Sentido de lo religioso

por Laura Códega


LA CUARESMA
Mi bisabuela vino de Italia a los quince años. Nunca la vi vestida de otra cosa que no fuera negro. En su época, el luto se llevaba de por vida. Delgada, el rodete blanco, la piel blanquísima, siempre en su mecedora. Vivía sola en Rosario. Estaba casi ciega y murió a los noventa y dos años. No quería que nadie la ayudara con nada. Era un ejemplo de la autosuficiencia, valor altamente estimado en mi familia. En estos días de cuarentena su imagen me persigue. Cuando iba con mi familia a visitarla, la sensación de ir a su casa era la misma que sentía cuando me llevaban al cementerio y la de cuando llegaba la cuaresma, el jueves santo y el viernes santo: la de un Gran Enorme Digno y Solemne Silencio.

La vieja italiana con las pupilas bloqueadas por las cataratas habla en susurros desde un tiempo y espacio cristalino y me infunde de un poco de su dignidad y estoicismo.

MI QUERIDO DIOS,
Dios, que hiciste la lluvia, los mares y las montañas para que en su inmensidad acompañen nuestros desvelos y los sueños, entre tanta belleza helada, quieta y eléctrica, donde me espejo y floto , me hundo y floto: te pido amar más. En estos días en que se mezclan urgencia e importancia dame el don de alejarme del ruido. “Lo que sé, es una gota y lo que desconozco, un océano” decía Isaac Newton, por eso te pido, aleja de mí el miedo y la desesperación y muéstrame a la Venus en su belleza hechicera llevando alivio por nuestro planeta. Probablemente nunca sepamos el origen de esta enfermedad, que hace sonar en nuestras mentes atormentadas, los ecos de la alarma de tenebrosos ensayos distópicos sobre el encierro y el control. De manera insospechada se nos muestra la fragilidad en un desequilibrante microscópico: agente invisible y omnisciente que desata la paranoia. La naturaleza alterada amenaza. No hay afuera, no hay adonde ir, solo regresar a mi misma: te pido amar más.

ORACIÓN PARA SALIR DE LA OSCURIDAD
Soy valiente. La paso bien conmigo misma. Me gusta el silencio. Me gusta mucho el silencio. Me amo, me tengo fe, me tengo confianza. Tengo una fuerza inquebrantable. Sé que me esperan cosas buenas. Sé que nos esperan cosas buenas. Me empodero. Creo mi lugar, mi realidad. Las utopías me marcan el camino. Puedo crear un mundo infinito, amo mi espacio sagrado, mi fuente interna de poder. Hallo mis necesidades reales. Estoy en paz conmigo y otres. Puedo.

EL MESÍAS
Escuché a un señor que decía que el Coronavirus es Cristo que ha vuelto; algo que podía suceder dado que el año de los gemelos (veinte veinte) es un año profético. Por esto el Coronavirus se llama así, porque al igual que Cristo Rey, lleva una corona, y nos vino a enseñar nuevamente el Camino. Y además, Cristo, está enojado con nosotros. Por eso, el Coronavirus ataca a la garganta, donde está la gargantilla ¿o acaso es la coronilla? y nos hace un nudo, porque nosotros, los humanos, hablamos demasiado y ocultamos demasiado y todo lo que decimos está mal y es dañino y no aprendimos porque seguimos haciendo sufrir a Cristo, el Rey que murió en la cruz por nuestros pecados.

El BANQUETE
El equinoccio, aequus nocte o “noche igual”, sucede en el momento del año en el que día y noche duran lo mismo. En el hemisferio sur es el veinte de marzo. Usualmente se celebran rituales llamados Mabon, Tiempo de Cosecha, o simplemente, El Banquete.

El equinoccio es como el ying y el yang. Marca el equilibrio. Por un instante se cancela la dualidad. En este momento se invita a honrar a la luz y a la oscuridad. Se nos da la posibilidad de ver la totalidad para encontrar un equilibrio físico, mental, espiritual y emocional, de planear una nueva organización. El equinoccio abre un portal de acceso hacia la luz del espíritu y todo se mueve y transforma; lo bueno y lo malo, la salud y la enfermedad, el adentro y el afuera, la vida y la muerte, la pobreza y la riqueza, lo individual y lo social.

Un comentario en “Sentido de lo religioso

  • el 7 abril, 2020 a las 8:44 am
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    Nace una nueva gurú. Tus fans, tus followers, tus súbditos somos legión.
    Leo tu oración en sintonía con la de Fernanda LagÚnica. «Soy mi propia madre».
    amén, !amen!

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