Más que buscando aprender, buscando encontrar

 por Gabriel Baggio
dibujo por Celina Eceiza

Mi acercamiento a la docencia no fue por decisión propia. Tenía quince años cuando la maestra del taller de arte al que asistía como alumno me propuso colaborar como asistente en sus clases con niños. Aprendí a ser docente con ella, sin estudios previos. La miraba, pispeaba sus movimientos e intenciones para darme cuenta de lo que yo quería hacer (muchas veces diferente a lo que ella hacía). Su invitación a observarla me definió una modalidad de aprendizaje. Hubo algo que se desarrolló en ese vínculo que con el tiempo, supe que era lo mismo que se manifestaba en mis performances como artista: el interés por el conocimiento que no se transmite de manera formal. Por ejemplo, en la cocina yo aprendí mirando a mi madre y a mi abuela, en la carpintería aprendí mirando a mi padre y a mi abuelo. En ambos casos comprendí que hay cosas que no se pueden explicar y que solo se aprenden observando; “el hacer con lo que hay” para lograr manejarse con los conocimientos adquiridos a través de esas experiencias. Ese tipo de saber, no demasiado claro en la manera en que se transmite, es lo que me interesa y empecé a cultivar.

Unos años más tarde, cuando comencé a estudiar en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, armé un grupo de trabajo para amigos y gente que quisiera estudiar arte con alguien que no sabía enseñar. Para mi sorpresa, fueron varios los que se entregaron al experimento. Me divertí mucho y esa dinámica fue la que me hizo notar que me interesaba trabajar con adultos, pero sobre todo abarcar la práctica desde los procesos de aprendizaje, sin importar el resultado. Aprendí a evaluar cuando es conveniente hablar y cuando hacer, proponiendo ejercicios estratégicos para estimular y activar.

Mi trabajo como docente está íntimamente ligado a mi trabajo como artista. Mi práctica artística es muy autorreferencial y eso mismo me pasa como docente. Hablar desde mis vivencias, no desde el ego, sino como un modo de compartir mi propia experiencia. Verdaderamente y de corazón, creo que lo que tengo para dar se relaciona más con el “compartir” que con el “enseñar”. Mis satisfacciones como artista se reflejan en mi rol como docente porque atraviesan la docencia. Entender que las exigencias no tienen sentido, que las cosas surgen de las casualidades, de los encuentros fortuitos o de las intuiciones. Hasta con los problemas técnicos me gusta manejarme así. Busco para encontrar, más que para aprender.

No soy un maestro que intenta ponerse en un lugar diferente al de los alumnos, más bien todo lo contrario, me parece interesante dejar en claro esta “no creencia” en la docencia. Ponerse a la par, además, me permite pasarla mejor y aprovechar el intercambio. Eso potencia también. Aprender de los alumnos es de suma importancia en esta tarea. Por ejemplo, el primer día de clases en la UNA entro al aula y les digo a los chicos que yo no creo en la docencia en el arte. Si bien es un chiste, intento transmitirles que no creo que mi rol implique impartir un conocimiento, no al menos en lo que al mundo del arte refiere.

Me interesa provocar, molestar desde lo formal, desde la materialidad, pero con mucho cariño y con mucho humor, nunca jamás meterme en los procesos creativos, ni juzgar las ideas que traen, jamás decir que una idea o una forma no es viable, sino incentivarlos a que ellos solos digan y repiensen. Esa es la clave. Que se pongan a sí mismos en jaque y luego decidan si lo que traen es lo que quieren o no.

Intento brindar herramientas para que puedan decodificar lo propio y lo ajeno. Separar los sentimientos y deconstruir la problemática del gusto. Encontrar el camino de la construcción de ese gusto. La estrategia es hablar mucho y recurrir al humor. Juego con el lugar del maestro pero a la vez les digo que no crean lo que les digo, ahí es donde me permito ser gracioso, es una estrategia más bien inconsciente, de no solemnizar la cuestión. Ser autocrítico, reírme, provocar con delicadeza, nunca ser agresivo. Quiero que me vean como alguien que puede ayudarlos a encauzar una búsqueda y me encantan los alumnos que me discuten, me desafían, me provocan. Creo en el concepto de autoridad para que las situaciones no se desborden y comprendan que yo estoy de este lado, que soy el profesor y ellos los alumnos y que, aun no creyendo en la docencia, estoy acá parado.

* Baggio, Gabriel. Texto procedente de la publicación Un Libro de Actividades. Experiencias en primera persona sobre la educación en el arte, Argentina, Ed.S/N, 2019, pp. 80-82.  

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