Queens que no cobran
por Leo Estol
Viajamos a Córdoba bajo el signo de una feria que se consolida como hecho relevante en el panorama de nuestro país, una escena donde es posible soñar con otro Sol. Y vamos al encuentro del famoso mundillo del arte, donde artistejos sensibles y vulnerables a la vez abrevan en pos de transformar su cosa laboriosa en plata que compra pan y donde el mercado busca una diversidad particular que los billetes no tienen. Panorama de otras formas de vivir y sentir, umbral queer, balcón a otros estilos de vida.
También, el viaje es excusa para refrescar sensaciones alrededor de las pinturas de Ariel Costa en CRUDO Contemporáneo. De descubrir un misterioso tótem impresor en Media Galería. De ver la cuidadosa curaduría de las obras de Valeria Maggi, Laura Códega y Marcela Sinclair en el stand de Mite o el solo de pintura de Guzman Paz en UV. Me quedo un buen rato mirando los cuadernos de Juan Juárez, las pinturas de Vico Bueno, las aerografias de Coti Giuliani, las pinturas de Otto Garabello, los cientos de gatos en ese registro de realismo apurado y expresivo con el que descubro la obra de Samanta Rched. La parsimonia con la que Hernán Camoletto habló de su muestra en El Gran Vidrio o experimentos poco habituales como una obra en construcción que albergó por unas pocas horas HISTORIA PARTICULAR, un principio de colección compartida entre varios entusiastas.
Ese sábado por la tarde participé de una mesa en donde se presenta un libro de María Paula Zacharías. En la mesa se mezclan entusiasmos y ganas de respaldar el crecimiento del coleccionismo como un espaldarazo necesario a la obra y a la vocación creativa de muches. Los discursos son bien intencionados y Mercado de Arte trasciende en el imaginario como esfuerzo colectivo. Distintos actores del medio enfatizan el riesgo a que este encuentro anual deje de existir ante el cambio de gestión que se viene en la “Muni”, que pasará de manos Pro a peronistas. A tales fines se promulgó una ordenanza para garantizarle un envión a la feria en la próxima gestión.
Por la noche compartimos una mesa con Camoletto, Lucas Di Pascuale, RES y Danila Silveyra, Kiwi Sainz y Gustavo Bruzzone en Estación 27, un singular bodegón con una calle que divide en dos el salón. Estación 27 es un buen lugar para los recién llegados donde comer una verdadera milanesa con papa fritas. En las mesas vecinas abunda un desparrame de artistas, periodistas, coleccionistas y las charlas van ganando calor. Bruzzone alza una máxima que queda resonando: “En el mundo del arte no hay grieta”. Y explica que, al menos él, se ha preocupado de no abundar en las diferencias políticas, de abogar por el crecimiento de la escena intentando seguir estimulando a otrxs a comprar obra.
Lxs Flasheritxs nos trasladamos en auto directamente rumbo a la Queen Cobra. Fiesta que ha sido marcada en nuestra agenda con fervor por Ayelen Mohaded, en quien confiamos, así que llegamos a un salón que bordea las aguas del Río Suquía. La entrada (150 pesos) salen rumbo a la caja de la fiesta sin demora, para caminar luego en medio de una gran nube de humo que apenas nos permite vislumbrar un próximo paso.
Rompe el hielo El Pelele, ungido apenas por una máscara ritual, toma el centro de la pista de baile. Escupe ferrite y moviendo sus dedos dibuja sobre el cemento. Parece sustraído de una película CLASE B de asesinos seriales. En el momento no se aprecia del todo por la muchedumbre que en ronda sigue el extraño baile del performer, pero luego descubro la presencia de un muñeco de cartón corrugado vestido con ropa al ras del piso. Al observar su cuello en lugar de una hay dos pequeñas cabezas. Cabecitas lujuriosas de muñecas bebé, dos cabezas que bajo el dulce aroma a cigarrillo de marihuana se potencian en mi percepción.
Siguiendo una música tan dark y sugerente El Pelele comienza una extraña torsión sobre el cuerpo del muñeco y el momento más álgido de la perfo es cuando sus manos toman respectivamente sendas cabezas, haciéndolas girar, como una extraña emergencia sexual, generando una sensación tan cinematográfica como perturbadora.
Durante la noche irán abrevando nuevas banditas del mundillo del arte en la pista: Marcela Sinclair cuya máscara cosechó intrigantes apetitos en el Cabildo y un séquito de inquietos galeristas Neeco Demo, Nora Fisch y Marina Alessio vienen a descontracturar la tensión del stand con merecidos movimientos sensuales.
Les pido a los organizadores de la Queen Cobra que me cuenten algo de sus inicios. “La fiesta surge en primer lugar por la necesidad de difundir estilos musicales que no sonaban en otras partes de la ciudad, polarizada como toda capital de provincia entre la maricoteca electrónica seudo cheta, el antro popular cuartetero, opciones lógicas y respetables pero insuficientes, demasiado definidas y previsibles. Nos interesa mostrar lo que ha sido menos representado a nivel local debido a la hegemonía cultural del pop y el drag. En la Cobra se difunden principalmente géneros negros, afro, latinos, brasileros, árabes, japoneses, centroamericanos, electrónica hecha por maricas y mujeres, de vez en cuando algún clásico recontextualizado para aportar un clímax bizarro-apoteósico. Procuramos sumir a lxs asistentxs en una suerte de trance transcultural a través del portal a la dimensión Cobra, que haya humor, suspenso, ironía y reflexión en la pista de baile, que haya música explícitamente marica, que haya rave y cachengue, pero de ninguna manera noise experimental ni improvisación de ninguna clase: intentamos ser complacientes, ir al núcleo del placer”, dicen.
Desde unas plataformas elevadas una tribu lo ratifica con su hipnótico baile, más fluo que ropa y la sensación nocturna de infinito, de que la noche se seguirá expandiendo más allá. Convidados de glitter los flasheritxs somos transformados en dos faunos de la pandilla. Nuestros amigues: un chico risueño de mirada cristalina que junto una chica de pelos multicolor compartirán cerveza y pasos de baile con nosotros. Ensayo de mini sociedad que baila en ronda evitando empujones o malos flashes (chicxs si están leyendo esto ¡manden un mail!)
Desde otro wing de la pista, Mica Piñero aparece arrodillada en el piso cosechando papas conectada con la pacha mama de la nocturnidad, Mauricio Poblete se acerca a ella y le pregunta si esta bien.
No corre tanto fernet para los parámetros cordobeses y el 2 x 1 en cerveza es una política popular y necesaria, luego de horas de baile descubro la cabina del DJ incrustada en una de las medianeras. Me acerco a observarlo, el DJ esta re tranqui. Cientos de kilómetros recorridos para dar con ¡una fiesta! Una verdadera fiesta. Se hace preciso seguir esos ritmos porque: ¿qué es bailar? sino un embrujo que te lleva a mover el cuerpo siguiendo un estimulo sonoro y cierta calidez, cierta extrañeza también irradiada hacia los sentidos todos, que nos animan a mover el cuerpo de forma caprichosa y repetitiva.
La noche sigue. La agenda del arte no se detiene tampoco al día siguiente al mediodía hay una perfo de RES y una invitación a un asado en la muestra INTEMPERIE pero el imaginario de las queen cobra nos mantiene aún ahí: mítico, intrigante, cyberpunk. La fiesta se vuelve un manifiesto de disfrute, una plataforma para performear y un espacio de encuentro distendido y divertido que le devuelve oxígeno a la castigada atmósfera terrestre.