Prohibido opinar

por Roberto Jacoby
(en diálogo con Mara Pedrazzoli)
dibujo por Lino Divas

Veo que la extensión e intensidad de las prácticas artísticas se ha incrementado enormemente, pero todo campo es también una arena de conflictos y contradicciones. En mi opinión, en la Argentina y en todo el mundo hay una fortístima tendencia a la expropiación del poder de los artistas, de los productores, por medio de numerosos mecanismos que sería muy largo de detallar, pero que como todo en el mundo expresan la hegemonía del capital financiero integrado.

Parece evidente que hoy la oferta de formación, debate, reflexión, cruzamientos, etc., se ha convertido en producto standard, cuando no en vergonzosas deformaciones. Hace poco vi el programa de uno de estos engendros que ofrecía talleres para aprender a conversar en las inauguraciones, incluyendo simulaciones situacionales propicias para el “small talk”. También analizaba la importancia de establecer relaciones maritales o extramaritales con curadores/as y directores/as de museos.

En este caso es evidente que se trata de propuestas para la domesticación de los artistas y su subsunción en un sistema comercial y de poder que no controlan. Algo similar probablemente haya ocurrido en muchas épocas, cuando las monarquías, las cortes, la Iglesia, trataban de subordinar a través de los encargos a los artistas.

Pero pienso que los artistas siempre han practicado el arte de la fuga, del mensaje de doble fondo, de los sentidos ocultos, de la metamorfosis, de la innovación secreta y otros múltiples mecanismos que están seguramente estudiados en alguna parte.

¿Por qué no di clases ni hablé de mi obra en el programa CIA? En principio, no pienso que yo pueda transmitir discursivamente algo demasiado original o interesante. No me siento poseedor de grandes verdades o conocimientos. En el programa de agentes no se hace crítica. Más bien está prohibido opinar, juzgar, decir me gusta o me aburre, no se admiten las auto referencias biográficas, las justificaciones, explicaciones, etc. Alguien presenta y luego se calla. El resto trata de pensar, leer, correlacionar, asociar. No se le pregunta al autor por qué hizo tal o cual cosa. Partimos de que nadie sabe lo que hace y que sin embargo lo hace. Por el contrario, lo que diga el autor sobre su propia obra debe ser considerado una pista sospechosa. Casi siempre los resultados de la elaboración son sorprendentes, en especial para quien presenta. En el rol de coordinación del análisis de obra me involucré fuertemente en los últimos años. En otros momentos lo hizo Leticia Obeid.

Entiendo el arte como “profesión” en el sentido de una creencia, una religión, un modo de vida, una ética (no la que comúnmente se llama ética), como una ficción encarnada pero no en la acepción de “empleo”, “oficio”. Algo llamado “arte” se elige por sí mismo, como un juego del ser, no como instrumento para los honores, beneficios dinerarios o políticos que pueda proveer.

 


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