Soga, cola, clase

por Pepo Scioli

Como me dijo la amiga Luki Lagomarsino, París es una ciudad bastante estratificada, lo cual no es una buena noticia para quien viene en busca de un poco de «underground». Lo primero que me pasó al llegar al aeropuerto fue tener que irme rápido de la terminal por la existencia de una mochila negra abandonada a la salida de la aduana. Temían de que fuera una bomba y es por esto que cerraron esa parte del aeropuerto.

Ya domingo, día en que la mayoría de los museos de París son gratis (sino salen entre 10 y 20 euros), nos aventuramos con la familia a ir al Centre Pompidou. Vale aclarar que es un edificio enorme, de seis pisos, que tiene una escalera eléctrica externa que está en un tubo que genera un efecto de pileta de natación. Lo gratis ese día era el museo y no las galerías que también están ahí dentro. El museo son los pisos cuatro y cinco. En el piso cinco se encuentran obras de «arte moderno»: Picasso, Kandinsky, Miró, Duchamp, etc. Y en el piso cuatro hay obras de arte contemporáneo donde se pueden ver algunos Yves Klein y otras obras que no ví porque me quedé entretenido con el vídeo que proyectaba Liv Schulman.

Dentro del circuito sistémico relacional del arte vale preguntarse por las obras que generan interés dentro del mismo y dialogan con otros circuitos. Qué obras se necesitan, qué quiere ser dicho y qué escuchado. En los grandes museos se hace claro este problema porque hay obras muy de una circunstancia que pierden esa autenticidad que las caracterizó en su momento, por ejemplo algunas obras de los grandes artistas mencionados en el párrafo anterior. En fin, que te pase algo con una obra (acá adhiero a la solicitada que hizo Santiago Villanueva hace unas semanas proponiendo al Museo Nacional de Bellas Artes que deje de comprar obras).

Lejos de la esclavitud y la rebelión, la tercera temporada de la «serie de tv» Control expuesta por Liv Schulman consiste en seis capítulos que proponen un recorrido incesante del devenir del pegoteo de los afectos neoliberales. Este recorrido presenta un mundo entendido por olores e imágenes proyectadas, mínimos detalles que al avanzar estructuran las relaciones en este mundo. Lxs detectives a lo Federico Klemm o John Berger, entre el drama y la elegancia, se acercan a las estéticas liberales prestando sus cuellos, sus manos y nos dicen: «mi amigo, las estéticas liberales son valiosas como el mercado de las finanzas y bien estructuradas como el sistema educativo francés». Es difícil desentenderse del miedo, la culpa, la confianza, la bronca. El saber es lo que permite que una situación como la de la mochila en el aeropuerto sea posible. «El neoliberalismo es la nueva resistencia chamánica, solo que nadie lo sabe», dice una detective Morena mientras suda la gota gorda. ¿Qué es un chamán sino un gestor de las fuerzas de la naturaleza? Vaya trabajo. «La resistencia avanza en sobrecitos de perfume en la proyección de los programas de televenta».

Si la comunicación es una estructuración de lo social y gran parte de ella se encuentra en lo no dicho, está estructuración pasa desapercibida. Pero atento, Control nos recuerda que el sujeto, el objeto, el tiempo, el espacio no están dados. Los esfuerzos colectivos son aprovechados por las estéticas liberales para diseñar modalidades que a partir de relaciones moleculares se acomodan e insertan al cuerpo, y no de forma definitiva. La estética, en el movimiento de las cosas, en la comunicación de las biomoléculas repara algo de esa confluencia propia de la gestión chamánica. 

El neoliberalismo sabe del manejo de las fuerzas, porque modula: establece rangos de acción posibles. Una mano que siente la suave textura de la melamina. ¿Las palabras en las cosas? ¿Lo que no se dice está en los objetos? ¿La totalidad de los objetos incluye sus sombras? Y es que sí, como dicen por ahí les humanes, en este mundo entre otras cosas sobran y esto es hermoso. El invento reciente que somos no tardará en verse borrado como un rostro de arena al borde del mar, al decir de Foucault.

Algo resiste por dentro, miles de abandonos de lo humano realizados por  jóvenes creadores obligados por las nuevas formas de producción a intercambiar vida por trabajo. ¿Por qué si dormir en otros cuerpos es tan lindo lo hacemos en camas? No vamos a preguntarnos si un artista puede ser un chamán porque de eso no se puede tener una respuesta a priori, solo puede conocerse en el devenir de un proceso. En la nueva visión: subcontratar en pos de un aprovechamiento del uso del cuerpo como lo que es: un conjunto de biomoléculas partícipe de un tráfico modulable. Revender ideas a cambio de retribuciones simbólicas parece ser el destino del creador.  En pos de conservar la clase, usarlo todo: oficinas, coca colas, pizzas, cocina tailandesa; complots con el objetivo de lograr formas para el cuerpo humano, para el recorrido incesante del pegoteo. En pliegues y despliegues la subjetividad es destruida y reconstruida en instantes, en un perfume, en un like, en un visto. Intentar usar el lenguaje para decir esto requiere del pago de un tributo. Es entonces que Control nos recuerda: «refugiarse en un vivido momento horizontal de cola y pegatina.» No hay cómo usar la cola para satisfacer las necesidades de contacto. 

 

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