¿Dónde se fueron todxs?
por Malena Low
ilustración por Ernesto Pereyra
20 de marzo, primer día de cuarentena.
¿Alguien lo notó? Quiero decir lo que fue pasando en las últimas pinturas de Felipe Álvarez Parisi. Pregunto si alguien se dio cuenta porque todo lo que hay en los cuadros se parece mucho a lo que ya vimos en los anteriores. Huevos de color, cigarrillos olvidados pero ya prendidos, copas de vino volcadas, canillas abiertas, vasos de agua, fósforos sin encender. Pero yo diría que todo cambió por completo, que otra obra se inauguró y que Feli como pintor, como artista o autor salió para hacer el traspaso a los demás de eso que acaba de inventar.
Antes lo vimos ensañarse con los objetos que lo obsesionaban para cerrar un catálogo. En sus muestras anteriores nos los mostró una y otra vez para que los memorizáramos aunque nos perturbaran. Ya había una tentación de caso policial. Jackie Golbert lo sospechó cuando habló para todos en la Fiesta municipal del guindado. Se hizo silencio y preguntó: ¿quién dejó qué canilla abierta? Lo que pasó acá es que Felipe nos llevó a habitaciones en las que unos personajes que ya no están llevaron esos objetos a sus últimas consecuencias en su propia locura, que puede ser aburrimiento, diversión, juego, perversión retorcida, angustia, insomnio. Cuando terminaron, cerraron la puerta. Nosotros entramos como detectives a ver ese procedimiento ya consumado. Lo que va apareciendo en estas pinturas es que parece que ahora se nos ofrece un relato, pero tampoco es eso. Si fuera un relato, quedaría reconstruir la escena para dar con los hechos, que no son más que la neurosis de alguien. Lo que Feli dejó es el enigma del procedimiento que dejó ese estado de las cosas. Entonces uno, frente al factor común de las distintas habitaciones, se pregunta qué juegos maniáticos imaginaron los que estuvieron ahí para llegar a resultados tan parecidos. Pero eso no es querer saber la verdad. Creo que lo mejor es que cuando uno se dispone a despejar esa incógnita en realidad se pregunta “¿cómo terminarían dispuestas mis cosas si me quedara encerrada? ¿qué me llevaría a mí a dejar un escenario así, de qué locura soy soporte único aunque se parezca a la de los demás?”. Lo común es ese amor extraño por cierta lógica demente u oblicua, el interés asombrado con el que la inocencia recibe a lo torcido en un contexto de cuarentena, el mismo que dejó a la muestra encerrada; ya veremos si estas pinturas no se vuelven proféticas.
Tus vasos de agua viendo como entrás otro al cuarto. Pintura de Felipe Alvarez Parisi en la galería Mite
En un libro que Aira dedica a Pizarnik trata de frenar esas lecturas empalagosas que estetizan la poesía como expresión, regocijadas en mitos autobiográficos. Dice que miremos bien, que lo que se exhibe no es el resultado de una actividad expresiva de una autora sino el procedimiento dialéctico y genial en el que se ofrece el proceso de la obra con un resultado cantado porque ya estaba hecho antes de empezar. La combinatoria, un juego poético de los elementos reducidos al mínimo. Lo que quiero decir es que en la obra de Felipe se exhibe ese procedimiento, el suyo, y hace que nos preguntemos por el de sus personajes. Pero el resultado ya estaba, los objetos ya los había pintado y los escenarios finales ya están hechos por la repetición: terminan casi siempre igual. No es una poética expresiva porque el artista, cuando se impone restricciones temáticas, incorpora su muerte para que entren los demás. Diría que una obra de Felipe acaba de empezar porque cerró su inventario de objetos y nos demostró una combinatoria dejando un punto ciego para adivinar. Eso que le quedaría a cualquiera de nosotros cuando el control y el descontrol se confunden. Ahí la obra se vuelve transpersonal. Es valiente en una época en la que todos parecemos dispuestos a hablar de nosotros mismos con retóricas autobiográficas.
La pregunta es si estamos dispuestos a dejar que nuestros objetos hablen por nosotros cuando ya nos fuimos. Puedo animarme a hablar de mí, pero ¿quiero que alguien entre a mi habitación después de una noche de insomnio? Los objetos no son infinitos, son el ajuar de sus portadores. Podríamos intercambiar los que eligió Feli por los nuestros, esos que terminan siendo testigos cuando nuestro realismo se vuelve mágico, lo que puede significar loco, onírico, maniático, lúdico, etc, etc.