Rondas y caminatas por las orillas del Saladillo
Una crónica del 3er Congreso Experimental Ribereño en Villa Gobernador Gálvez, Santa Fe.
Por Carlos Gradín
dibujo por Matías Romano Alemán
El 3er Congreso Experimental Ribereño, realizado entre el 14 y el 16 de abril en Villa Gobernador Gálvez, Santa Fe, volvió a reunir una cantidad de proyectos, grupos de arte e investigadorxs de territorios en general, provenientes de distintas partes del país, alrededor de un cronograma de actividades dispuestas, como en las anteriores ediciones, para impulsar las charlas, permitir el descubrimiento de afinidades, y también – sobre todo- de diferencias entre ellos, hasta entonces desconocidas.
La parte experimental del evento se desprendía de una pregunta implícita que lo sobrevolaba, reformulada desde distintos ángulos: ¿qué tienen para decirse entre sí proyectos como el de un museo dedicado a la historia de los trabajadores ferroportuarios de Bahía Blanca, instalado en los talleres de una usina eléctrica abandonada, reconvertida en base de operaciones para explorar el territorio, y otro proyecto dedicado a la recolección de las historias de baqueanos relacionadas con los pequeños e innumerables fragmentos de cerámica arqueológica presentes en las islas del río Coronda, en las cercanías del pueblo de Boca de Monje, en Santa Fe? ¿Y qué tienen ambos en común, a su vez, con un proyecto como el de la Expedición Cloaca, dedicada a la exploración de los circuitos del transporte de los líquidos subterráneos del área metropolitana de Buenos Aires, junto a todas sus ramificaciones sumergidas en el agotado inconsciente de sus habitantes?
En su tercera edición, el Congreso consolidó una metodología que empezó a cobrar forma en la primera edición de 2019, realizada en la Isla Maciel. Esta se resume en algo tan simple como reunir proyectos dedicados, como indica su nombre, a la investigación de ríos, orillas y sus alrededores, para impulsar intercambios entre ellos pero también para realizar una exploración colectiva de una porción puntual del territorio, en este caso de la Reserva Natural de Gobernador Gálvez y sus alrededores, en una logística que estuvo a cargo de la esforzada Comisión Organizadora del Congreso, y en especial del colectivo Thigra de Rosario, pieza fundamental para lograr articular y contactar a todas las personas de la zona que hicieron posible el encuentro, además de asegurar la logística del alojamiento y las viandas.
El resultado fue una especie de seminario abierto a lo largo de tres días, donde se reunieron más de veinte proyectos. Un curso intensivo impartido en simultáneo por todos sus participantes, cuyo formato resulta fácil imaginar trasladado a muchos otros campos de interés y/o conocimiento, tal vez porque consiste en una de las prácticas sociales más antiguas sostenidas por los seres humanos desde sus orígenes: charlas más o menos sistemáticas, guiadas por intereses comunes, aunque no siempre definidos, lejos de cualquier pretensión abarcadora, impulsadas por una curiosidad que se presume compartida, aunque esto esté lejos de ser un hecho comprobado, o comprobable, y menos de manera inmediata
Ansiedades
En el camping de Villa Gobernador Gálvez, donde transcurrió gran parte del encuentro, se reunieron grupos dedicados a la performance, el mapeo colectivo, la creación de redes de activismo ambiental, la investigación histórica y la memoria oral en sus cruces con la cultura popular y el arte contemporáneo. Estas, por nombrar solo algunas de las prácticas más reconocibles. Pero también estuvieron presentes otras como la construcción de botes a partir de pedazos de madera reciclada in situ, como la que llevó adelante el colectivo Muca en el arroyo el Pescado de La Plata, o la búsqueda de una playa desaparecida de Dock Sud, emprendida por las Expediciones a Puerto Piojo.
Llegué al encuentro como parte de este último grupo, y me quedé pensando durante las charlas sostenidas entre lxs participantes, acerca del hilo conductor que ligaba los proyectos, si este realmente existía.
Los reunía un interés por los territorios ribereños, pero eso no explicaba la mayoría de sus búsquedas. Los lugares a los que se referían parecían a veces elegidos como claves de lectura acerca de un territorio más extenso, o de procesos históricos y políticos, también extendidos a lo largo de grandes periodos de tiempo, aunque otras veces no hacían el intento de encarnar ningún proceso cultural reconocible.
En muchos casos, estos territorios me parecían tomados como fuentes de una curiosidad sin articular, incapaz o al menos sin interés de formularse por completo. Estaban pensados como fuentes de preguntas, o mejor, como punto de partida para preguntas todavía no formuladas. Eran una reserva de interrogantes que se prometían inagotables.
Porque la pregunta podía volver a realizarse respecto de casi todos los proyectos del Congreso.¿Qué impulsaba las salidas a acampar con artistas en las casi completamente inexploradas islas de la ría de Bahía Blanca organizadas por Isla Invisible junto con el guardaparque a cargo de su protección, o la paciente tarea de recopilación de fragmentos de memorias y símbolos realizada por el Proyecto Martín García, en relación a una isla presentada como un centro inadvertido de la historia nacional, pero a la vez, curiosamente, rara vez visitado o mapeado? No era fácil de responder.
Los lugares elegidos, y las formas de acercarse a ellos, parecían ser algo más que objetos de investigación científico-socio-ambiental. Después de oír las presentaciones de cada uno, me pareció que podían pensarse, justamente, como intentos de recrear cierta incertidumbre, intentos de experimentar alguna forma de asombro, ya fuera frente a la belleza de una porción de naturaleza todavía no registrada, o por asomarse a través de determinado lugar a encrucijadas culturales o históricas todavía indescifrables.
Cada proyecto parecía estar hablando de un país o un territorio adonde fuera posible ir un día a explorar, aunque muchas veces no estuviera clara su ubicación exacta, o mejor dicho, esta no parecía conformarse más que de sus propios relatos, mientras los motivos de las investigaciones muchas veces parecían fetiches o amuletos; desbordaban los campos de la ciencia y se proyectaban en el campo de lo imaginario.
Logística
Una caminata y una ronda con invitados de la zona fueron el formato elegido por la Comisión Organizadora del encuentro para situar las charlas en el contexto de las historias y conflictos que conformaban el lugar de la reunión.
El segundo día Thigra organizó una recorrida por la Reserva Natural de Gobernador Gálvez, ubicada alrededor del camping, junto a los Amigos de la Reserva dedicados a promoverla desde hace años, quienes la presentaron como una de las últimas porciones de paisaje natural original disponible en las márgenes del río Paraná en la provincia, un área en condición de sobreviviente y en riesgo, en cuya historia se escuchaban resonancias de muchos otros lugares conocidos por quienes asistían al Congreso, con sus historias paralelas de intentos de conformar áreas protegidas en las cercanías de zonas urbanas, o de playas y paseos ribereños, algunos vueltos inaccesibles, otros salvados de la ocupación urbana o la depredación por una mezcla de casualidades, a veces inexplicables, siempre frágiles.
Otra de las rondas de charla del Congreso reunió a los participantes con personas vinculadas al barrio de la Ribera en Gobernador Gálvez, donde viven familias dedicadas desde hace generaciones a la pesca en el río, en el último tramo de la orilla todavía disponible en la ciudad abierto al acceso público, el resto del cual se halla ocupado desde hace años por los establecimientos ligados a la industria de la carne construidos al borde del agua. En la charla-entrevista los invitados contaron sus experiencias con distintos aspectos del lugar, provenientes de la organización sindical en una de estas fábricas, presentadas por un trabajador de un frigorífico, o de la creación de una posta sanitaria abierta durante la pandemia en el barrio de la Ribera, según una de sus impulsoras, Yamila David, o de los fallidos intentos por preservar los últimos espacios públicos en la margen del Paraná frente al avance de las empresas, en palabras de Ezequiel Nant, un artista vinculado a cantidad de proyectos sociales de la zona…
Los relatos provenientes del lugar reformulaban la pregunta por la afinidad, o su ausencia, entre los diversos puntos de vista reunidos en el Congreso. ¿Cómo pensar en un mismo contexto a los conflictos derivados de la privatización casi completa de las márgenes de este sector del río Paraná, con las preguntas formuladas por los proyectos presentes en el Congreso, como las referidas al color del río Colorado, en Río Negro, y sus cambios producidos a lo largo de las últimas décadas, en su viraje al gris, o las referidas al lugar ocupado por la práctica de la cocina, como lugar de reunión y transmisión de tradiciones, en la creación y el sostenimiento de un museo integrado por los habitantes de la zona, como hace el Museo del Puerto de Ingeniero White, o como otro museo creado en un territorio mayormente desconocido desde hace décadas para quienes no habitan en él o sus alrededores, recientemente abierto al público, como el de «la famosa Isla Maciel», con su búsqueda de contar el pasado portuario e industrial del Riachuelo?
Los cruces entre proyectos promovían preguntas sobre el sentido de estas prácticas, sobre su utilidad o necesidad, en relación a los conflictos ambientales en los territorios, sobre el lugar del arte frente a los discursos dedicados a abordarlos, sobre su papel como impulsor de denuncias, y acciones políticas y sociales, sobre su importancia o intrascendencia… ¿El arte, los museos deberían ser canales de difusión de estos reclamos? ¿Deberían sumarse a los procesos de enjuiciamiento popular llevados adelante por las comunidades?
Otras preguntas surgían del despliegue de los proyectos sobre un territorio particular, de su vocación por recorrerlo, mapearlo e imaginar futuros posibles para él. ¿No hay un riesgo de paracaidismo en los acercamientos de los artistas a los territorios?, se preguntaban lxs integrantes de Muca. ¿No pueden estos proyectos convertirse en presencias fugaces, limitadas a instalar imágenes que nadie buscaba y asociarlas a lugares por los cuales su habitantes no encuentran ni utilidad ni interés? Y a la vez, ¿por qué sería este un problema?, se respondía también Muca. ¿No sería esta una dimensión necesaria de una obra de arte, o de cualquier creación o esfuerzo imaginario, por definición inesperados, sin antecedentes que pudieran explicarlos de antemano? ¿Podría haber intercambio entre mundos e imaginarios si no existieran dudas como estas, sin la incertidumbre acerca de la razón de ser de dichos intentos por acercarse a un territorio, acerca de su intento por pensarlos?
Preguntas
Las mezclas de arte, poesía e investigación geográfica o historiográfica no convencional de los proyectos del Congreso, por llamarlas de alguna manera, se imaginaban en muchos casos como las únicas capaces de dar cuenta de algunos aspectos de estos lugares. Es notable, por ejemplo, cómo una búsqueda por hacer visible, y pensable, la importancia que alguna vez tuvo, o pudo tener, la orilla del Río de la Plata en Berisso y Ensenada como espacio público balneario, con su tradición arraigada desde principios del siglo XX, después durante muchos años desdibujada, hubiera surgido de un proyecto como Archivo Río, pensado para mostrarse en espacios de arte contemporáneo, cuyas imágenes interrogan el destino de la orilla del Río de la Plata como parte de la vida social de sus habitantes, pero hubieran podido pertenecer a un proyecto de investigación formulado desde el urbanismo, el análisis ambiental o la historia social.
Cuando los proyectos de arte, o de museos locales y comunitarios, se ocupaban de estos aspectos del territorio, me hacían pensar que lo hacían porque, en última instancia, son los únicos dispuestos a hacerlo; sobre todo a hacerlo desde estos puntos de vista corridos, sensibles, un poco caprichosos, nunca del todo asumidos… Este tipo de proyectos tal vez sean los únicos capaces de asociar determinadas ideas e interrogantes a estos lugares; lugares, a su vez, muchas veces pasados por alto, insignificantes socialmente, en su condición de problemas olvidados, o nunca percibidos, ubicados, al menos en un principio, más allá del alcance de la producción científica o periodística, lugares indiscernibles respecto del resto del territorio, por presentarse sin rasgos llamativos para quienes los habitan o se acercan a ellos habitualmente, o para quienes lo hacen desde agendas prefijadas.
Mientras escuchaba a los integrantes de los distintos proyectos del Congreso poner en palabras sus acciones, pensaba en esa manera de pensar el arte como un anhelo de hallar experiencias destacables, capaces de dejar una marca en el recuerdo de quienes las atravesaran, como en el intento por dotar de intensidad una obra particular, recortarla de la extensión indiferenciada del mundo, y devolverla como un pequeño enigma, o como una trampa tendida en la percepción social heredada, destinada a deshacer hábitos y acostumbramientos, o al menos a intentarlo.
La razón de ser de los proyectos reunidos en el Congreso parecía ser la de producir un punto de vista semejante, de producir un momento de contemplación capaz de convertir un lugar en un enigma estético, en un interrogante.
El propósito de estos proyectos –ubicados también en las islas del Tigre o Rosario, o en las barrancas de Paraná, o en las orillas del Río Salado– podía pensarse como el anhelo de enfrentarse a lugares por conocer, donde todavía fuera posible –y necesario– salir a explorar, lugares todavía sin subir a las bases de datos geográficas, desconocidos para las inteligencias artificiales que proliferan en Internet.
Final abierto
Este es solo un repaso general del encuentro, de las impresiones que me dejaron los tres días de convivencia con proyectos de arte e investigaciones ribereños, y de su multiplicación de conversaciones que en más de un momento me llevaron a encerrarme en la carpa para no seguir cruzandome con nuevos intercambios de ideas, pero que también incluyó fogón y pista de baile.
Las charlas se habían iniciado el primer día en una ronda de presentación abierta al público, realizada en el hall del Museo Histórico de Rosario, donde cada proyecto había llevado pancartas con preguntas o frases surgidas de sus recorridos, a su vez respondidas por otras anotadas en el momento por el resto de los participantes, a la manera de un collage de textos, del cual está crónica es un intento de lectura, y marcó el tono general del encuentro, a través de otras rondas que incluyeron la presentación de libros de la editorial Azucena Maizani del proyecto Martín García y una feria de publicaciones.
Fue una suerte poder pasar esos días conociendo grupos dedicados a temas ribereños, y dejar charlas pendientes y preguntas por responder, en un espacio que se propuso mantenerse en marcha, con una nueva sede el año próximo ya definida en La Plata.
Este encuentro fue organizado por Thigra, Los Muelles dicen, Isla Invisible, Museo del Puerto de Ing. White, Ferrowhite Museo Taller, Expediciones a Puerto Piojo y el Colectivo Ribereño.
Participaron: Centro Rural de Arte, Thigra, Isla Invisible, Proyecto Martin Garcia,
Muca Musea Casa Rio Expediciones a Puerto Piojo, Centro de Investigaciones Ribereñas Archivo.rio , Santiago Ortí, Fabiana di Luca – Los muelles dicen, Proyecto Poza, Museo del Puerto de Ingeniero White, Museo Comunitario Isla Maciel, Ferrowhite museo taller, Luisa Lerman, Virginia Sotti, Victoria Cabezas, Diego Albo.
Reserva Natural Gobernador Galvez, Museo Histórico de Rosario, Ezequiel Nant Yamila David La Posta de La Rivera, Pablo Russo Revista 170 Escalones
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