Ocho nuevas anécdotas

por Mariana López
dibujo por Lino Divas

1
Hasta varios años después de haber dejado de ir a la psicóloga sin dar explicaciones, su secretaria me seguía llamando cuando había un inconveniente el día de mi turno para avisarme que se suspendía la sesión. Yo siempre le agradecí su llamado.

2
Con un papel traté de usar la lumbre del calefón para prender la hornalla de la cocina, pero cuando me acerqué hasta la mecha me di cuenta de que estaba apagada. Vi la estufa del living en piloto y pensé en desarmarla para alcanzar la llama. Cuando logré aflojar con el destornillador tres de los cuatro tornillos y correr el vidrio, una ráfaga de aire la apagó.

3
“Avanzó mucho el cáncer”, me dijo por teléfono y quiso que nos encontrásemos para despedirse. Le pregunté por la chica por la que me dejó. Me dijo: “Fue divertido; con vos también fue divertido”. Quería vivir emociones intensas. Sentí que me alegraba porque estaba mal y me parece que lo notó

4
De cuatro a ocho estoy en la galería para recibir gente. Se supone que no es mi función porque en realidad soy la artista, pero, como los de la galería no tienen presupuesto para contratar más personal y yo necesito sumar días de visita a mi muestra, decido quedarme. Estoy pendiente del timbre. Después de un largo rato, suena: es una mujer que me pide pasar para ver la casa porque había vivido allí de chica. La mujer me habla como si yo fuera la dueña, cuando desde un primer momento le digo que esta es una galería de arte y que yo estoy exponiendo. Ella va relatando en voz alta como en una obra de teatro todas las modificaciones que se habían hecho a la estructura original. Yo la escucho atenta y me sorprendo por la indiferencia que tiene hacia mi muestra, que es después de todo una intervención dentro de la intervención que se le había hecho a su casa.

5
Fui a un locutorio a hacer una llamada y perdí las llaves. La llamé a mi hermana y le pregunté si podía quedarme a dormir en su casa. Me dijo que sí. A la mañana siguiente me levanté temprano y volví a buscar el local por el barrio, hasta que encontré uno que estaba cerrado y que me parecía que era. Me quedé a hacer tiempo en un bar. Cuando volví al local, me di cuenta de que no era ese. Estuve un largo rato caminando por la zona sin encontrar el que buscaba.

6
Sentí un ruido en la puerta, como un puñetazo; abrí y era un murciélago medio muerto que se había estrellado contra el marco.

7
OCCV. Eso es lo que él escribe en la pared, con un lapicito que siempre tiene a mano, porque es un gran dibujante, al borde de la cama, cada vez que terminamos de tener relaciones: “odio coger con vos”.

8
Un galerista de Boston me invitó a hacer una muestra, pedí referencias y me dijeron que era muy honesto. Estuve trabajando ocho meses en los cuadros. Cuando me pasó a buscar por el aeropuerto me di cuenta de que no llegaría a los veinte años. Me mostró donde tenía que dormir: era una cama con las sábanas usadas. Las abrí y encontré pelos y arrugas de la noche anterior. Afirmaba una y otra vez que estaban recién puestas y que podía dormir ahí.
No me devolvió tres cuadros de dos metros por dos metros que me habían llevado tres meses de trabajo cada uno. Su nombre es Colin Rhys. Vive en Los Angeles en la calle Joy Lane número 1256, Estados Unidos. Hace dos años lo denunciaron en San Pablo por haber robado obra de varios artistas locales mientras trabajaba en la dirección de la Galería Rhys Méndez.

 

 

 

 


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