Para salir de la malaria
por Martín Legón
dibujo por Lino Divas
1- El campo del arte vive inmerso en un estado de malaria hace varios años.
2- Grafican esto la última edición de Mecenazgo Ciudad, que contó con una RRPP como jurado entre sus filas, la Colección Fortabat y su invitación a generar contenidos web sin honorarios, Cultura BA que bajo el hashtag #culturaencasa armó un ciclo pagando centavos, o el Fondo Nacional de las Artes que, sin desmerecer, otorga recursos que no alcanzan para solventar ningún proyecto digno de iniciativa (una publicación, el alquiler de un espacio de trabajo, la compra de materiales, etc).
3- Si sumamos a esto que, salvo un par de excepciones, las instituciones publicas y privadas ofrecen pocas o nulas condiciones para el desarrollo de las ideas más allá de los intereses del mercado y las diligencias de turno, reducidas a cumplir por protocolo con una cantera de nombres ejemplificadores, estamos malaria mal.
4- Al respecto, sorprende cada vez más la cantidad de artistas con trayectorias consolidadas que se presentan a Concursos, Salones, Premios para ver si logran ganar algo.
5- No hay nada parecido a las Becas CONICET para las investigaciones desinteresadas que lxs propios artistas realizan y los temas que proponen. Para tal fin, lo más cercano que se alcanzó a estructurar en el medio, hay que aceptarlo, contó con el apoyo de las galerías y los coleccionistas privados.
6- Al respecto, el tema central de estas ideas: hay Concursos, Salones y Premios que parecen estafas encubiertas, que abusan de la desesperación y la fragilidad que el mismo sistema promueve.
7- Voy a utilizar un ejemplo sencillo a mano: El Concurso Fundación Andreani otorga tres premios adquisición en pesos moneda local; un primero de $700,000, un segundo de $500,000 y un tercero de $300,000, este último a la innecesaria categoría artista emergente (o mejor; tan necesaria como artista de mediana carrera, artista sin ingresos, artista injustamente olvidado, etc)
8- Suponiendo que dos de los tres premios serán entregados a artistas de cierta trayectoria (algo que puede inducirse por el apartado emergente que las bases proponen). A/ ¿No son precios livianos para una adquisición institucional de peso? B/ ¿No saltean olímpicamente a las galerías, que en este contexto particular están tecleando más que de costumbre?
9- La idea de participar en estos concursos resulta casi siempre triste. Se sabe que quién lo hace, lo hace decididamente por el dinero más que por otro tipo de gracia extra, sea la competencia, el reconocimiento, o formar parte en una exposición colectiva final, a menudo vergonzante.
10- Es sabido también que el grueso de lxs artistas que se presentan e invierten en la producción de las ideas, son fusibles, eslabones débiles, peones de cambio con los que el juego avanza y se desarrolla. Todo artista que se presenta guarda consigo la justa necesidad de congraciarse con el jurado. Dice para sí mismo: estas son las bases, se aceptan.
11- Pero visto desde afuera, en este punto nace una certeza: El premio tiene que poder repartirse distinto. Y por distinto entendemos ‘mejor’. La existencia esa otra posibilidad es un deber.
12- En estos casos la fuerza de negociación no la tienen los artistas, que como sugerimos son fácilmente reemplazables, sino el jurado, previamente seleccionado tras el aval de la repetición en sucesivas participaciones, año a año. Es curioso en general que no se suelan incluir artistas en el jurado. Curioso es también que no intervengan en la formulación de las bases.
13- Digamos, el jurado no desconoce que salvo excepciones, la situación para abajo de lxs artistas es en buena medida insostenible (para destrabar dudas, trabajar en conjunto con una galería no es garantía de ingresos).
14- O sea, es necesario actuar con más conciencia colectiva, y más aún bajo el estado de paludismo generalizado que comentamos. Y más todavía en medio de una situación pandémica excepcional.
15- Un modelo sencillo: en vez de un segundo premio adquisición de $500,000 se pueden generar y garantizar diez entregas no adquisición de $50,000, o veinte de $25,000; o cien de $5000, o quinientos de $1000. O si sumamos los tres premios, cien de $15,000; cincuenta de $30,000, veinticinco de $60,000. Como se deduce, no importa puntualmente el cálculo pero la repartición tiene que poder ser muchísimo más justa.
16- Este movimiento mínimo quizás justifique, en parte, la humillación de prestarse gratuitamente a un experimento del que se obtiene poco, y que bajo estos términos no hace más que replicar el abuso de poder, la acumulación concentrada de valor en pocas manos, y las injusticias distributivas del mundo en que actualmente vivimos.
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