del Prete. “Mi encuentro con la obra de Del Prete y su posición frente al arte fue como emprender un viaje”, dice. El texto de tan cercano es ciego, es una defensa hacia el lugar que ocupaba Del Prete en las vanguardias abstractas, no intenta corregir sino remarcar errores que “otros” deberían corregir.
Lo inclasificable de Del Prete, el no tener manifiesto o programa, genera una serie de malentendidos, y Yente responde con una maraña de fechas, datos, apariciones, visitas. Aún era importante ser el primero, aún sigue siendo importante ser el primero. En esta semblanza aún hay una esperanza de dejar las cosas ordenadas antes de la muerte, el material está disponible para consulta, como le dice a Ernesto B. Rodríguez. Pero por otro lado dice “no puedo ser objetiva”; el amor, la cercanía, no se lo permite.
Ojalá el siglo XX nos haya regalado algún texto sobre Yente escrito por Del Prete, pero no fue así. En la presentación del libro en la galería Roldan, rodeados de las obras de polvo de oro y textiles de Yente, Liliana, la sobrina de ambos, dice que Yente tiene el reconocimiento que Del Prete perdió, como una balanza imposible de equilibrar. ¿A quién le toca qué momento? Si dejamos de pensar en reconocimientos y justicias y nos preguntamos qué necesitamos ver, tal vez estemos más cerca de entender qué ocurre con el protagonismo.
Alguien dejó la vida por su nación, parece merecer que su nombre ocupe una boca todos los días. Las obras, entonces, no merecen algo, no buscan un lugar, no esperan la exposición, son los momentos los que demandan, con desigual intensidad, su presencia. Si el siglo XIX levantó monumentos a los héroes y el XX puso nombres propios a sus instituciones, el XXI debería asimilar la idea de presencia como algo más fantasmal, y el tiempo como variable para las obras que necesitemos ver. “Del Prete no lamenta lo destruido”, dice Yente. Yente protege lo que se puede destruir. La semblanza es un pararrayos. Este texto es necesario porque nos recuerda una forma de escribir en arte, recupera un método, pero no se olvida de la mezquindad que nos genera la historia. El amor y el dato, lo objetivo y lo subjetivo (como dice Yente). La carrera y la anécdota. La biografía de su novio y el CV de su marido.