Encuentro familiar en horizontes monstruosos
Por Pilar Otero
Dibujo por Renata Molinari
Vi la muestra por primera vez cuando aún no era tal. Quizá sea descortés este comienzo porque dicen que los trucos no se revelan. Cuando llegué a Pionera sólo restaba colgar las esculturas de Trinidad, que se encontraban desarmadas como una maquinaria fuera de funcionamiento, quietas y a la vez, livianas. Pedí permiso para recorrer lo que ya estaba colgado: pinturas de escenarios naturales donde irrumpía una sola pieza un poco distinta con un panorama más urbano. A su vez las obras de paisajes tenían marcos con figuras humanoides y sinsentidos que sobresalían, encastrados, como atrapándolas. Artista, curadora y montajista trabajaban con precisión con una caja de herramientas de ensueño, todo un lesbian dream.
Me encontré por segunda vez con la muestra el sábado, el día de la inauguración. Esa noche conocí a Kuki, autora de las pinturas. Con su relato y el de la curadora Irene Gelfman, quien se entrometió con precisión en este mundo íntimo, pude entender un poco más lo que pasaba entre los distintos planos de las obras de la sala. Kuki y Trinidad son abuela y nieta, respectivamente, ambas artistas y atravesadas por algunas coincidencias no casuales: hay concordancia en sus colores, en su afán por lo deforme, en lo figurativo escondiéndose bajo una capa de misterio y en la difuminación de los bordes. Según pude recomponer, Kuki pintaba en una casa de veraneo familiar en Córdoba y prestaba sus pinceles, sus óleos y sus lienzos ya comenzados a sus nietos con el principal fin, según ella, de entretenerlos. Es así como esta muestra vio su germen hace quizá 15 años, o más.
Las pinturas de Kuki ofrecen un juego de luces bastante particular de atardeceres y bosques atípicos, casi mágicos, con rosas y fucsias de ensueño. La pintura “urbana”, luego, es de Trinidad y al verla no dejo de pensar en que es una actualización citadina y siglo XXI de los paisajes y colores de su abuela. En la entrada de la sala hay una pintura muy especial pintada por Kuki y luego por Trinidad quien además sumó un marco en 3D color crudo. En ella se ve un paisaje de pradera invadido por criaturas brillantes con forma de genitales alados. Es tierna, graciosa, erótica y una perfecta convivencia de fantasías y concepciones de belleza de dos generaciones. Las esculturas, que funcionan como gárgolas y texturas empotradas, son un desglose tangible del imaginario bestial de Trinidad: dos de ellas cuelgan, no del todo amenazantes pero con sus deformidades, y la restante es una especie de jardín de las delicias post moderno impreso en plástico orgánico empotrado en una de la paredes de la galería, plagado de detalles y micro escenas interiores.
El tercer encuentro fue el día domingo cuando realizamos una lectura de poesía en torno al fuego. A la luz del día las esculturas parecían menos espeluznantes, casi benignas, y el clima familiar de las pinturas nos acogió. Pude sentir la ternura, la generosidad desinteresada de una abuela en compartir su arte, sus materiales, el gesto de una nieta retomando ese legado, escuchándola y decidiendo entrar a ese mundo.
Finalmente me despedí de la muestra el día lunes. Gracias a la amorosidad de María Eugenia Amodio y Yuyu Puleston, las directoras de la nueva galería Pionera, pude quedarme sola en el espacio con mínima luz, trabajando y escribiendo con mi computadora entre las obras. Por la oscuridad, las esculturas generaban formas perturbadoras. Pasaron por la vidriera espectadores curiosos post semana santa: en sus caras vi perplejidad y también agrado. Dormí una siesta en el piso, las miré, me despedí de ellas y llamé un taxi a la terminal.
*Trinidad Metz Brea y María Filomena (Kuki) Pierri. Como Ecos en la Bruma. Curaduría: Irene Gelfman. Galería Pionera, Pinamar. Del 15 de abril 2022 hasta el 22 de mayo