¿Para quién canta Fito entonces?
por Imanol Subiela Salvo
ilustración por Matías Muzzillo
I.
Los mejores discos de Fito Páez son los que son deformes, es decir, esos discos que tienen muchas canciones y que son muy disímiles entre sí. El primer gran ejemplo de esto en su carrera es La la la, el disco doble que grabó con Luis Alberto Spinetta. El amor después del amor es otro ejemplo de esto mismo, al igual que La ciudad liberada.
Hace unas semanas atrás Páez lanzó su nuevo disco, La conquista del espacio. A diferencia del anterior, este tiene la mitad de canciones y no es de los deformes: son nueve canciones bastante específicas, difíciles de diferenciar entre sí. No es un disco para desmenuzar.
Hay excepciones -como en todo, como siempre- y son dos: “La canción de las bestias” y “Gente en la calle” (esta última con Lali). La primera es de esas canciones raras de Fito que son como súper íntimas, a la vez que son muy poderosas. La segunda es algo así como la continuación de “Dos en la ciudad”, canción que grabó en Abre mientras se terminaba el siglo pasado.
II.
Me pregunto “¿a quién quiere conquistar Fito Páez?”, suponiendo que quiere conquistar a alguien que aún no lo escucha o no lo quiere mucho. Al espacio ya lo quiso conquistar con Canciones para aliens.
Crisis de audiencia. ¿Quién es la audiencia de Fito Páez? ¿quién escucha sus discos? ¿quién lo va a ver en vivo? ¿a quién le canta Fito Páez cuando saca un disco nuevo?
III.
La primera vez que vi en vivo a Páez fue en el año 2010, en la 9 de Julio, durante los festejos por el Bicentenario. En ese momento entendí que era parte de la historia y que allí en la calle estaba sucediendo algo excepcional. Fito tenía un traje blanco, una polera blanca y un pañuelo celeste en el bolsillo del saco, ese que está a la altura del corazón. Era algo así como una escarapela humana. El concierto empezó con el mismo tema que empieza La la la. A partir de ese momento, entendí que la mía era la generación del Bicentenario.
IV.
Con La conquista del espacio, pareciera que Páez quiere conquistar a esa generación. El prólogo de esto fue “Aleluya al sol”, la primera canción de La ciudad liberada. Pero, no sé si esta generación quiere sea él el portavoz de lo que pasa y deja de pasar. Es un álbum que busca dialogar de alguna manera con eso que está en la agenda pública: reclamos por desigualdades de género históricas, cuestionamientos hacia cierta educación sentimental heteropatriarcal, reivindicación del goce por el goce en sí.
Pero hablar de ciertos temas no lo vuelve a uno parte de eso a lo que se está refiriendo. Puedo hablar del movimiento de mujeres, pero no formo parte de él: soy varón, blanco, clase media acomodada. Cantar con Fran Saglietti, Mateo Sujatovich, Lali Espósito, Ca7riel y Mala Fama no significa pertenecer a la generación de ellos. Es sólo “cantar con”. Las historias de ellos, son de ellos. Y las de Páez, de Páez.
V.
Charly García ya fue.
Hay algo en él que se extinguió: Charly no entiende la época. En su último disco, Random, la canción Primavera dice: No me mostrés tus celulares / con su gramática fatal / arroba, punto, ja ja, sabes / gramática vegetal / porque pronto dejarán de funcionar / estarás en este mundo digital. / Al fin llegó la primavera / al fin saldremos a pasear / al fin al viento las polleras / al fin piropos al pasar.
No Charly, no hay necesidad de que vuelen las polleras ni que digamos piropos. No todos los que usan celulares escriben mal.
A diferencia de Páez, García no tiene una crisis de audiencia: él le habla a los aliados Say no more. Los aliados todo se lo festeja y de todo se ríen. Eso se vio muy bien en uno de los recitales express que dio el año pasado en el Gran Rex. En un momento del recital, mientras sonaba «No importa», pasaban tapes de fines de los 90. Al público le parecían geniales, es decir, ver a un tipo pasado agarrándose a trompadas, era una genialidad. Uno de los tapes era una placa de crónica que decía: «Charly tiró una maceta por la ventana y le pegó a una redactora de Crónica». El público aplaudió.
A diferencia de Charly, Fito sí tiene una crisis de audiencia, pero entiende la época. Por eso puede componer un álbum como La conquista del espacio: sabe que hay que hablar con lenguaje inclusivo, decir “nadie es de nadie y todo es nuestro” y eso hace eco en la generación del Bicentenario pero no por eso, insisto, él va a formar parte.
VI.
Es probable que dentro de muy poco tiempo Páez pueda ocupar el lugar que para su generación fue García: ser ese al que todos miran y con el que todos quieren tocar.
Sin embargo, como dijo hace no mucho tiempo una periodista que ahora dirige un radio, la generación del Bicentenario está matando la cultura de los ídolos: ya no quieren bancarse a los giles. Es decir, es raro que los pibes y las pibas festejen a alguien que tira una maceta desde un balcón sólo por que está pasado.
Por suerte Páez no va a correr la misma suerte que García. O eso espero.
VII.
Después de escuchar varias veces las canciones de La conquista del espacio pienso en el meme ese que tiene la frase “cuando tu papá dice skere” y abajo la foto de Alberto Fernández con la gorra Brian, el presidente de mesa discriminado por su vestimenta durante las últimas elecciones. Al igual que los memes, me gustan.
Reivindicación del gusto propio y el capricho: me da igual el lenguaje inclusivo en estas canciones porque me intriga más saber si Fito Páez hace trámites en AFIP, si tiene preocupaciones materiales, fiscales, económicas, si está leyendo algún libro, si tiene conversaciones con sus hijos.
Si alguien quisiera conocer la vida de Páez sólo tiene que escuchar sus discos en orden cronológico. Pero al llegar La conquista del espacio es inevitable preguntarse “¿qué pasó? ¿por qué hay una crónica del debate público y la agenda millenial?”.
Hay algo en este álbum que es indescifrable.